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El ciprés del fin del mundo

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Por: Aníbal Wilson P.


Señor Director:

Muchas son las fuentes, incursionando hasta el manantial de diversas causas o cauces que derivaron en el triunfo de Gabriel Boric, en las que pocos se han aventurado a «subirse» al árbol, al ciprés magallánico que se convirtió en símbolo de la descentralización y del valor de soñar y mirar con perspectiva al país desde esas tierras sureñas donde definitivamente, el rumbo de la historia cambió al unir Hernando de Magallanes, por primera vez, los océanos Atlántico y Pacífico.

Subiéndome al ciprés, me entero entonces de muchas de sus gracias, entre ellas que proviene del sur de California, de la bahía de Monterrey y que con todas las dificultades de la logística y los aspectos prácticos del traslado de semillas a través de los océanos en aquellos tiempos, se logró programar, sin embargo, la creación de los jardines y paseos públicos de la entonces Colonia de Magallanes. Era necesario recordar algo de su historia (la del ciprés) nada de fácil, para hilvanarla y entretejerla con el simbolismo de lo que nos  comunica Gabriel Boric con haberse encaramado, no sin dificultad, por las ramas del bello ciprés, logrando, así pareciera ser desde que bajó del árbol, cambiar significativamente la historia política de nuestro país, calmando unas pocas turbulencias entre los suyos y «aproximando» océanos tan distantes, como los que «antiguamente» caracterizábamos de izquierdas y derechas.

Entre las muchas ramas de su copa, más que la mirada en lontananza, el ciprés confirma la existencia de un panorama configurado por diversos ciudadanos intuitivos, que entretejieron, sin proponérselo, hebras políticas, también sociales y económicas hasta formar un futuro visionario y posible.

Y todo indica que el árbol, pese a las diversas y mezquinas podas que no soportan verlo pletórico de vitalidad, descubre y despliega su mirada ya no tan lejana, símbolo de la descentralización y del valor de soñar y mirar con perspectiva al país. Debemos cuidar su enramado, descartando enredos y malos augurios, y desde donde claramente divisemos y procuremos ese futuro posible.

Aníbal Wilson P.

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