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13 de septiembre: dictadura soberana Opinión

13 de septiembre: dictadura soberana

Renato Cristi
Por : Renato Cristi PhD. Professor Emeritus, Department of Philosophy, Wilfrid Laurier University.
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¿Existió en Chile una situación similar? ¿Hubo aquí guerra civil? Según Guzmán, “nadie puede seriamente negar que en 1973 nuestra patria vivía una situación objetiva de guerra civil, a la cual fue arrastrada… por el régimen de la UP. Los grupos paramilitares destinados a ser el brazo armado del ‘poder popular’ eran fomentados directamente desde el gobierno marxista”.


El 11 de septiembre un golpe militar derroca a Allende. Dos días después se reúnen Pinochet y la Junta. El acta secreta de esa reunión anuncia: “Se encuentra en estudio la promulgación de una nueva Constitución Política del Estado, trabajo que está dirigido por el Profesor Universitario Dn. Jaime Guzmán”. Se transita así de un momento destituyente a uno constituyente. El primer momento destruye la democracia y su Constitución; el segundo, que se extenderá por años, es refundacional en tanto que crea una nueva Constitución. 

Distingo entre golpe y pronunciamiento, términos que uso en sentido descriptivo y no normativo. Un golpe destruye, pero no tiene capacidad creadora. Aunque haya sido patrocinado por civiles, el golpe en Chile es tarea exclusiva de militares y se desarrolla con brutalidad despiadada. El pronunciamiento se inicia el 13 de septiembre, y es tarea principal y exclusiva de civiles. El personaje principal en este caso no es Pinochet, sino Guzmán.

La evidencia reside en el tipo de dictadura que se impone. Carl Schmitt distingue entre dictadura comisaria y soberana. Una dictadura comisaria suspende la Constitución sin que ella deje de tener validez. Dictadores romanos como Cincinnatus, Camillus, Papirius, Mamercus y Fabius Maximus buscan proteger y restaurar el orden constitucional.

Una dictadura soberana, en cambio, destruye el orden constitucional y promete uno nuevo. Schmitt afirma: “En una situación revolucionaria, puede ser destruida, no solo la legislación constitucional y la Constitución misma, sino también la especie de Poder constituyente”. Mediante una revolución democrática se destruye el Poder constituyente del monarca (Francia 1789 y 1793), o mediante un pronunciamiento se destruye el Poder constituyente del pueblo (Alemania en 1933, España en 1936 y Chile en 1973).

¿Sabía Pinochet de esta distinción? ¿Conocía la función del Poder constituyente? Por supuesto que no; pero Guzmán sí sabía. El 8 de noviembre del 73, las Actas de la sesión 14ª de la Comisión Constituyente, mencionan por primera vez las nociones de Poder constituyente y de pronunciamiento. “El señor GUZMAN discrepó del fondo del considerando [de Evans], ya que si en Chile el [Poder constituyente] hubiera estado radicado en una Asamblea Constituyente, y no en los órganos que ejercen el Poder Legislativo, podría entenderse que un pronunciamiento militar, que asume el Mando de la Nación, deja vigente tal tipo de Corporación. Estima que lo primero que nuestras FFAA asumen, cuando acceden al Poder, es el Poder Constituyente…”.

Desde muy joven Guzmán lee a Osvaldo Lira y otros carlistas como Juan Vázquez de Mella, Víctor Pradera y Aniceto de Castro. Admira a Franco y su régimen. Estudia derecho público en el tratado de Luis Sánchez Agesta, eminente jurista del franquismo y portavoz de Schmitt en España. De estos autores, Guzmán aprende que la del Caudillo es una dictadura soberana que reclama para sí el poder constituyente y tiene supremo poder de decisión sobre la Constitución.

Sánchez Agesta presenta a Schmitt como alternativa a Kelsen. A la validez hipotética kelseniana, Schmitt opone “un concepto decisionista de la Constitución… La Constitución no vale porque vale, sino porque deriva de un poder constituyente que la impone mediante un acto de voluntad”. Las constituciones nacen y mueren. ¿Cómo nace una Constitución? Schmitt responde: “Una Constitución nace mediante una decisión política unilateral del sujeto del Poder constituyente…” .

Una comparación del pronunciamiento en Chile con lo sucedido en España en julio de 1936, muestra la radicalidad de la intervención militar chilena. En sus pasos iniciales los golpistas españoles no buscan destruir la forma de gobierno. Aurelio González Prieto escribe: “Un gran número de guarniciones se sublevaron contra el gobierno del Frente Popular, pero lo hicieron enarbolando la bandera de la República e incluso al grito de ¡Viva la República! El propio Franco manifestaba, a principios de agosto de 1936, a un periodista portugués que en España ni el régimen ni la bandera han cambiado”.

Solo el fragor de la guerra civil conduce a los golpistas al rechazo del régimen democrático y la consolidación de una dictadura permanente. Se implanta “un nuevo régimen, en esencia revolucionario-nacionalista y de naturaleza autoritaria, que de ninguna manera podía ser concebido como una simple dictadura transitoria… Las teorías de Schmitt rápidamente van a ser asumidas con profusión por la doctrina franquista”. 

¿Existió en Chile una situación similar? ¿Hubo aquí guerra civil? Según Guzmán, “nadie puede seriamente negar que en 1973 nuestra patria vivía una situación objetiva de guerra civil, a la cual fue arrastrada… por el régimen de la UP. Los grupos paramilitares destinados a ser el brazo armado del ‘poder popular’ eran fomentados directamente desde el gobierno marxista”.

El contenido y el tenor de las decisiones que registran las actas secretas demuestran que la Junta no estuvo nunca abocada a la tarea de conjurar una guerra civil efectiva. A dos días del golpe, la Junta Militar discute el nombramiento de exoficiales para cargos directivos en instituciones como la Sociedad Hipódromo Chile y la Dirección de Deportes del Estado, o una supuesta estafa en la Cooperativa de Taxis Porvenir. Fomentar la idea de una guerra civil le sirve a Guzmán para justificar la destrucción de la Constitución social democrática del 25 y la creación de una Constitución gremialista neoliberal. “El afán refundacional que derivó en una revolución capitalista sin parangón” no es liderado por Pinochet, como piensa Eugenio Tironi, sino por Guzmán, autor intelectual del pronunciamiento, y la civilidad que lo acompaña. 

 

* Esta columna de opinión está basada en la participación del autor en un conversatorio de la Universidad Católica de Valparaíso en el marco de los 50 años del golpe de Estado. Ver AQUÍ  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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