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Réplica a carta de la Dra. Danuta Rajs sobre columna “COVID-19: prescindir de información útil … un traspié epidemiológico letal”.

Por: Felipe Cabello, Alejandra Matus y Marcelo Matus


Señor Director:

Agradecemos a la Dra. Danuta Rajs, exdirectora del Departamento de Estadísticas de Información de Salud (DEIS), su comentario sobre nuestra columna “COVID-19: prescindir de información útil … un traspié epidemiológico letal” publicada el 27 de mayo en El Mostrador. Creemos que el diálogo sobre estos tópicos de vida y muerte son esenciales en una democracia y para proteger la salud de la población en esta epidemia y en otras situaciones, que gravan la salud de la población y desafían la capacidad de sus servicios de salud pública.

La Dra. Rajs cuestiona que usemos en nuestra columna como fuente de mortalidad las defunciones inscritas en el Registro Civil. Afirma, como lo ha dicho el Ministro de Salud, que ese es un registro incompleto, que está continuamente agregando información de las muertes ocurridas, e incluso aquellas ocurridas fuera de Chile. Según ella, las causas exactas de muerte son precisadas por el DEIS y el INE en un proceso posterior. También indica que en las mediciones de la mortalidad es necesaria la corrección demográfica y expresar las cifras en tasas por 100.000 habitantes. La Dra. Rajs asegura que el exceso de muertes registradas en 2020 está dentro de los límites esperados, basado en los datos del DEIS/INE, oficiales y publicados hasta 2017, datos que ella reconoce como “provisorios” para los años 2018-2020.

Reconociendo la importancia de la labor del DEIS/INE, creemos que la información revisada de causas de muertes que menciona la Dra. Rajs es irrelevante para el cálculo del exceso de muertes. Este indicador se entiende como la diferencia entre defunciones reportadas en condiciones de crisis respecto del número de defunciones esperadas en condiciones normales. Para este cálculo el conocimiento de la las causas específicas de muerte es innecesario.

De hecho, la relevancia del indicador de exceso de muertes, que usualmente se presenta en valores absolutos, radica en que puede ser calculado, analizado y monitoreado independientemente de los problemas de diagnóstico equivocado o sub-reporte de muertes por alguna causa específica, lo que naturalmente ocurre en momentos de crisis sanitaria.

Es por esta razón que el exceso de muertes es utilizado por organismos técnicos de salud y publicaciones alrededor del mundo (EuroMOMO, Europa; CDC y NCHS, USA; The NYT, The Economist, etc.) como una de las herramientas más valiosas y objetivas para evaluar el real impacto social y económico de ésta y otras pandemias. Estos cálculos se han hecho en otros países usando datos de instituciones equivalentes al Registro Civil en Chile, sin requerir de las causas de muertes.

Sin embargo, en otros países los organismos competentes sí proveen de más información relevante, con la que también cuenta el Registro Civil, pero la cual se ha negado reiteradamente a entregar, como datos desagregados de fechas de defunción, sexo y edad, que ayudaría de sobremanera a precisar cuál es el valor “normal” o esperado de muertes que debiese usarse para mejorar el indicador de exceso de muertes.

El análisis estadístico por Chi cuadrado que hiciéramos de las cifras crudas (brutas) de mortalidad para el mes de marzo de 2020 obtenidas del Registro Civil, sin corregir por el aumento de población que en los últimos seis años ha sido del 7.6% y de 2019 a 2020 del 1.9%, arrojó un exceso de muertes para marzo de 2020 de 856 comparados con los cinco años anteriores. Como decimos en la columna, el diagnóstico de enfermedades respiratorias agudas, probablemente por COVID-19, aumentó aceleradamente en la segunda mitad de marzo hasta llegar a 31.638 casos y el deceso de algunas de esas personas puede haber contribuido a la mortalidad observada.

Además, más allá del análisis estadístico, complementa nuestra investigación la evidencia obtenida en terreno con métodos periodísticos, que incluye casos concretos de personas cuyos certificados de defunción no registran COVID -19 como causa de muerte, aunque los fallecidos dieron positivo al ensayo RT- PCR. También el aumento de defunciones con causas respiratorias y en las cuales, solo una fracción, se inscriben como COVID-19. Testimonios de dueños de funerarias que relatan haber sido informados de casos positivos pero no anotados como tal en los certificados oficiales; fallecimientos domiciliarios en que, a pesar de la sospecha de COVID-19 , este diagnóstico careció de una confirmación molecular, y por último las estadísticas de tres grandes cementerios (Cementerio General, Cementerio Playa Ancha y Cementerio Metropolitano) que detectan aumentos significativos de funerales en los últimos tres meses, particularmente por causas respiratorias y que solo una fracción menor de ellas aparece como caso COVID-19 en alguna de sus causales.

Sin lugar a dudas el tópico del exceso de muertes excesivas por COVID-19, diagnosticadas y sin diagnosticar, es un importante aspecto de esta y otras pandemias, y esencial de clarificar para determinar su negativo y real impacto para la salud de la población.

Agradecemos una vez mas a la Dra. Rajs su carta y por darnos la posibilidad de reflexionar más sobre el tema. Considerando su legítima preocupación sobre la precisión de este indicador, quizás ella pudiese sugerir a las autoridades del Registro Civil que la información relevante para mejorarlo no sea solo privilegio del DIES/INE, sino que sea pública para académicos y profesionales de la salud. Esto ayudaría a resolver varias de las preocupaciones de la Dra. Rajs y ayudaría también a los encargados de tomar las decisiones sobre cómo enfrentar esta pandemia con una mejor y más completa información.

Felipe Cabello, Alejandra Matus y Marcelo Matus

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