Publicidad
El sistema de acceso a la educación superior: instrucciones para su uso según clase social Opinión

El sistema de acceso a la educación superior: instrucciones para su uso según clase social


Si usted es un joven de una comuna o una familia acomodada que está por graduarse de enseñanza media, seguramente querrá continuar estudios en la educación superior, en una carrera profesional y, en lo posible, en una universidad prestigiosa.

Para usted la política pública ha dispuesto un “Sistema de Acceso”, creado por la Ley 21.091, que opera en una plataforma electrónica (https://acceso.mineduc.cl/). A través de ella podrá participar de un proceso de admisión centralizado, informarse de la oferta académica de 45 universidades, inscribirse para rendir los test de admisión y postular a 1.993 carreras, dictadas de Arica a Punta Arenas. Luego podrá también informarse de los resultados de selección. Todo, sin moverse de su casa.

Ahora bien, si usted no tiene la suerte de provenir de una comuna o familia acomodada, quizás esté indeciso entre trabajar o continuar estudiando una carrera técnica o una profesional, en un Centro de Formación Técnica o Instituto Profesional.

Si opta por lo segundo, cumplimos con advertirle que no le será fácil tomar la decisión. La plataforma del Sistema de Acceso le propondrá informarse de manera dicotómica: “Sistema universitario” y “Sistema técnico-profesional” (hay dos botones diferenciados). En el segundo caso podrá encontrar la oferta de los Centros de Formación Técnica y los Institutos Profesionales (3.714 carreras). Allí se enterará que, por su cuenta y costo, deberá entenderse directamente con las instituciones de su interés para resolver cara a cara los requisitos, plazos y procedimientos de selección y matrícula de cada una. No hay criterios académicos objetivos para determinar su ingreso, más allá del orden de llegada. Ni tampoco una coordinación nacional, como en la caso de las universidades.

Le sugerimos, sin embargo, que de todos modos pinche el botón del “Sistema universitario”. Ahí constatará con sorpresa que, además de las carreras profesionales de admisión centralizada, se ofrecen carreras técnicas dictadas por universidades, que no aparecen al presionar el botón correspondiente a ese tipo de formación (849 carreras). Por desgracia, el Sistema de Acceso le informará que también en estas deberá entenderse con cada universidad respecto de los procedimientos de ingreso. De seguro primará nuevamente el orden de llegada.

Hasta aquí las instrucciones y esta triste ironía.

Nos parece que segmentar la información conforme a las categorías “Sistema universitario” y “Sistema técnico-profesional” no se corresponde con la diversidad de la oferta formativa, ni con la toma de decisiones la que se enfrentan los postulantes. Además, al definir ambas categorías sobre la base de las instituciones (CFT, IP, Universidades) y no de acuerdo a la naturaleza de las carreras, se informa de manera errónea la oferta, ocultando a los ojos de los futuros estudiantes las carreras técnicas de las universidades.

Más allá de este aspecto que podría ser juzgado de procedimental, nos parece mucho más grave que, mientras en las carreras universitarias de admisión centralizada, se aplican criterios y mecanismos objetivos de ingreso, y un calendario nacional, que facilitan el proceso al postulante y lo protegen contra tratos arbitrarios, en el sistema técnico-profesional (y en aquella misteriosa parte semioculta de las carreras técnicas universitarias) se utiliza la “admisión directa”. En otras palabras, el sistema le dice: “Arréglatelas solito o solita”. Justo en aquella parte de la oferta a la que acceden mayoritariamente quienes más necesidades de orientación tienen.

En suma, a unos se entrega un panorama diáfano y un proceso único y protegido para la resolución de su transición a la educación superior. A otros, si deciden estudiar, se les abandona frente a una maraña de información, solo digerible por iniciados.

Lo increíble de esta historia es que esto era lo mismo que ocurría antes del Sistema de Acceso. Su creación, entonces, es un ejemplo extraordinario del gatopardismo criollo: “Es preciso cambiarlo todo para que nada cambie”.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias