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Nada nuevo bajo el sol Opinión

Nada nuevo bajo el sol

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Aníbal Wilson Pizarro
Por : Aníbal Wilson Pizarro Periodista. Ex funcionario Banco de Chile, ex columnista Diario La Epoca.
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Indispensable para comenzar, es hacer una pequeña reseña biográfica de don Melchor de Concha y Toro, nieto de don Mateo. Se dedicó al ejercicio libre de su profesión de abogado y al comercio y las finanzas, aunque fue más aficionado a los negocios que a las leyes. Se hizo gerente del Banco Garantizador y fue conductor de grandes negocios personales; se había manifestado como un financista inteligente, activo y perspicaz. Casado con Emiliana Subercaseaux Vicuña, dueña de los terrenos que servirían generosamente a la plantación de viñedos de la futura y prestigiosa Viña Concha y Toro. ¿Y por qué es tan necesario mencionar a don Melchor en este cuento? Porque sus logros no solo han sido los ricos y selectos mostos. Sí, pues fue senador, diputado, ministro de Hacienda y también participó y firmó la Constitución Política promulgada en agosto de 1828. Y, para mayor condimento y consistencia de su multicolor historia, ¡participó en el Congreso Constituyente de 1870 cuyo objetivo fue hacer reformas a la Carta Fundamental de 1833!
Pero vamos “Al pan, pan y al vino, vino”. Es del caso contar que por allá por 1868, nació el tercer banco que daría origen al actual Banco de Chile, el Banco Agrícola, iniciando sus operaciones el 3 de diciembre del mismo año. Con domicilio en Santiago el banco se ubicó en las salas del primer piso de la casa de don Melchor que daba a la calle Bandera a dos cuadras de la Alameda.
El 33% de su primer directorio estaba conformado por miembros del Parlamento, lo que muestra la fuerte conexión entre la política  y los negocios.
¡Nada nuevo bajo el sol!  Todas las cosas son más fatigosas de lo que el hombre puede expresar, nunca se sacia el ojo de ver ni el oído de oír.
Pero el rey Salomón lo dijo: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué ha sido hecho? Lo mismo que se hará… Y no hay nada nuevo bajo el sol”.
Y así estamos, pero debemos preguntarnos responsablemente ¿queremos realmente que no haya nada nuevo  bajo el sol?  ¿Que, entonces, el “gatopardo” que muchos acarician, arrullan y defienden a todo trance, termina imponiendo la egolatría, el utilitarismo y tantos otros vicios del statu quo vigente?
Karl Marx veía la religión organizada como un medio para que la burguesía mantuviera al proletariado satisfecho con un statu quo desigual. Y algo más preocupante aún, otros más cercanos podrán conjeturar, especular y discernir, estando en todo su derecho, y convencidos de que actúan correctamente, aconsejando a consejeros constituidos democráticamente, por ejemplo, refiriéndose y validando de refilón, la cita original del gatopardismo que expresa la siguiente contradicción aparente: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Y ahora ¿qué sucederá? Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo seguirá igual pese a que todo habrá cambiado”. Y es que, ya muchos intelectuales de gran significación, que tienen una vida académica intensa y publicaciones de alto nivel, sostienen, que los nombramientos efectuados por el Congreso para integrar comisiones constituyentes, con alguna que otra excepción, no garantiza más allá de que los seleccionados son cercanos a partidos, confundiendo ser “experto” con tener cobertura mediática.
Debemos estar atentos y preparados para una de esas batallas que se libran para terminar, de una vez por todas, con la fuerte conexión entre la política y los negocios.
Hay mucha luz y un nuevo sol al final del túnel que atravesamos obligados por muchísimas razones. No le creamos a Salomón, más bien busquemos una solución salomónica permitiendo y alentando un atractivo y posible “festival” de acuerdos que logren abrir y despejar los caminos convenientes y necesarios, que nos lleven a esa tan esquiva y buscada “novedad” bajo un sol resplandeciente, iluminador. Cómo no recordar aquí el simbolismo esperanzador que nos comparte esa multitud que acudió a Plaza Italia hace unos días a escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven y su “Himno a la Alegría”, himno que en todos los países de habla hispana se ha dado a conocer como símbolo de la paz.
“Escucha hermano la canción de la alegría / El canto alegre del que espera un nuevo día / Ven canta, sueña cantando Vive soñando el nuevo sol. ¡Escucha hermano la Canción de la Alegría, en que los hombres volverán a ser hermanos!

Que Chile entero clama por escucharla y hacerla suya, en una aproximación fraterna y un encuentro transformador.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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