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El fantasma que amenaza a la economía chilena se llama estanflación Opinión

El fantasma que amenaza a la economía chilena se llama estanflación

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Patricio Órdenes
Por : Patricio Órdenes Profesor investigador Faro UDD.
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El manejo macroeconómico de los últimos dos años ha sido sin duda una de los más complejos del último tiempo. Si se mirara en perspectiva lo que ha ocurrido desde 2020 hasta la fecha se distinguirían probablemente tres marcadas etapas: una dramática contracción a inicios de 2020, un histórico repunte hacia 2021 y, finalmente, la llegada de la inflación. La mala noticia es que para este año, de la mano de la inflación es esperable que veamos cómo distintas economías del mundo comienzan a aterrizar desde sus altos –e insostenibles– niveles de crecimiento. Factores externos como la invasión de Rusia a Ucrania intensifican aún más las presiones inflacionarias, y el solo preguntarnos por la duración e intensidad del conflicto nos hace pensar cuán transitoria es realmente la inflación actual. La desaceleración del crecimiento y mayores presiones inflacionarias –estanflación– marcarán sin lugar a dudas la agenda este 2022.

En economía es común decir que la estanflación representaría “el peor de los dos mundos”. Y es que cuando dos fenómenos adversos como la inflación y la desaceleración aparecen en conjunto, combatirlos en paralelo no es fácil. En efecto, cuando está presente solo uno de ellos, una desaceleración por ejemplo, la medida común de combate es bajar las tasas por el lado de la política monetaria y/o estimular el gasto del lado de la política fiscal. Con estos dos elementos, se busca que la economía vuelva a su senda de crecimiento potencial y evitar los estragos causados por el ciclo. De hecho, eso es exactamente lo que se hizo durante buena parte de 2020 y 2021 como respuesta ante la contracción producida por los shocks pandémicos: entre abril 2020 y junio 2021 la tasa de política monetaria se mantuvo en 0,5%, y los excesos de liquidez –provocados por el gran cóctel de retiros y ayudas fiscales– dieron como resultado un repunte histórico de la economía chilena. Sin embargo, cuando la contracción de la economía viene acompañada de inflación –lo que se conoce como estanflación–, estas políticas se vuelven un arma de doble filo: ese mayor dinamismo inducido por la política monetaria y fiscal acrecienta aún más el escenario inflacionario. Y al contrario, optar por una agresiva subida de tasas para contener la inflación amenaza con retardar el necesario crecimiento. Es decir, lo que ayuda por un lado, profundiza el problema por otro. A ello se debe la etiqueta del “peor de los dos mundos”: la estanflación obliga a actuar en medio de una delicada encrucijada entre la política fiscal y la política monetaria. Dolor de cabeza para bancos centrales y gobiernos.

Así las cosas, el gobierno entrante –y de la mano del Banco Central– enfrenta un complejo escenario de bienvenida: contener la inflación y, a la par, estimular niveles de crecimiento, empleo e inversión sostenibles para el largo plazo. Desde ya, poner paños fríos al titánico nivel de gasto público visto en 2021 y ceñirse al presupuesto aprobado para este año representaría un buen primer paso. There’s no such thing as a free lunch: el costo de sobrecalentar el consumo en 2021 es la inflación con la que nos recibió este 2022. Luego, contribuir a acotar los factores idiosincráticos de incertidumbre  –como las dudas respecto a la calidad del futuro entramado institucional de Chile– ayudarán algo más. Finalmente, contener las expectativas de gasto de acuerdo a los márgenes de la política fiscal y poner el acento en la gradualidad y el pragmatismo en la ejecución de las reformas, terminarían por dar sencillas pero potentes señales de un enfoque hacia la recuperación económica post-pandemia.

No hay que olvidar que ante escenarios complejos las respuestas simplistas suelen adquirir cierto atractivo. Sin embargo, cuando el costo del simplismo implica hipotecar las posibilidades económicas de largo plazo, no parece ser una alternativa del todo razonable.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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