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Provoste: ¿Candidata y presidenta? Opinión

Provoste: ¿Candidata y presidenta?


Tras la oficialización de la precandidatura de Yasna Provoste como carta presidencial, tanto en el oficialismo como en el Partido Socialista y el Partido Radical, surgieron voces que la emplazaron a renunciar a su testera en el Senado. La ex ministra de Educación, sin embargo, descartó dejar el cargo, y los comités de senadores de la oposición emitieron una declaración expresando su ‘su total confianza en la gestión que desarrolla la actual Mesa del Senado y su apoyo para que siga ejerciendo su labor de conducción de la Corporación’. La situación no dejó contentos a los contrincantes de Provoste en la primaria que se llevará a cabo el 21 de agosto. Paula Narváez (PS) manifestó que la doble condición de la también ex gobernadora de la provincia de Huasco generaría una asimetría con respecto a los otros postulantes de Unidad Constituyente. Carlos Maldonado (PR), en tanto, aseguró que se trataría de una conjunción que la ciudadanía no juzgaría de buena manera.

Si bien es cierto que en ocasiones anteriores ha habido candidaturas que han ostentado altos cargos mientras compiten, eso no significa, bajo ninguna circunstancia, que aquello apunte en la dirección correcta. Lo sensato, en estas circunstancias, es que la militante de la Democracia Cristiana de un paso al costado y deje la presidencia del Senado.

Inclinarse por aquella decisión es prudente por varias razones. La más evidente es que, en caso de seguir con sus funciones, los límites entre el rol de la candidata y el de la presidenta del Senado inevitablemente se comenzarán a difuminar. ¿Alguien cree, acaso, que las vocerías oficiales de la primera autoridad de la Cámara Alta no estarán cuidadosamente pulidas para evitar contrariar a su electorado? Es evidente que, de no renunciar a la presidencia, Provoste tendrá que adaptar su labor a la nueva condición que ostenta. Aquello, naturalmente, le impedirá cumplir sus funciones de manera eficaz.

Por otro lado, y atendiendo a los argumentos de Narváez, es al menos incoherente que una candidata como Provoste, que ha hecho gala de su preocupación por la igualdad de oportunidades y condiciones, no aproveche de dar el ejemplo cuando se le presenta la oportunidad. Su tribuna es una clara ventaja frente a sus contrincantes y, si bien no está cometiendo ningún pecado ni delito al mantenerla, si se está alejando del discurso que ha enarbolado durante los últimos años. Somos lo que hacemos, decía Sartre.

Para finalizar, no está de más mencionar que la presidencia del Senado, dada la autoridad que ejerce en nuestra legislación, es un cargo de una profunda influencia. Provoste, al liderar la Cámara Alta, cuenta con un acceso mucho más directo a cualquier autoridad, ya sea esta del mundo público o privado. Estas, a su vez, también pueden ser eficaces a la hora de permear los entornos en los que se desenvuelven e inclinar la balanza hacia quienes piensen que representan mejor sus intereses.

En síntesis, la candidata de la Democracia Cristiana corre esta carrera en un Porche, mientras que Narváez y Maldonado deben conformarse con ir trotando. Lo sensato es que Provoste renuncie a la presidencia del Senado y contribuya a que la elección de agosto sea una contienda lo más justa posible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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