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Impostura Opinión

Impostura

Juan Legal
Por : Juan Legal El nombre de este perfil corresponde a un seudónimo para proteger la identidad de su autor/a
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Una cosa es cuestionar y criticar al actual Gobierno, y enfrentar sus torpezas, pero otra muy distinta es prestarse para retroceder en avances sociales, darle cobertura democrática a la extrema derecha y ayudarlos a tomar el poder.


A pesar de que ya no debería sorprendernos, aún a algunos de nosotros nos pesa y nos desconcierta ver a antiguos compañeros y camaradas, amigos desde hace tanto tiempo, expresando su apoyo a la aprobación del texto constitucional emanado desde el Consejo Constitucional e, incluso, llamando a votar “A favor” del mismo en el plebiscito de salida a realizarse el 17 de diciembre próximo. Tal vez será cierta esa afirmación que invita a entender y no refutar a aquellos que, más allá de nuestra incredulidad, ya no siguen siendo los mismos. 

Han cambiado, puede ser que aún recuerden en forma efímera la falta de convicciones democráticas, el dogmatismo y la prepotencia histórica de sus nuevos aliados, esos que durante la dictadura miraban para el techo al ser interpelados por nosotros, encarándolos frente a las violaciones de los derechos humanos cometidas sistemáticamente durante 17 años. 

Es cierto y totalmente legítimo que se cambie de opinión, que ya no hay affectio societatis entre socialistas y democratacristianos, que los que eran cercanos entonces hoy tampoco son los mismos, que el Partido Comunista no formaba parte de la Concertación y que en la actualidad parece ser el principal partido de gobierno, que muchos dirigentes de izquierda, incluidos el Frente Amplio y Apruebo Dignidad, estuvieron por imponer una Constitución octubrista, en fin, que muchos renegaron de la Concertación y proclamaron una suerte de superioridad moral sin base, falsa, ofensiva para todos los que apoyamos a esos gobiernos que dejaron una vara alta que los engreídos reemplazantes no han sido capaces de alcanzar ni cercanamente. 

En fin, todo eso y mucho más es cierto, pero aun así nada justifica ser los nuevos socios o aliados de la derecha. 

Una derecha impresentable que agota sin pudor su existencia en la defensa de los intereses económicos de unos pocos, que tiene débiles convicciones democráticas, que imposta la voz cuando se habla de derechos humanos, que quiere una Constitución inmodificable y que no le da asco liberar a Krassnoff y a todos esos torturadores y asesinos. 

Una cosa es cuestionar y criticar al actual Gobierno, y enfrentar sus torpezas, pero otra muy distinta es prestarse para retroceder en avances sociales, darle cobertura democrática a la extrema derecha y ayudarlos a tomar el poder, siendo cómplices del mayor retroceso social y cultural desde el término de la dictadura.

Aliarse con ellos es colaborar a que Kast pueda ser Presidente de Chile. Así de claro y así de grave. Y no digan que no lo saben o que si bien es cierto no es menos cierto.

Como decía Radomiro Tomic, cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana.

Es cierto que la izquierda socialdemócrata está desdibujada, pero –digan lo que digan– hizo un gran aporte al país al asumir una profunda autocrítica, especialmente, de lo que fue su justificación de la violencia durante los años 60 y parte de los 70.

¿Qué autocrítica ha hecho la derecha? Ninguna.

Para ellos no quedaba otro camino que el golpe de Estado, una dictadura de 17 años y miles de chilenos muertos, torturados o exiliados, pero además despedidos, estigmatizados, asustados, reprimidos, desinformados, mancillados.

¿Alguno de los de entonces, que ahora apoyan la Constitución de la derecha, puede explicar el cheque en blanco que están dando? 

No cabe duda que es una rendición incondicional, un paso en falso, la impostura completa.

Causa dolor a los de entonces, que seguimos siendo los mismos, cuando los recordamos en la Vicaría de la Solidaridad, en el Grupo de los 24, en el comando del NO y en la Concertación.

Qué pena por ellos y qué pena por Chile. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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