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Cancillería a media marcha: la necesidad de impulsar la agricultura, pesca e industria alimentaria Opinión

Cancillería a media marcha: la necesidad de impulsar la agricultura, pesca e industria alimentaria

Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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¿Es el huevo o la gallina? Yo creo que ambos. La falta de suficiente personal profesional adecuadamente capacitado en estas materias conduce a una debilidad estructural en el análisis y el pensamiento crítico, en la realización de estudios y en la formulación de propuestas estratégicas y de políticas. Así, instituciones que “funcionan a medias” conducen –a su vez– a un trabajo rutinario y al conformismo, para también entrar en un frenesí negociador, así como a la normalización del ímpetu de las fuerzas del mercado por sobre las políticas de Estado.


Hace pocos días tuve la oportunidad de publicar en El Mostrador una columna en la que intenté mostrar que estamos “al debe” en materia de política de relaciones económicas internacionales, en particular, en lo referente a comercio internacional. Apunté a la ausencia del Estado en estas materias, argumentando que ha sido el mercado –muy libremente, por cierto– el que ha liderado en estas materias y con serios impactos en la concentración del ingreso, en el desigual desarrollo de las regiones, en la profunda marginación de la población campesina y de los pueblos originarios y, en diversos casos, también en el medioambiente. En última instancia, más allá de la existencia de una “Política de Estado” y de “principios permanentes” que –aparentemente– todos dicen respetar, la política tiende a desvanecerse, desaparecer, o entrar en contradicciones en la aplicación concreta de los principios.

Tengo la impresión de que el trabajo de la Cancillería y de la Subrei parecen no figurar en las prioridades de la administración, excepto en algunos temas contingentes. Grave déficit, por ciertoen particular, en un país pequeño como Chile–, pues las relaciones económicas internacionales y el comercio son un componente esencial de las políticas de desarrollo económico, contribuyendo a la posibilidad de industrializarnos, diversificar nuestra economía y de crear empleos. Igualmente, junto a los países de América Latina, nos dan el poder de negociación, para actuar unidos en la defensa de nuestros intereses económicos. Creo que –debido a la ausencia de cooperación regional estrecha en este ámbito– estamos hipotecando las posibilidades de desarrollo futuro de nuestra región y de Chile.

En esta columna, en tanto, intento mostrar que a la falta de políticas en lo relativo a relaciones económicas y comercio internacional hoy se suma la debilidad de las instituciones del Estado para enfrentar los desafíos que ello representa, debilidad que parece acentuarse día a día. 

¿Es el huevo o la gallina? Yo creo que ambos. La falta de suficiente personal profesional adecuadamente capacitado en estas materias conduce a una debilidad estructural en el análisis y el pensamiento crítico, en la realización de estudios y en la formulación de propuestas estratégicas y de políticas. Así, instituciones que “funcionan a medias” conducen –a su vez– a un trabajo rutinario y al conformismo, para también entrar en un frenesí negociador, así como a la normalización del ímpetu de las fuerzas del mercado por sobre las políticas de Estado, que devienen en un fin en sí mismo y, finalmente, a la “entrega” de nuestras relaciones económicas internacionales al “poder” del mercado. Pero, la ausencia de una política de relaciones económicas internacionales y comerciales –que convive con una gran debilidad institucional– ocurre en momentos de grandes transformaciones globales. Todo esto ha sido ciertamente heredado, pero hoy se agrava y se hace necesario revertir el vertiginoso descenso de esta “espiral”.

Le creo, y también tengo confianza en el canciller. Recién instalado en su cargo, en un foro virtual con una audiencia de la London School of Economics (LSC) destacó que “si bien se deben valorar marcos generales de integración regional … la apuesta de Chile es por buscar aquellas áreas de convergencia en donde tenemos intereses comunes. Y a partir de esos intereses comunes seguir construyendo una integración que vaya avanzando. Enfrentar con cierto pragmatismo, para ir superando dificultades que han existido en períodos anteriores” (mi énfasis). Recientemente, en entrevista con El País, el canciller reiteró nuevamente que “para nosotros es prioritaria la relación con América Latina, y, en especial, con América del Sur”. Para, a continuación, en relación con Unasur, dejar en veremos la reincorporación de Chile, entre otros motivos, porque este grupo aún excluye de su agenda los temas de integración económica.

Quedo con la firme impresión de que al canciller sí le interesa avanzar en el tema de la integración económica regional y por eso le hago llegar un par de ideas, al estilo carta abierta. No obstante, creo difícil que le llegue el mensaje, pues en Chile hace mucho tiempo dejamos de intercambiar ideas y conversar, sin caer en la confrontación. Pero, ahí va el mensaje –sin vergüenza por catetear–, ya que creo necesario conversarlo: la necesidad de “reacomodar” nuestra institucionalidad de apoyo al comercio agroalimentario para hacer realidad las sinergias existentes y la potencialidad del sector agrícola, de la pesca e industria alimentaria de nuestra región.

