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¿Cómo está la salud mental de nuestros niños y niñas? Opinión

¿Cómo está la salud mental de nuestros niños y niñas?

Carmen Ibarra Toro
Por : Carmen Ibarra Toro profesora de danza e instructora de pilates integral, con 42 años de experiencia trabajando en el área corporal. Es autora de dos libros sobre cuerpo y desarrollo infantil.
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¿Qué proponer desde la corporalidad? Primero, es fundamental visibilizar el rol que tiene nuestro cuerpo como motor del desarrollo de la inteligencia y como base del bienestar físico-mental-emociona-espiritual, pues somos una unidad indivisible.


Es usual que los adultos digamos que “el futuro está en nuestros niños y niñas”, pero en realidad quienes estamos moldeando y esculpiendo su futuro somos los adultos, padres, madres, educadores, cultura, sociedad, paradigmas. La pregunta es qué mundo les estamos entregando.

Según la Unicef, la infancia es la época para estar en la escuela y en los lugares de recreo, crecer fuertes y seguros de sí, recibir amor y estímulo de la familia y de una comunidad amplia de adultos. Esta definición se refiere al estado y la condición de vida de un infante, a la calidad de esos años.

En la práctica los hechos son muy distintos. De acuerdo a un estudio del 2019 realizado en 24 países del mundo por la directora del Departamento de psiquiatría y salud mental de la Universidad de Chile, Mónica Kimelman, y el doctor en psicología infantil, Felipe  Lecannelier: “los niños chilenos menores de 6 años sufren la peor salud mental del mundo; la prevalencia de trastornos como ansiedad, depresión y conductas agresivas a nivel global es de un 5%, y en nuestro país afectan a entre un 12% y un 16% de los preescolares y, en muchos casos, puede llegar al 20% o 25%”. 

Existen muchos países con menor apoyo a la infancia y que no participaron en la investigación, pero es igualmente preocupante. Adultos estresados traspasan su estrés a quienes están criando. Otra pregunta relevante es, qué provoca el exceso de tecnología en el cuerpo de niños y niñas. Según la OMS, los índices de obesidad  ubican a nuestro país en el primer lugar en Latinoamérica y sexto a nivel mundial. Estos resultados tienen que ver con la alimentación –lo que podría generar un estudio aparte–, pero además nuestras experiencias corporales se han ido reduciendo considerablemente producto del sedentarismo, del exceso de información, redes sociales, videojuegos, celulares y computadores. Esto mismo hace que los niños y niñas permanezcan más tiempo en espacios cerrados y tengan poco contacto con sus pares y con la naturaleza. El exceso de estímulos de la modernidad deja poco espacio para la creatividad. 

¿Qué proponer desde la corporalidad? Primero, es fundamental visibilizar el rol que tiene nuestro cuerpo como motor del desarrollo de la inteligencia y como base del bienestar físico-mental-emociona-espiritual, pues somos una unidad indivisible. Generalmente vemos a nuestros niños niñas segmentados disociados, entonces la propuesta es un desarrollo integral en que el cuerpo sea visto como una casa en la que viven las emociones, sensaciones y pensamientos en un todo integrado. 

La invitación es a observarnos, explorar nuestros recuerdos de infancia en relación a temas como los cuidados, la salud, los afectos, las enfermedades, los juegos, la cultura, la religión, la amistad, las posturas, la sexualidad, los juicios, la espiritualidad, y todos aquellos elementos que recibimos y que consideremos relevantes a la hora de constituir nuestro paradigma, nuestras propias creencias, nuestra manera de ser como adultos.

Involucrarnos como padres, madres, abuelos, abuelas, individuos, educadores, psicólogos, psiquiatras, médicos, y como sociedad en acompañar a nuestros niños y niñas para que su mundo sea más ancho y menos angosto. Que puedan observar y aprender del vuelo de las aves, de la línea de las hormigas, de la organización de las abejas, de los elementos de la naturaleza, de las estrellas, del transitar de su propio cuerpo en libertad. Que todo su aprendizaje sea con respeto hacia sí y hacia las demás personas, que integren sus conocimientos, que comprendan el mundo que les rodea, que tengan experiencias y ejemplos de afecto entre adultos, como de los adultos hacia ellos. No hay manual que nos enseñe la compleja tarea de la mater-paternidad, pero la observación atenta, consciente y responsable de nuestros niños y niñas puede hacer la diferencia.

 

                                                                     

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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