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Bíos digital: el nuevo humano entre teoría y praxis
 Opinión

Bíos digital: el nuevo humano entre teoría y praxis


Daniel Michelow
Por : Daniel Michelow Doctor en filosofía e Investigador Adjunto, Observatorio Bíos Digital Universidad de O'Higgins.
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Se vuelve obvio que el desarrollo técnico alcanzado a escala planetaria conlleva no solo la disponibilidad de nuevas tecnologías, sino que una transformación epocal a gran escala que algunos investigadores han llamado tecnoceno. Se trata de una total transformación de la existencia: lo colectivo aparece como red social, la amistad como contacto, la verdad como viralización, lo público y político como tuit, el cuerpo es mediado por la pantalla, la violencia se adapta y adopta nuevas formas en el medio cibernético (cyber bullying, happy slapping, grooming, etc.). El trabajo no se realiza solo a distancia, sino que en todo momento y con total disponibilidad, la privacidad es el límite que pone la regulación a los buscadores de internet (y a los propios Estados). Por otra parte, se debe considerar también la apertura de nuevas formas de democracia y participación que hasta hace pocas décadas eran inconcebibles, así como la posibilidad de un fortalecimiento de la libertad de expresión y una lista extensa de elementos que no es necesario detallar acá.

Acudo en esta columna a conceptos de la Grecia clásica para dimensionar lo que al respecto considero un cambio fundamental en nuestra convivencia e incluso concepción de la identidad humana; y no como un cambio más en los muchos experimentados en las últimas décadas, sino que, acaso, el más importantes de todos en nuestra época.

En la lengua de la Grecia de la Antigüedad era posible hacer una distinción esencial respecto del fenómeno de la vida que nuestra propia lengua ―y, para el caso, la mayoría de las lenguas modernas― no es capaz de llevar a cabo. El griego antiguo diferenciaba entre βίος (bíos) y ζωή (zoé) como dos modos fundamentales. Zoé era la vida entendida como el hecho biológico, es decir, el rasgo que es compartido con todo lo viviente. Bíos, por otra parte, es la forma de vida entendida como aquello privativamente humano, en tanto que se desarrolla en una comunidad política, determinada por el diálogo y la persuasión.

Esta diferencia se expresaba de modo concreto en los ámbitos en los que tales formas se desarrollaban. Zoé, o la vida desnuda, ocurría en el hogar, y guardaba por tanto relación con la actividad necesaria para cubrir los requerimientos básicos, tales como alimentación y refugio, así como también con el nacimiento y la muerte. El hogar ―o la esfera privada, según Hannah Arendt― era aquel donde imperaba la necesidad.

Por otra parte, bíos ―o vida calificada, como se ha traducido comúnmente― toma forma en aquello que aún hoy llamamos esfera pública. Es el género de vida que irrumpe siempre en la existencia compartida, en la polis.

Independientemente de las dificultades que ha generado una diferencia como esta, en la que axiomáticamente queda lo natural y lo público apartado, es necesario hacer hincapié en que bíos y sus propias subcategorías (vida contemplativa, vida práctica y vida política) no son solo sectorizaciones aleatorias de la vida humana en las que podamos ordenar y separar los componentes de la existencia, sino que ámbitos fundamentales u horizontes de posibilidad en los que en cada caso todo el fenómeno humano aparece en un sentido específico. Los bioi no son etiquetas ni estilos de vida, sino que estructuras fundamentales en las cuales estamos inmersos, sumergidos de tal modo que incluso podemos perderlas de vista.

Es por supuesto curioso que esta distinción hecha en el siglo V antes de Cristo siga teniendo fuerza hoy en día para dar cuenta del fenómeno humano, a pesar de que este sea característicamente histórico; vale decir, esté en un constante proceso de reelaboración y mudanza. La pregunta pertinente en este sentido, respecto del alcance del cambio que ha sufrido la vida humana, principalmente en una época de enormes e incontrolables transformaciones como la nuestra, se puede elaborar de los siguientes modos: ¿logran los bioi aristotélicos dar cuenta de las posibilidades actuales de la existencia humana? ¿Se puede hablar de un bios no considerado por Aristóteles?

