Publicidad
Cuando las ciencias no “comprenden” las políticas en arte Opinión

Cuando las ciencias no “comprenden” las políticas en arte

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
Ver Más

Querer formar un “Instituto Público de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales para el futuro de nuestros pueblos” por parte del gobierno podría crear un tipo de escuela conducente, pero el trabajo de los símbolos, sean los que sean estos, siempre van un paso más adelante que el trabajo de formación de los mismos por parte de instituciones universitarias como también se propone en el plan. Es muy importante lo que se pueda dar como interdisciplinariedad, pero, a la vez es muy importante no confundir lo que respecta a los estudios de un campo que no pocas veces reduce los del otro.


En no pocas ocasiones he repetido sobre la gran “distancia” ontológica de la “política profesional” y las artes. En esta situación se encuentra, también, el estudio serio vinculado a las humanidades, particularmente filosofía. El problema crece cuando el campo científico general -incluyendo las ciencias sociales- le ocurre algo análogo, a pesar de la multiplicidad de estudios sociales sobre el arte existente, los cuales, en su inmensa mayoría, sobre todo en la fuerte interrelación que se comenzó a dar en el mundo, desde la primera mitad del siglo pasado, donde se potenciaron los estudios sociales sobre las artes y la incorporación de las artes en lo social como producción, o interrogante política, en lo que podría parafrasearse, a partir de Canclini, como la producción social de símbolos.

Si bien, lo que podríamos abarcar como la puesta en tensión vanguardista al arte individual(ista) desde los estudios sociales sobre las condiciones de producción, difusión, consumo, etc., como uno de los aspectos generales positivos a los que el arte ya no podía sustraerse, el problema actual radica en que los estudios sociales académicos aún continúan (mayoritariamente) estableciendo regularidades sociológicas a los estudios (tanto cualitativos como cuantitativos) sobre las artes, las cuales, “por el contrario”, buscarían subvertir lo regular en la puesta en crisis de los símbolos, a pesar de vincularse -o no- a las relaciones estéticas de lo político y social.

Esta brecha es aún mayor, cuando las llamadas “ciencias duras” entran a intentar trabajar y configurar los campos humanistas de, particularmente, la filosofía y las artes. El tema es muy extenso, por lo que esbozaré una síntesis del análisis del problema poniendo el caso del programa nacional de ciencia, tecnología, conocimientos e Innovación del actual Gobierno chileno, donde en uno de sus ítems está lo que han denominado “Conocimientos 2030”, el cual sería un intento de crear una linea de trabajo para impulsar y fortalecer el desarrollo de las artes, humanidades y ciencias sociales. La ejecución de esto estaría a cargo del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para el Desarrollo (CTCI) y la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). Básicamente, ANID trabajaría los temas de acuerdo a las políticas que incorpore el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCiencia). Una de mis hipótesis es que el debilitamiento de las artes nacionales en su participación dura en lo que concierne a la colaboración simbólica del o los “territorios” a partir de la década de los 90, ha dado una fértil producción técnica, y formal, de respuestas a la subjetividad y desconocimiento “humano” en el marco de los descubrimientos científicos a través de una imposición no revisionista de modelizaciones extrapolables a lo individual y lo social. Un ejemplo de esto (que también he repetido y escrito sobre ello) es la populista Ley de Neuroderechos. Una breve crítica que hice a ella, en el 2021, puede leerse aquí. Esta especie de neo-racionalismo me ha mostrado en una reciente experiencia inductiva (no concluyente obviamente) la unión que intentamos desde la Asamblea de Arte Chile con tres organizaciones científicas en la elaboración de normas constitucionales para el histórico fallido proceso. En las distintas discusiones y reuniones que se tuvieron se pudo ver con bastante claridad la distancia que separa a las y los científicos organizados con respecto a lo que entienden o comprenden sobre las artes, las cuales eran tomadas como una especie de accesorio secundario de utilidad política (como sucede con la gran mayoría de las y los políticos que mencione al comienzo). Esta “subjetivación de la misma subjetividad” se evidenció en uno de los temas que más se discutió y que no se llegó a consenso: los “usos” de los conocimientos; y menciono esto, pues en el programa que se inicia en el gobierno se espera, fuertemente, lo relativo a la innovación territorial, cuestión que las y los artistas de la asamblea discutían con mucha fuerza, pues la investigación en artes, la ejecución, distribución y la búsqueda del “consumo” de él no pasan por la aplicabilidad innovadora ni por el pié forzado de las temáticas o recursos territoriales. Para los encargados de la ciencia (incluyendo las sociales) esto último tiene coherencia investigativa y aplicativa; para las artes solo se da en los casos de intereses o búsquedas personales, pero no en una planificación política que fuerce la dirección de lo que podría denominarse como los principios de los “desconocimientos estéticos”. Sobre las actuales junturas que se han estado dando en Chile y el mundo sobre ciencia y arte me referiré en otra columna para no desviarme del punto que intento analizar. Lo que menciono con respecto a la aplicabilidad es solo un ejemplo para mencionar que, de acuerdo a decenios de años de formación disciplinar, no creo sea posible que las y los consejeros de CTCI puedan generar alternativas a disciplinas que no conocen en profundidad. ANID, cuando era Conicyt, se resistía bastante a las investigaciones interdisciplinarias, poniendo bastantes dificultades a proyectos de filosofía y arte por carecer de los mismos métodos de la ciencia. Esto, si bien a cambiado un tanto, aún se encuentran muchas personas en esas instituciones que no sienten validación a estas áreas o disciplinas de estudio.

Querer formar un “Instituto Público de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales para el futuro de nuestros pueblos” por parte del gobierno podría crear un tipo de escuela conducente, pero el trabajo de los símbolos, sean los que sean estos, siempre van un paso más adelante que el trabajo de formación de los mismos por parte de instituciones universitarias como también se propone en el plan. Es muy importante lo que se pueda dar como interdisciplinariedad, pero, a la vez es muy importante no confundir lo que respecta a los estudios de un campo que no pocas veces reduce los del otro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias