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Hacer el bien es rentable Opinión

Hacer el bien es rentable

Gabriela Salvador
Por : Gabriela Salvador Directora de la Asociación de Empresas Familiares (AEF)
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Según argumenta el libro Impact de Ronald Cohen, una muestra del creciente interés en la sociedad por aquello que produce un beneficio, la entregan las cifras: el mercado que cumple con los criterios Ambientales, Sociales y de Gobernanza ha crecido desde $22 trillones a $31 trillones y representa el 15% de los activos invertibles en todo el mundo y se suma a la inversión en bonos verdes que hoy cuenta con US$ 750 billones.


Si buscamos el significado exacto de filantropía, vemos que esta se define como “amor al género humano”. Si vamos más allá y ahondamos en su uso, nos encontramos con que se aplica para aquellos que “tienen la intención de querer ayudar y colaborar para que nuestro mundo sea mejor. Su esencia es generar riqueza para otras personas, pasando un bien/servicio que alguien tiene, a otros que no disponen de él”. 

La filantropía es, sin duda, una palabra y un concepto que emociona. Si lo que se busca es generar una estrategia filantrópica con impacto, hoy también se debiera considerar incluir en los portafolios inversiones que tengan la intencionalidad de producir un beneficio directo aún mayor en la sociedad y medio ambiente, que puedan ser medibles y a la vez produzcan un retorno. Esta opción son las llamadas inversiones de impacto, porque si la filantropía mueve entre $1 a 2 trillones al año, actualmente este tipo de inversiones alcanzan los 30 trillones de dólares anuales. Una cifra al menos 15 veces mayor que demuestra que el beneficio cuenta con más cobertura por dos razones: la cantidad de personas y territorios a los que logra llegar y porque facilita que las compañías con modelos sostenibles en las que se destinan estos recursos se mantengan a lo largo del tiempo, produciendo una huella positiva en el planeta y en las personas que se ubican en el centro de la pirámide social. Si lo vemos en cuestión de tiempo, permite acelerar lo que moviliza a los filántropos. 

Según argumenta el libro Impact de Ronald Cohen, una muestra del creciente interés en la sociedad por aquello que produce un beneficio, la entregan las cifras: el mercado que cumple con los criterios Ambientales, Sociales y de Gobernanza ha crecido desde $22 trillones a $31 trillones y representa el 15% de los activos invertibles en todo el mundo y se suma a la inversión en bonos verdes que hoy cuenta con US$ 750 billones.

Una de las razones que sostienen la megatendencia de las inversiones de impacto, es que hoy muchos de los inversionistas son millennials, jóvenes que han heredado fortunas y quienes no se conforman con invertir en compañías que no hagan daño, sino que lo hacen en aquellas que producen un beneficio directo cuantificable. Y esto seguirá ocurriendo: un 40% de los US$3.5 trillones que reúnen en conjunto las familias billonarias, irán al patrimonio de personas que tendrán entre 27 y 42 años. Esto se convierte, según el mismo Cohen, en una oportunidad para que los family offices usen su experticia financiera para convertir los objetivos sociales en conceptos financieros, que pueden contribuir a construir el propósito de una familia y a la vez promover la unidad por un fin mayor. 

Estos son los mismos objetivos que han llevado a los principales bancos y fondos de inversiones en el mundo a apostar por estas, ya que hoy, más que una opción moral, representa una decisión inteligente.

Podemos hacer el bien, haciendo un buen negocio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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