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Los cuerpos, las sensibilidades y sus relaciones estéticas con el mundo Opinión

Los cuerpos, las sensibilidades y sus relaciones estéticas con el mundo

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Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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Los cuerpos, en el ethos actual, obedecerían a un imperativo de la distancia como deseo y de acercamiento como necesidad, donde esta última sería de una necesidad utilitarista instrumental: el Otro al servicio de mi en, quizá, muchas de las apariencias del amor. Claramente esto no debiese ser percibido por la gran mayoría en sus vidas, sobre todo si sus discursos y epistemes intentan movilizarse por caminos distintos a ello. También es importante agregar que esta situación no limitaría la generación ontológica de una relación estética con el cuerpo, pero esta última relación genera (y está generando) ese distanciamiento del “sentir con el entorno”.


John Dewey, en el libro “El Arte como Experiencia”, nos menciona que los estatutos jerárquicos y “elevados” en la relación con las artes serían inertes para con el “flujo de las cosas”, o más profundamente, para la relación con la vida. Esta situación es concomitante con la desvinculación del cuerpo y sus “necesidades naturales” (en el amplio sentido), donde el cuerpo entraría en una dialéctica negativa en relación a las oportunidades de experiencias estéticas. Esta “separación” entre “cuerpo culturizado” y las artes podría remontarse a la separación performativa en el teatro anterior al siglo xx que menciona Lichte, donde la narratividad y la expresión somática estaban divididas. Es decir, el cuerpo del actor era un cuerpo semántico, el cual estaba supeditado a las significaciones del texto escrito que se representaba. El actor que no “obedecía” literalmente el texto se encontraba en una posición estética cuestionable y desfavorable.

Sin embargo, una supuesta completa “naturalidad” del cuerpo, en la experiencia estética, “no le bastaría” su sola “libertad” pues, de una forma u otra, la experiencia  de lo estético necesitaría de una “conclusión”, de algún sistema, dispositivo y/o aparato que lo entregue a la “manifestación y traducción, o transducción”, para que, de alguna manera, exista y se nos presente desde los signos correspondientes a una “comprensión delimitada” momentánea: hay un lenguaje que debe “reducir”, de alguna manera, lo incomprensible para intentar imaginarlo, incluso en los sistemas abstractos de mundos posibles donde la narratividad comienza a diluirse.

El “concluir” lo que se relaciona con la sensibilidad de los cuerpos en una desjerarquización de la experiencia estética, donde esta se identifique y viva, de una vez y por todas, en los actos del cotidiano, en las decisiones “profesionales”, en los dominios de la construcción política, etc., nos acercaría a una vinculación virtuosa de la “experiencia del cuerpo con la realidad”, es decir, con el Otro. Laval y Dardot mencionan que el neoliberalismo no debe ya confundirse con un sistema económico ni con una ideología, sino con una racionalidad que dirigiría los propios cuerpos en sus prácticas desde el “interior”. Menciono esto último, pues, si la era estética del cotidiano hoy es parte intrínseca del sistema racionalista neoliberal, entonces este sería un ethos, lo que respondería -como ejemplo simple cotidiano- el por qué desde familias hasta amistades se relacionan competitivamente hasta en reuniones de distención, tanto seriamente o usando el humor como recurso. En este sentido, los cuerpos, en el ethos actual, obedecerían a un imperativo de la distancia como deseo y de acercamiento como necesidad, donde esta última sería de una necesidad utilitarista instrumental: el Otro al servicio de mi en, quizá, muchas de las apariencias del amor. Claramente esto no debiese ser percibido por la gran mayoría en sus vidas, sobre todo si sus discursos y epistemes intentan movilizarse por caminos distintos a ello. También es importante agregar que esta situación no limitaría la generación ontológica de una relación estética con el cuerpo, pero esta última relación genera (y está generando) ese distanciamiento del “sentir con el entorno”. La gran mayoría de los problemas que nos afectan como especie no se solucionarán con medidas solo técnicas; debe ser un cambio ontológico, de episteme y de un giro del ethos, de otra forma estaríamos prolongando lo inevitable y solo parchando estructuras momentáneas y no generando bases de relaciones estéticas en la relación de la juntura de todos los cuerpos, y no solo los cuerpos humanos, sino todos, animados e inanimados. Acá es interesante revisar los planteamientos de Jane Bennett, el cual plantea que ninguna de las materias tendrían una verdadera jerarquía en la vida, es decir, las perspectivas antiguas de pensar las materias activas (el Ser) de las pasivas (las otras cosas del mundo) debiese eliminarse, toda vez que las relaciones físicas, químicas y desconocidas siempre estarían relacionadas con todo lo que existe a través de lo que abarcamos como entendimiento -y no- del mundo, del cosmos, o de la realidad. De cualquier forma, a pesar de la posible abstracción que puedan sentir muchos y muchas en esto último, la verificación -como ejemplo importante- se da en el plano serio de lo ecológico y los ejemplos de lo que Simondon denominó como la tecnoestética, donde los artefactos técnicos tienen una incorporación sensible en el mundo, y la utilidad sería solo una limitación para entender y vivir con todos los entornos posibles, donde los cuerpos se mueven, distribuyen y relacionan con todas las cosas existentes y por existir.

Es importante recordar que lo que se considera, comúnmente, como natural es parte de un proceso de construcción paradójicamente cultural, donde las elecciones estéticas y políticas de la vida nunca se encuentran escindidas de todo el cosmos (y más allá, y acá, de él) con respecto a la belleza de todas las posibles realidades que no se abarcan en los estudios y discursos pragmáticos, y que forman la materia viva y, posiblemente no viva, de todo lo que abarcamos como generadores de las acciones de los cambios en nuestros propios entornos y los que no alcanzamos a ver hoy.   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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