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Huachipato y los datos de la causa Opinión

Huachipato y los datos de la causa

Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
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A los políticos chilenos poco les importan los datos de la causa, los recados de las ciencias, los informes de organismos internacionales y la cruda realidad del mundo actual.


El acero chileno ha sucumbido frente la mayor fábrica del mundo. Se trata de una fábrica administrada por un partido único cuyo régimen se propuso, de manera eficiente y vertiginosa, salir a conquistar el libre mercado de las democracias liberales (el becerro de oro de Occidente). En China, la ley obliga a que todos los sindicatos se integren dentro de una única organización sindical (la ACFTU) permitida por las autoridades y subordinada al Partido Comunista chino. En este país, se trabaja mucho más de 40 horas a la semana y la mano de obra es más rápida, eficiente y cobra menos que la de países como el nuestro. Súmele a lo anterior el que China posee los puertos más modernos del presente, con capacidad para exportar e importar toneladas de materias primas y productos de fabricación propia. En Chile, el puerto de Valparaíso está en el vergonzoso lugar 188 en el ranking de eficiencia de puertos y San Antonio en el puesto 253. 

Por más que los dirigentes sindicales de Huachipato amenacen con protestas, cortes de ruta o similares, no lograrán convencer a este, ni a otro Gobierno de turno, de aumentar los aranceles al acero chino. De hecho, en Estado Unidos, ni el ultraderechista Trump, ni el socialdemócrata Biden, más allá de sus amenazas retóricas (incluida la de reclamar dumping a los asiáticos), han logrado proteger a su industria de la ola exportadora del gigante asiático: los volúmenes de exportación de acero chino a USA aumentaron un 14% interanual durante el primer trimestre.

De acuerdo con el reciente pronóstico de crecimiento económico realizado por el FMI, este año el gigante asiático llegaría a un crecimiento del 5% de su PIB y solo sería superado por India, que crecería al 6%. Por ahora, son los chinos quienes salen a conquistar el mundo con su economía en ascenso y sus más de 1.400 millones de habitantes como potencial mano de obra. Pero, de seguro, mañana será India la que ocupará ese sitial por tratarse de un país que pronto superará a China en cantidad de habitantes y cuya economía ya se ubica como la quinta más grande del mundo. 

Recientemente, la  agencia Standard & Poor’s Global Ratings dijo en un informe que India seguirá siendo la economía principal de más rápido crecimiento y está en camino de convertirse en la tercera economía más grande del mundo para 2030. Según la agencia, se espera que el PIB de la India se dispare de alrededor de $ 3,5 billones en 2022 a una asombrosa cifra de $ 7,3 billones para 2030. Esta rápida expansión económica impulsará a India más allá del PIB de Japón para 2030, solidificando su posición como la segunda economía más grande en la región de Asia y el Pacífico y la tercera más grande a nivel mundial, dejando a Alemania a su paso. 

Entre los factores positivos que impulsan a la India hacia adelante está su clase media masiva y en rápida expansión, lo que alimenta el gasto de los consumidores en el país. Además, se espera que la transformación digital en curso que revoluciona a la India acelere significativamente el crecimiento del comercio electrónico y reformule drásticamente el panorama minorista de consumo en la próxima década. Este cambio ya ha atraído a las principales multinacionales mundiales de tecnología y comercio electrónico al mercado indio, deseosas de captar una parte de esta oportunidad floreciente.

Más allá de estos dos factores principales, el organismo destaca varios otros elementos que se espera que contribuyan al aumento económico de la India en los próximos años. Estos incluyen una población joven (algo que China no posee) y cada vez más productiva, un entorno de políticas gubernamentales de apoyo, el aumento de las inversiones en el desarrollo de infraestructuras y un próspero ecosistema de startups rebosante de innovación.

Resulta tragicómico exponer estas cifras relativas al desarrollo y crecimiento económico de dos gigantes como China e India, al mismo tiempo que, desde este último lugar del mundo luego de la cordillera (citando a Ricardo Montaner), escuchamos a algunos políticos hablar de la defensa del acero y de todas las materias primas de Chile a costa de imponer aumento de aranceles a las principales economías del mundo. Es triste asomarse a escuchar estas cantinfladas de boca de parlamentarios o incluso de algunas autoridades, al mismo tiempo que vemos la decadente realidad de los puertos de San Antonio y Valparaíso (pretender ser competitivos sin puertos de calidad es una niñería).

Resulta patético ver en los matinales, una y otra vez,  las fanfarronadas nacionalistas (de derecha a izquierda) pidiendo cerrar las fronteras, al mismo tiempo que los datos de la causa ( como los del INE) nos indican que nuestra tasa de natalidad está llegando a cifras similares a las de la vieja Europa (¿de verdad creen que un país pequeño y de viejos puede hacer crecer su economía?). 

Y algo que quizás sea lo más grave en el estado del arte actual: resulta imperdonable seguir viendo el circo político de los últimos días, al mismo tiempo que gran parte de Chile, en pocos años, se quedará sin agua. Nuestro país sin agua en el norte y en su zona centro sur, está condenado a la pobreza (¿entonces habrá que salir a subsidiar a las empresas privadas que se queden sin agua para su producción?).

A los políticos chilenos poco les importan los datos de la causa, los recados de las ciencias, los informes de organismos internacionales y la cruda realidad del mundo actual. A los políticos chilenos les interesa la palabra fácil, el aplauso de la galería de turno e intentar tapar, con sus ancianos dedos, el apabullante sol naciente que asoma, de manera inexorable, desde el Pacífico Sur.            

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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