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El Simce: cuando la pandemia sinceró la calidad del sistema Opinión

El Simce: cuando la pandemia sinceró la calidad del sistema

Luis Navarro
Por : Luis Navarro Académico e investigador UNAB Doctor en Educación con especialización en política y gestión educativa
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Los resultados, a su vez, dan cuenta de la importancia de los factores subjetivos en el aprendizaje. La base material es indispensable, pero por sí misma no produce mejores aprendizajes; hacer consciente en el hogar que la escuela importa, darle sentido a la experiencia escolar y asignarle un lugar central en el proyecto personal, sí. En consecuencia, relato, proyecto y referentes positivos deben ser considerados en la estrategia ministerial.


Como era previsible, los resultados del Simce muestran un abrumador panorama en términos de aprendizaje escolar. Confirman el peso del capital cultural y los límites de la escuela; ratifican, sin embargo, que la escuela criticada y postergada puede hacer la diferencia, siempre que el hogar y el entorno así lo entiendan. La pandemia descompuso las condiciones sociales y escolares para enseñar y aprender, ese conjunto de recursos y oportunidades que concurren en el acto educativo. Hizo evidente que el currículo del hogar no siempre armoniza con la cultura y rutinas escolares. Mostró, por último, la épica y la crisis de la docencia. Épica, porque, contra viento y marea, el profesorado construyó una escuela en la ausencia; crisis, porque ello reveló la precariedad en que se desenvuelven, sobre todo en territorios y contextos complejos.

Los resultados, a su vez, dan cuenta de la importancia de los factores subjetivos en el aprendizaje. La base material es indispensable, pero por sí misma no produce mejores aprendizajes; hacer consciente en el hogar que la escuela importa, darle sentido a la experiencia escolar y asignarle un lugar central en el proyecto personal, sí. En consecuencia, relato, proyecto y referentes positivos deben ser considerados en la estrategia ministerial.

Por otro lado, la comprensión lectora, la producción de texto y el razonamiento lógico matemático son estructurantes de las habilidades del siglo XXI. Por tanto, es un error entender ese foco como el objeto de una estrategia de reactivación y no como una política permanente. Atribuir este Simce a la pandemia muestra la tosquedad del análisis.

En cambio, es más razonable distinguir entre los efectos del largo cierre de escuelas y los problemas endémicos. Cuando estuvimos huérfanos de escuela, la pandemia sinceró la calidad del sistema, estancada hace más de una década. Salir del marasmo requiere más que la receta de la efectividad escolar y el modelamiento de prácticas de aula; tampoco es suficiente intervenir dimensiones estructurales y regulaciones.

La prioridad, los recursos y la energía ministerial deben dirigirse a asegurar la continuidad de la dinámica escolar, revitalizar el pacto familia-escuela, acrecentar los grados de autonomía y capacidades del equipo directivo, enriquecer la experiencia cotidiana de los estudiantes, cuidar el tiempo de aprendizaje y acompañar la acción docente en el aula.

Es lo importante y lo urgente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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