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En defensa de la incrementalidad Opinión Crédito foto: arquitectura.cl

En defensa de la incrementalidad

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Rodrigo Mora y Margarita Greene
Por : Rodrigo Mora y Margarita Greene Rodrigo Mora, Universidad de Chile, Investigador CEDEUS Margarita Greene, Pontificia Universidad Católica de Chile, Investigadora CEDEUS
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El jueves 14 de julio este medio publicó una columna de Maximiano Atria titulada “Media casa no es una casa”. En ella el autor cuestionaba duramente al arquitecto Alejandro Aravena, creador con otros del proyecto Elemental, por su consideraciones proyectuales y resultados habitacionales. Junto a lo anterior, el proyecto planteaba una serie de cuestionamientos sobre la vivienda incremental o progresiva y a la política de vivienda chilena en general. Consideramos preocupante la serie de opiniones sin fundamento que el autor lanza contra la incrementalidad en la vivienda, así como la descalificación generalizada de la política de vivienda chilena.

En primer lugar, consideramos que el proyecto Elemental es un aporte a la vivienda social en nuestro país, tanto en términos simbólicos como habitacionales. Respecto a lo primero, es refrescante ver a un arquitecto aplicar diseño de primer nivel a un edificio más bien modesto o cotidiano: la casa mínima. Respecto a lo segundo, celebramos que retome la incrementalidad, una modalidad habitacional implementada en Chile desde los años sesenta, y la reviva construyendo viviendas mejorables en el tiempo en versión 2.0 . De hecho, es evidente que lo que entrega Elemental es mucho más que “media casa”: los habitantes reciben un suelo urbanizado, las instalaciones (incluyendo en algunos casos paneles solares) y un espacio habitable terminado, teniendo que agregar el piso y un par de muros para alcanzar una vivienda adecuada. Si bien es cierto que puede haber aspectos proyectuales cuestionables del proyecto Elemental, esto es aplicable a cualquier proyecto de arquitectura.

En segundo lugar, la incrementalidad, es un proceso continuo de prácticamente toda vivienda donde sus habitantes van adaptando la edificación para satisfacer sus preferencias y necesidades cambiantes. Desde los años 60, se constató que entender esta realidad nos permitía encauzar el importante aporte que hacen los pobladores en la construcción de su hábitat, así como los beneficios que dicho proceso puede tener sobre la comunidad misma. Investigaciones realizadas en Chile y en Latinoamérica muestran que la incrementalidad permite a las familias construir una narrativa conjunta con sus vecinos, reforzar lazos comunitarios, generar redes de apoyo, y que las personas se vuelvan activos constructores de sus vidas.

Para el autor la incrementalidad genera tejidos urbanos deteriorados (opinión que no fundamenta), pues es mucho mejor entregar una vivienda nueva que una susceptible de ampliar.  Basta darse una cuenta por el sur de Santiago para evidenciar que los tejidos urbanos más deteriorados están en las poblaciones sociales de viviendas “definitivas” (los famosos bloques tijera de tres pisos), que no fueron concebidos para ser ampliados. El deterioro de muchos de estos tejidos se debe principalmente a la pobre infraestructura pública (plazas, paraderos, veredas), pero no es una consecuencia de la incrementalidad.

Por otro lado, el autor cuestiona la entrega en propiedad de la vivienda social, promoviendo un sistema de “vivienda provista por el Estado, entregada en arriendo protegido a los usuarios”. Estimamos que una de las grandes fortalezas de la política de vivienda social por la que ha transitado Chile y  países Latinoamericamos, ha sido su capacidad de ir adaptándose a lo largo del tiempo de acuerdo a las necesidades. De hecho, después de la fase donde se apostó fuertemente por la incrementalidad, se pasó al modelo neoliberal (entrega de subsidios individuales y débil planificación urbana) y en los últimos años hemos dado paso a programas integrales y diversos. En esta línea se han incluido desde programas de arriendo protegido como los que él autor propone, se ha continuado con políticas de subsidio, hasta programas “incrementales” que están construyendo el hábitat residencial de los barrios más deteriorados. La solución, en síntesis, no es única ni  fácil,  y la clave es aprender de los errores, y aciertos, del pasado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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