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Las enfermedades cerebrovasculares en Chile Opinión

Las enfermedades cerebrovasculares en Chile

Pablo Lavados
Por : Pablo Lavados Neurólogo vascular de la Clínica Alemana de Santiago, Presidente de la Asociación Chilena de Enfermedades Vasculares Encefálicas (ACEVE) y Coordinador Mes del ACV 2022. Profesor de Neurología Universidad del Desarrollo.
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Hemos avanzado mucho en la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles y la promoción de hábitos saludables, así como en la implementación de políticas públicas orientadas a mejorar el cuidado de personas con ACV, estando a la vanguardia en la región en muchos aspectos; no obstante, aún existen grandes brechas y tareas pendientes que debemos enfrentar sin demora.


El 29 de octubre se conmemora en nuestro país y el mundo el Día del Ataque Cerebrovascular (ACV). El objetivo es crear conciencia sobre la enorme carga que significa esta enfermedad para las comunidades.

En Chile, las enfermedades cerebrovasculares son un problema de salud pública tan grande como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares. Fueron la segunda causa de muerte en 2019 y la segunda causa de discapacidad o muerte combinadas, de acuerdo con el Estudio Global de Carga de Enfermedad. Se calcula que cada año 40.000 chilenos sufren un ACV, produciéndose un caso cada 15 minutos y cada hora 2 personas fallecen o quedan discapacitadas por un ACV; lo anterior, porque un 21% de los casos son severos o muy severos. Si bien la mortalidad y letalidad por ACV han disminuido en Chile, la incidencia parece ir en aumento.

El pronóstico no es bueno. Según un reciente estudio poblacional en la Región de Ñuble, solo la mitad de los casos logra una vida independiente a los 6 meses de un ACV, la otra mitad fallece o es dependiente de otros. Además, entre quienes sobreviven a los 6 meses, se ha reducido en un 40% su calidad de vida global, ya sea por problemas de movilidad (57%), para el autocuidado (41%), problemas con las actividades de la vida diaria (57%), dolor persistente (68%) o baja de ánimo y angustia (54%).

Pero el panorama no es tan gris como pareciera ser. Los ACV se pueden prevenir y tratar cuando se producen. Además, los casos que sobreviven con secuelas se pueden rehabilitar y recuperar para una adecuada reinserción en la sociedad, y los principales factores que explican más del 90% del riesgo de una población de sufrir un ACV son tratables, siendo los principales: la hipertensión arterial, las dietas poco saludables, la obesidad, la diabetes, el colesterol elevado, el sedentarismo, el tabaquismo, el abuso de alcohol y algunas cardiopatías.

La Estrategia Nacional en Salud de 2030, publicada este año por el MINSAL, plantea disminuir la carga de enfermedades cerebrovasculares en adultos, aumentando la tasa de control de hipertensión arterial a nivel poblacional; aumentando la cobertura de tratamientos efectivos; aumentando la cobertura efectiva de tratamientos integrados de riesgo vascular en la red asistencial con enfoque de género; aumentando la cobertura efectiva de tratamientos costo efectivos en personas de alto riesgo cardiovascular, e incrementando la cobertura y calidad en rehabilitación multidisciplinaria precoz y continua asociada a eventos cerebrovasculares. Sin embargo, no es claro cuánto se espera mejorar cada uno de estos objetivos para alcanzar el objetivo de impacto.

Hemos avanzado mucho en la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles y la promoción de hábitos saludables, así como en la implementación de políticas públicas orientadas a mejorar el cuidado de personas con ACV, estando a la vanguardia en la región en muchos aspectos; no obstante, aún existen grandes brechas y tareas pendientes que debemos enfrentar sin demora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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