En el bíos digital todos los componentes básicos de la vida humana son forzados a la transformación, por lo que el término digitalización no tiene que ver principalmente con la conversión de datos y procesos al formato digital, ni con la adaptación de los servicios públicos (en el así llamado gobierno digital), ni siquiera en el sentido de la transformación digital como la adaptación de la sociedad a las nuevas tecnologías. Digitalización habla del proceso de gestación de un nuevo ser humano. La primera pregunta que deberíamos hacernos entonces respecto de tal proceso es si ese humano que reside en el bíos digital es uno que alberga mayores posibilidades; es decir, que se enriquece en cuanto al trato con su propia esencia o, por el contrario, es la digitalización un traje que lo aprisiona en tanto que reduce y lleva a la pérdida insalvable de algunas de sus posibilidades más propias.

¿De qué nos puede servir en lo inmediato el tipo de consideraciones que hemos desplegado hasta ahora sobre la vida digital? ¿Nos ayudan estos planteamientos a actuar de modo concreto respecto del fenómeno? En cuanto a la acción concreta se puede afirmar que solo en la medida en que entendamos lo digital en su total profundidad será posible generar un cuerpo legal que esté a la altura de las necesidades que emanan desde el proceso de transformación descrito. Necesidad no solo en cuanto a la premura con la que deberíamos fortalecer nuestra exigua legislación sobre asuntos digitales, que adolece de, por ejemplo, una ley del olvido digital (y protección de datos digitales en general), una ley de acoso digital que contemple y caracterice un mayor número de variantes, así como la nula regulación en torno a la inteligencia artificial, el reconocimiento biométrico, big data y las fake news, sino que además en cuanto a la comprensión de que dicho trabajo legislativo debe suceder de modo coordinado y unitario: la digitalización como bíos no puede ser regulada por partes y fragmentariamente, sino que como un todo a través de un documento general digital en el que se recojan las experiencia y voces de distintas instituciones que trabajan en el asunto desde larga data.

La pregunta filosófica por la digitalización implica además distinguir previamente los ámbitos internos del bíos digital y cómo estos se interrelacionan, para así poder elaborar un cuerpo legal adecuado en el que se recojan las diferentes problemáticas –en apariencia tan disímiles como la ciberseguridad del Estado y los derechos neuronales– y se las exprese bajo un marco propositivo común que dé cuenta y acepte una realidad digital que no es posible impedir, sino solo comprender.

Como el comienzo de una discusión abierta, propondré acá tres categorías que a mi parecer describen la constitución interna de la digitalización: a) Violencia digital: puede ser entendida como aquel tipo de violencias que afectan de modo directo al individuo y su integridad en el entorno digital; b) Polis digital: bajo esta categoría agrupamos problemas de la digitalización que afectan al mundo público y a la esfera política en su totalidad, esto es, a la relación entre el ciudadano y el Estado, es decir, aquellas problemáticas que nos afectan como individuos, pero no están dirigidas a nosotros particularmente; y, finalmente, c) Derechos digitales constituidos sobre la base del reconocimiento de los derechos fundamentales y la dignidad humana en la red. Estas caracterizaciones servirán por lo pronto para determinar en qué momento y a qué nivel del cuerpo legal deben ser discutidas las medidas que tienda a regular cada una de estas áreas.

El bíos digital, en el que entramos de modo inevitable y desde el cual todo aspecto humano es transfigurado y revelado nuevamente, sea como posibilidad o como peligro, requiere por lo pronto los esfuerzos mancomunados de teoría y praxis, del preguntar filosófico y por tanto ético, así como de la visión de Estado de una política seria y a largo plazo. La digitalización no es un tema del futuro, pues ya estamos instalados en ella, esa es la forma de vida imperante, seamos conscientes o no de esto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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