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Cómo innovar en la escuela cuando todo parece cuesta arriba Opinión

Cómo innovar en la escuela cuando todo parece cuesta arriba

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Claudia Silva
Por : Claudia Silva Psicóloga y Coordinadora de Innovar para Aprender Educación 2020.
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Implementar innovación pedagógica es un tremendo desafío, porque no se trata sólo de aprender una técnica o una didáctica, este camino requiere implicarse, cuestionarse las propias creencias sobre el aprendizaje, la enseñanza, el rol docente y por sobre todo el rol de los y las estudiantes en su propio proceso de aprendizaje.

Dicho esto, las condiciones requeridas para disponernos a que se nos mueva el piso, son muy importantes, pues, el cuestionarse y disponerse a aprender algo nuevo, nos pone en una condición de exposición que requiere confianza, creer que se puede, alta motivación, cierto grado de autonomía institucional, es decir, un contexto que acompañe y dé soporte.

¿Qué pasa cuando no están esas condiciones? Imaginemos una escuela que se encuentra en categoría insuficiente en el sistema educativo chileno, que en un año vive varios cambios de equipo directivo, con relaciones y confianzas quebradas entre profesionales, docentes agobiados, estudiantes más inquietos post pandemia, situaciones de violencia dentro de la comunidad escolar, diferencias con la comunidad de padres, madres y apoderados, clima de incertidumbre en las redes sociales y medios de comunicación generalizando los problemas. En estas condiciones, ¿Se puede innovar?

Este escenario, se ha explicado en la literatura como establecimientos que se encuentran en contextos altamente desafiantes y en sistemas educativos disfuncionales, identificándose al menos 5 categorías de factores asociados: (1) nivel socioeconómico de estudiantes y sus familias, (2) alta rotativa directiva, (3) calidad de las prácticas pedagógicas, (4) compromiso docente y (5) características idiosincráticas del sistema educacional chileno. Desde el sentido común, a todas luces se trata de escuelas en las que urge generar cambios profundos y poner en el centro a los y las estudiantes, es decir hacer innovación pedagógica, apostar por metodologías activas del aprendizaje y, en este escenario, no sólo es deseable sino un imperativo ético, tal como lo menciona Santiago Rincón-Gallardo. 

Los niños, niñas y jóvenes que hoy están en un establecimiento considerado deficiente, en 6° básico o en 3° medio, no pueden esperar 2 o 3 años para que la estructura de la escuela se ordene ¿Cómo hacemos innovación en este escenario? Parece cuesta arriba ¿no?  

Acompañando escuelas en la innovación, desde Educación 2020, hemos aprendido que no hay un sólo camino para apoyar este proceso, por una parte está la estructura, en cómo propiciar, en conjunto con el sostenedor, un sistema que asegure condiciones mínimas tales como: horarios, tiempos “protegidos” para  el trabajo colaborativo docente, cierta estabilidad en los equipos directivos y docentes y liderazgos que propicien el diálogo.

Por otra parte, cuando la escuela deja de ser un lugar de aprendizaje y pasa a ser un lugar sin cohesión, nos tenemos que concentrar en facilitar herramientas que propicien el aprendizaje activo y centrar nuestro mayor esfuerzo en lo que ocurre dentro del aula.

Hemos aprendido a flexibilizar nuestros acompañamientos y también, algo muy relevante, a regular las expectativas. Podemos hacer innovación paso a paso y comprender que no necesariamente hay que cambiarlo todo de inmediato, mientras se van generando condiciones mínimas para los aprendizajes y se aúnan esfuerzos coordinadamente de todo el sistema educativo. Ofrecer oportunidades concretas de desarrollo profesional docente, validación y valoración de los esfuerzos que sí se están haciendo, que van devolviendo la confianza en las personas que constituyen esa comunidad, pues nunca los escenarios son blanco y negro, estamos llenos de matices y en ese entramado de grises es donde hay que sostener el cambio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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