Nosotros tenemos la tendencia a creer que somos los mejores y –a veces– los únicos que hacen las cosas bien. ¿Recuerdan el lema de “Chile Potencia Alimentaria”? Esta enorme sobrevaloración nos ha hecho perder de perspectiva que unidos somos mejores y mucho más. En los últimos 10 años, América del Sur –en promedio– exportó al mundo productos agrícolas y alimentos por un valor mayor a cuatro veces el de las importaciones. En este sector, podemos ser considerados autosuficientes en los principales alimentos, excepto los lácteos. Y la cooperación e integración económica ya avanzan: los sudamericanos nos abastecemos mayoritariamente de alimentos al interior de la región.

Durante el periodo de 2013-2022, Sudamérica importó –en promedio– 46.100 millones de dólares en productos agrícolas y alimentos del mundo. Más del 57% tuvo su origen en países de América del Sur. El mercado ya tiene un alto nivel de integración y las cifras lo muestran a nivel país. Durante este período, en Chile importamos 7.850 millones de dólares (promedio) y el 60% se originó en América del Sur. Los otros países, excepto Colombia, compran sus productos agroalimentarios principalmente en la región: Argentina (76%); Bolivia (84%); Brasil (53%), Ecuador (57%); Paraguay (83%), Perú (52%) y Uruguay (79%). Más importante, los alimentos que constituyen la base de nuestra alimentación se compran en proporciones aún mayores en América del Sur: carnes, 73.2%; lácteos, 59.3%; cereales, 53.6%; oleaginosas, 67.8%; grasa y aceite de origen animal y vegetal, 61.9%; azúcar y productos de azúcar, 70.2%; y frutas frescas, 73.4%.

Tengo la convicción de que podemos impulsar aún más la cooperación en este ámbito, pues la producción y el comercio agropecuario y alimentario en nuestro continente reúnen actividades que tienen la mayor cobertura territorial a nivel regional y de los países. Un proyecto de cooperación económica regional iniciado en los sectores agrícola, de la pesca y la industria alimentaria, tiene la posibilidad real de impactar positivamente a regiones y áreas rurales de todos los países de América Latina, más que ningún otro sector económico. Y podemos fortalecer aún más la cooperación regional en este ámbito, mejorando las condiciones de ingreso y de comercialización en los mercados respectivos, armonizando estándares técnicos y facilitando –entre otros aspectos– el cumplimiento de normas sanitarias, fitosanitarias y de inocuidad.

En el sector agropecuario e industria alimentaria de América del Sur tenemos intereses y objetivos que compartimos y debemos aprovechar la oportunidad para fortalecer la unidad y, así, avanzar. Y no debemos olvidar que la cooperación regional en este ámbito nos permitirá avanzar decisivamente en el cumplimento –entre otros– de objetivos medioambientales, de desarrollo rural, apoyo a la Agricultura Familiar Campesina, inclusividad, seguridad alimentaria e incorporación de las pymes rurales a los circuitos comerciales.

No obstante, también tengo la convicción de que debemos “reacomodar” la institucionalidad de apoyo a este sector, existente en diversos ministerios y servicios, en particular los de Agricultura, Economía y la Cancillería. Podría escribir varias columnas detallando este “reacomodo”, pero tenemos poco espacio y –posiblemente también– limitada paciencia de los lectores. Parto recordando el tan esperado y anunciado Ministerio de Agricultura, Pesca e Industria de Alimentos –o el nombre que se le quiera dar–, que permitiría poner bajo el mismo techo y así coordinar, fortalecer y promover todas las actividades en el ámbito del desarrollo productivo y comercial de los sectores agropecuario, pesca e industria de alimentos.

Recuerdo, también, la localización de los programasTransforma Alimentos” y “Fondo de Promoción de Exportaciones Silvoagropecuarias”, respectivamente, en Corfo y ProChile, y no en Agricultura, así como la escuálida Oficina de Asuntos Internacionales de Odepa, en Agricultura. Esta última debería ser responsable de orientar y encabezar la actividad internacional del ministerio, incluyendo sus Agregadurías Agrícolas, varias aún vacantes, luego de año y medio. También debería ser responsable de coordinar todos los temas vinculados al comercio agroalimentario y negociaciones en este ámbito, con Minrel, Subrei y ProChile. Sin embargo, sin el estatus de un “Servicio Internacional” del ministerio, será muy difícil que esta “Oficina” intente y pueda –realmente– hacerse escuchar.

Por último, canciller, le ruego olvidarse de la División de Acuerdos “Megarregionales” que anunciara la Subrei para implementar el CPTPP, pues envía una señal equivocada. Si espera crear nuevas direcciones, debería ser en apoyo de proyectos que promuevan la cooperación económica e integración regional con Latinoamérica (y no el Asia-Pacífico) en el ámbito agroalimentario, sector que ya tiene lo necesario para avanzar a una etapa superior de integración, pero que –hasta ahora– ha sido el “pariente pobre” en las negociaciones comerciales y en la Cancillería.

Concluyo reiterando que necesitamos avanzar simultáneamente en ambos frentes: sin instituciones fuertes y profesionales adecuadamente capacitados, difícilmente podremos avanzar en la formulación de políticas y estrategias de relaciones económicas internacionales y de comercio, así como en su correcta puesta en vigor y evaluaciones, cuando corresponda. Creo que hoy tenemos la oportunidad de avanzar en el sector agroalimentario, pero necesitamos la institucionalidad adecuada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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