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Brexit y la eficacia del liberalismo autoritario Opinión

Brexit y la eficacia del liberalismo autoritario

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Héctor Ríos Jara
Por : Héctor Ríos Jara Becario CONICYT, University College of London, Londres, Reino Unido. Estudiante patrocinado COES.
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La decisión del primer ministro Boris Johnson de reducir el tiempo legislativo del parlamento británico desató una nueva fase en el dramático proceso del Brexit. Su decisión constituye un nuevo movimiento que confirma y radicaliza el patrón autoritaria el Brexit ha seguido desde sus inicios con el referéndum del 2016 y que se extiende ya por tres años. El nuevo primer ministro carece de legitimidad política y sus acciones en contra del parlamento han sido declaradas fuera de la ley. Pese a ello, el líder ha mostrado una férrea resiliencia, y ha logrado sortear coyunturas aferrándose al poder ilegítimamente.

Johnson fue electo con 92,153 (66%) en las elecciones internas del partido conservador. Al igual que Theresa May, Johnson es el segundo jefe de gobierno que llega a la administración sin ser electo mediante elecciones generales. Su mensaje fue directo desde el comienzo, “implementar Brexit y evitar que Jeremy Corbyn llegue al poder”. Sin embargo, Johnson carece de una mayoría parlamentaria. Heredó un partido en guerra intestina entre brexiters duros y brexiters blandos. Durante su primer mes de gobierno, obtuvo un registro inédito de seis derrotas parlamentarias consecutivas. Entre ellas el llamado a elección general previo al Brexit, y el compromiso de posponer la salida de la Unión Europea hasta enero 2020 en caso de que no haya un acuerdo previo al 31 de octubre.

Frente a la derrota, la respuesta del primer ministro fue categórica. Expulsó 22 miembros de su partido que votaron a favor de la oposición y extendió el tiempo de receso parlamentario de tres a cinco semanas. Con estas medidas buscó reducir las oportunidades de la oposición para frenar la estrategia de Brexit sin acuerdo, como reducir el tiempo de negociación con la EU al mínimo. En estas condiciones Johnson pretendía crear un escenario de Brexit duro impuesto por descarte, o en su defecto, buscar un llamado a elecciones tempranas donde pudiese conseguir una mayoría sólida unificando el voto pro-Brexit. Si bien la medida despertó una gran oposición mediática y una tenue movilización social. La oposición no logró articularse a tiempo para revertir la medida, ni pasar a la vanguardia política y retomar control de la agenda. sólo el reciente fallo de la corte, que declaró que el receso parlamentario impuesto por Johnson como ilegal, logró frenar la medida.

La corte dictaminó, que la imposición del receso es una práctica poco común en la historia británica, ya que implica una imposición exterior a la voluntad del parlamento y su ejercicio soberano. Y dado que el ejecutivo no tiene motivos suficientes para restringir las facultades deliberativas y soberanas que el aparato legislativo tiene, el tribunal dictaminó que el gobierno actuó fuera de sus competencias, declarando el receso como ilegal. Tras la resolución de la corte, el parlamento revocó la decisión del primer ministro reiniciando sus actividades dos semanas antes del receso definido y dándole una ventaja política a la oposición de forzar la salida de Johnson y convocar a nuevas elecciones. Pese a ello el Labour ha sido cauto, y espera condicionar un llamado a elecciones solo si el gobierno pospone la salida hasta enero 2020, como lo estipula la ley recientemente aprobada.

La cercanía de Boris Johnson con figuras como Nigel Farage y Donald Trump, sugieren un giro en el modo de construcción política del partido conservador, donde la radicalización de liberalismo económico se contrapone con las limitantes de legitimidad que la democracia requiere. El liberalismo antidemocrático que caracteriza la política del Brexit descansa en la construcción permanente de políticas de shock y la movilización de ventajas mínimas. Las políticas de shock implican la movilización de contradicciones identitarias de carácter reaccionario, que movilizan nuevos ajustes políticos.

Como lo he señalado anteriormente, el referéndum sobre el Brexit fue una estrategia política que no nace de un cuestionamiento mayoritario de la ciudadanía británica respecto a su membresía a la UE. En el Reino Unido siempre ha existido cierto euroescepticismo, sin embargo, las divisiones del Brexit provienen de un debate entre derechas pero al interior de las elites, y no de un cuestionamiento generalizado de la población. El referéndum instala un eje de debate nuevo, que inesperadamente logra movilizar los criticismos de una ciudadanía golpeada por una década de austeridad. La crítica a la UE actúa como un significante emergente que moviliza la insatisfacción social, pero no es su causa. Pese a ello las identificaciones políticas generadas en torno al referéndum cambiaron las correlaciones de fuerzas y han establecido una nueva dinámica de asociación política en el país.

En un escenario de shock, el control de la agenda y sus sucesivos cambios han sido el principal argumento de fuerza que ha mantenido a los conservadores en el poder. El poder que aún le queda a Boris Johnson y al partido conservador es una poder instrumental, frágil, carente de legitimidad, pero suficiente maleable y flexible para movilizar sus ventajas mínimas en un contexto de generalizada división. La creación de una elite política convergente, confrontada a un espectro mayoritario pero dividido son las condiciones que Johnson busca para conquistar hacer Brexit posible contra pronóstico. Y para ello forzara el todo el poder ejecutivo y el control mediático que pueda movilizar para capitalizar las ventajas mínimas que han mantenido a los conservadores en el poder.

En las democracias liberales, la legitimidad de un ejercicio soberano requiere de un consenso y aprobación social mayoritaria. En el ocaso del neoliberalismo, una estrategia autoritaria puede actuar en el seno de las instituciones liberales, únicamente prescindiendo de la aprobación social y del consenso mayoritario, siendo un poder eficaz, pero ilegítimo. Dado que este poder no radica en la legitimidad ciudadana, sino en las alianzas internas y la concentración del poder, se puede sostener con niveles mínimos de aprobación y legitimidad social, manteniendo la democracia como cascaron administrativo de procesos que por definición carecen de representatividad. El autoritarismo como estrategia política en el marco de las instituciones liberales, es posible por ende solo en escenarios de alta concentración de poder y riqueza, característicos del neoliberalismo y evidentes en el caso británico. Sólo en estas condiciones la política del Brexit ha seguido su curso y ha logrado mantener al gobierno conservador en el poder con tres líderes sucesivos, pese al desastre histórico que el Brexit implica para el Reino Unido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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