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Temor a ganar Opinión

Temor a ganar

Luis Machuca
Por : Luis Machuca Ingeniero Comercial (U. de Concepción), Magister en Planificación y Gestión Educacional (UDP), docente universitario y consultor.
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La principal responsabilidad en hacer que se respete lo acordado para llevar adelante el próximo plebiscito es el Ejecutivo. No debe, el Presidente, sumarse a la corriente de ambigüedades que se pretende incorporar ahora, a menos de un mes de la votación. Más bien debería manifestarse claramente apoyando la ejecución del plebiscito en los términos en que se concibió. Y no dar marcha atrás en ésa decisión. Más claramente: no tener temor a ganar.


Poco antes de cumplirse tres meses del Golpe de Estado de septiembre de 1973, el 29 de junio, se produjo el denominado “tanquetazo” dirigido por un sector del ejército en contra del gobierno constitucional que encabezaba el Presidente Allende. En la intentona participó además el movimiento fascista Patria y Libertad. Algunas de las “figuras” de la intentona golpista fueron Roberto Souper, Miguel Krassnoff y Julio Canessa. El palacio de gobierno recibió alrededor de 500 impactos de bala. Hubo víctimas civiles y militares. El general Pinochet, que en la intentona se mostró leal al gobierno y siempre estuvo al lado del Comandante en Jefe, general Prats, declaró posteriormente que “el tanquetazo” había permitido a los servicios de inteligencia de las FFAA medir la capacidad de respuesta del gobierno frente  a una situación similar”. El resto de la historia es conocida.

Sin embargo, quedó siempre rondando la interrogante respecto a por qué el presidente Allende no aprovechó la oportunidad para descabezar a los altos mandos de las FFAA y acelerar el proceso de reformas   a ésas alturas ya comprometidos en una futura aventura golpista, toda vez que en la misma noche de la frustrada intentona cerca de un millón de adherentes al gobierno se habían manifestado en apoyo al mismo. Y, adicionalmente, ya quedaba claro lo que se venía. Era cuestión de tiempo. Nada peor a lo que sobrevino luego del Golpe, podría haber ocurrido. Era el momento de apostar todo, porque la historia es pródiga en mostrar ejemplos de lo que ocurre cuando las fuerzas reaccionarias logran revertir un proceso revolucionario. Incluso reformista.

La vacilación de un líder a última hora ha estado presente otras veces en la historia y muchas veces ha sido necesario “incentivarlos” para tomar una decisión: Franco dudó hasta última hora para asumir la cabeza del levantamiento militar en España que dio origen a la Guerra Civil, Robespierre demoró la acusación contra Danton haciendo que el período de inestabilidad de entonces en Francia se extendiera, Stalin demoró la reacción frente a la agresión nazi del 22 de junio del 41 básicamente por desconfianza hacia las múltiples fuentes que lo habían alertado. Y así.

Temor a ganar. Porque a veces ganar implica estar decidido a ir más allá. Ganar a veces puede requerir estar decidido a arrasar, porque es la única forma de impedir la reacción.

Pasemos a nuestra realidad. En octubre de 2020, los ciudadanos fueron convocados a un plebiscito para manifestarse sobre dos cuestiones muy precisas: decidir sobre la redacción o no de una nueva Constitución y decidir sobre el mecanismo para ello. Nada más.

Decididas ésas dos cuestiones, se convocó a un plebiscito de salida fijado para el próximo 4 de septiembre. Dicho plebiscito se convocó para manifestarse sólo respecto a un tema: aprobar o rechazar el texto propuesto por la Convención, en los términos íntegros que esta redactó.

Era previsible que los sectores conservadores y otros derechamente reaccionarios, se manifestaran tempranamente por la opción Rechazo. Incluso lo hicieron en el período en que trabajó la Convención. Estos sectores, previendo un claro triunfo del Apruebo, comenzaron a levantar ambigüedades del tipo “rechazar para reformar”. Claramente: comenzaron a crear realidad.

Lo que no resultaba previsible y mucho menos entendible es que a ésas ambigüedades se hayan terminado sumando sectores que se identificaban con el Apruebo, sin apellidos. Nuevamente: ¿Temor a ganar?, ¿Es que era más fácil manifestar intención de llevar a cabo transformaciones estructurales que materializarlas efectivamente? Y entonces, ¿ahora comenzamos a matizar?

Los ciudadanos convocados a votar –  obligatoriamente y bajo coacción de sanciones  – el próximo 4 de septiembre podrían, eventualmente, incluso argumentar la ilegalidad de estar ya efectuando anuncios y tratativas para modificar un texto que ni siquiera  ha sido sometido a votación popular.

Votada y eventualmente aprobada la propuesta, y bajo las normativas de quorum que existan entonces, podrán proponerse y someterse a votación las modificaciones que se estimen necesarias. O convenientes.

La principal responsabilidad en hacer que se respete lo acordado para llevar adelante el próximo plebiscito es el Ejecutivo. No debe, el Presidente, sumarse a la corriente de ambigüedades que se pretende incorporar ahora, a menos de un mes de la votación. Más bien debería manifestarse claramente apoyando la ejecución del plebiscito en los términos en que se concibió. Y no dar marcha atrás en ésa decisión. Más claramente: no tener temor a ganar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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