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Balance económico Chile 2023: revisitando a Robert Solow Opinión

Balance económico Chile 2023: revisitando a Robert Solow

Cristian Gutiérrez
Por : Cristian Gutiérrez académico de la Facultad de Ingeniería y Empresa, Universidad Católica Silva Henríquez
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Terminando este 2023, el balance de nuestra economía no da para celebraciones.


 Si bien la inflación ha sido controlada por la acción decidida y oportuna de nuestro Banco Central, prácticamente todas las proyecciones indican que este 2023 nuestro PIB crecerá 0%, esperando un crecimiento de solo 1,8% en 2024, según cifras de la OCDE. 

Este paupérrimo desempeño se prolongará por mucho tiempo, toda vez que nuestro PIB tendencial, es decir, aquel que se relaciona con la capacidad de crecimiento de mediano plazo de la economía, es de apenas 1,9% para la próxima década según cálculos del Banco Central; cifra del todo insuficiente para un país que sigue anhelando alcanzar el desarrollo.

Lo anterior es grave si atendemos que lo que está detrás son tremendas falencias estructurales: estancamiento de la productividad, elevadas y persistentes desigualdades, baja calidad de nuestra educación, altas barreras reglamentarias (“permisología”), alta debilidad institucional debido a la delincuencia y los recientes escándalos de corrupción, más un sistema político que no da para más. A las reformas sociales pendientes y urgentes, se requiere volver a una pregunta que ha estado ausente en el debate público durante mucho tiempo: ¿Cómo volver a crecer?

Muchos analistas coinciden en esto, pero las respuestas siguen pendientes, como rememorando aquello del “residuo de Solow” (a partir del célebre modelo del recientemente fallecido Premio Nobel Robert Solow) y que refiere a todo aquello que explica por qué una economía crece, más allá de la acumulación de capital y trabajo, pero que no sabemos identificar claramente.

En las últimas décadas, las y los economista han alcanzado importantes consensos respecto de la credibilidad de la política monetaria a partir de bancos centrales autónomos e independientes y la fijación de metas inflacionarias; lo que ha permitido lidiar de manera efectiva con el flagelo de la inflación de manera global; sin embargo, en lo que respecta a las políticas de crecimiento, el consenso es más difuso y las recetas más diversas. 

Más allá de lo anterior, lo que sí sabemos es que aumentar nuestra productividad es esencial, pero entendida ésta de un modo más amplio que el tradicional cociente entre la producción (PIB) y el número de trabajadores o las horas trabajadas. Me refiero a una productividad sistémica, que se traduzca en un entorno favorable a la inversión, dinamizador de nuestras exportaciones y motor de bienestar. En este sentido una serie de reformas permitirían marcar esta senda partiendo desde tres pilares básicos: modificar nuestro sistema político, fortalecer nuestro capital humano y la urgente modernización del Estado. 

En fin, la nueva agenda procrecimiento debe poner a la productividad en su centro, porque, como lo recuerda el Premio Nobel Paul Krugman, en el corto plazo la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo lo es casi todo.     

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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