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Maduren Opinión

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Andrés Waissbluth
Por : Andrés Waissbluth Director Cine UDD
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Al igual que Mario Vargas Llosa en “Conversación en la Catedral”, donde se preguntaba cuándo se jodió el Perú, me pregunto en qué momento se jodió Chile o, más bien, cuándo se jodió la centroizquierda en Chile: si había logrado derrotar al dictador y, con sus importantes bemoles, había logrado tener el poder durante 4 gobiernos consecutivos, luego la Nueva Mayoría de Bachelet II, cómo es que este sector, a pesar de estar en el Gobierno nuevamente, está sumido en una desorientación y fragmentación tal que asistimos a la derrota o retroceso de importantes triunfos culturales.


Me parece que de las pocas materias en que tenemos consenso en el país, es que el nivel de deterioro de la convivencia política es máximo. Dicho en buen chileno y aprovechando que estamos saliendo de Fiestas Patrias, podemos decir que está la cueca en pelotas y, para mí, esto es el fracaso total de la gestión política de la centroizquierda chilena de las últimas décadas. 

A modo de muy breve resumen, posestallido de octubre del 2019 hemos visto fracasar la primera Convención de izquierda, y estamos viendo cómo fracasa la nueva “Convención” de derecha. Ambas en modo farra, aprovecharon sus azarosas mayorías y pasaron máquina a sus oponentes, lo que probablemente nos va a conducir al mismo punto de partida, pero 8 años después: un nuevo gobierno de derecha en un ambiente de ingobernabilidad total con una probable crisis –capaz que ahora sí– terminal del sistema, con el peligro de desembocar en salidas totalitarias o antidemocráticas.

Al igual que Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, donde se preguntaba cuándo se jodió el Perú, me pregunto en qué momento se jodió Chile o, más bien, cuándo se jodió la centroizquierda en Chile: si había logrado derrotar al dictador y, con sus importantes bemoles, había logrado tener el poder durante 4 gobiernos consecutivos, luego la Nueva Mayoría de Bachelet II,  cómo es que este sector, a pesar de estar en el Gobierno nuevamente, está sumido en una desorientación y fragmentación tal que asistimos a la derrota o retroceso de importantes triunfos culturales.

En mi opinión, la historia pudo ser distinta. Al finalizar el cuarto Gobierno de la Concertación, Bachelet I, la Concertación tuvo la oportunidad de hacer el recambio generacional orgánicamente. Si Camilo Escalona, que era el poder detrás del trono en ese momento, se la hubiera jugado por apoyar a Marco Enríquez-Ominami en vez de a Eduardo Frei como candidato presidencial, posiblemente la Concertación habría ganado y, aunque no lo hubiera hecho, el Partido Socialista no habría tenido la fuga de figuras que tuvo y que estuvo al borde de desintegrarlo, y posiblemente la Concertación entera habría dado espacio de forma natural a las nuevas generaciones. 

Si Escalona, Camilo como le dicen muchos, en vez de haber visto a MEO como una amenaza a su generación, lo hubiera visto como una oportunidad para refrescar el partido, es muy posible que el Frente Amplio hoy no existiría, ya que habría encontrado un espacio de expresión en los partidos tradicionales.

En cambio, al taponear a las nuevas generaciones, lo que ocurrió es que la centroizquierda se dividió en dos, los jóvenes, con nuevas ideas, pero sin experiencia técnica, ni política ni de gobierno, en el Frente Amplio, y los viejos, desconectados de los nuevos tiempos, pero con experiencia de gobierno en los partidos tradicionales de la antigua Concertación. Lo peor es que ambos grupos trabajan infantilmente desde la desconfianza, el recelo, la envidia y la rabia, unos por ser taponeados, otros por ser desplazados.

Dicen que no sirve llorar sobre la leche derramada, pero, a la vez, no podemos enmendar el rumbo si no identificamos nuestros errores. Creo que este período caótico de nuestra historia puede conducirnos a tristes horizontes, pero a la vez sigo teniendo esperanzas en nuestro futuro, ya que este simplista análisis deja a la vista un camino de solución: volver a la unidad de finales de los 80. 

Esta unidad debe ser principalmente intergeneracional e identitaria –las ideologías no tienen mucho sentido y los nichos atendidos son demasiados–, el Presidente Boric con sus nombramientos del último tiempo lo comprende. No solo se requiere que el Frente Amplio se fusione en un solo partido, bueno sería también que el Partido Socialista y el PPD hicieran lo mismo.

Luego se requiere que todas las fuerzas de centroizquierda hagan lo propio y encuentren alguna modalidad para federarse o articularse y convertirse en una fuerza con capacidad de darle conducción al país más allá de posibles triunfos electorales circunstanciales. La regresión pinochetista de los 50 años del golpe espero sea una señal de alarma lo suficientemente potente para que tanto jóvenes como viejos de centroizquierda maduren.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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