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Una defensa al papel de las ONG en Chile Opinión

Una defensa al papel de las ONG en Chile

Las ONG son una parte de la esfera comunitaria, entendida como un ámbito distinto al estatal y al mercantil, y tienen un papel muy importante en ella. Se especializan en ciertos temas, en los cuales su capacidad de dialogar críticamente con el Estado, producir opinión pública y contribuir a resolver problemas de la sociedad es relevante. Cuando se articulan con organizaciones de base les aportan conocimientos y perspectivas novedosas que enriquecen y amplían sus agendas.


Quienes escribimos esta columna hemos o estuvimos vinculados por muchos años a una Organización No Gubernamental (ONG) regional. En virtud de esa experiencia, nos parece necesario hacer esta reflexión. No queremos con ella defender a Fulano, Zutano, Mengano o justificar malas prácticas o ilegalidades, sino que destacar el papel fundamental que las ONG han jugado, juegan y pueden jugar en la sociedad chilena y promover la existencia de marcos regulatorios y de política claros y transparentes.

Durante la dictadura el papel de las ONG fue importante en distintos ámbitos: en la ampliación de un espacio público-político constreñido; en la producción de conocimiento crítico respecto a la realidad social, al papel del Estado y de las políticas públicas, en la promoción de la participación de base, en el apoyo directo a familias y grupos vulnerables y, por supuesto, en la defensa de los Derechos Humanos. Ganada la democracia, buena parte de los cuadros profesionales de estas organizaciones se fueron a los gobiernos y la mayor parte de la cooperación internacional que les permitía subsistir comenzó a financiar políticas estatales o se suspendió. Muchas ONG debieron convertirse en ejecutoras de políticas públicas y competir por los recursos del Estado con empresas consultoras (que tienen fines de lucro) y universidades. Una gran cantidad terminó cerrando sus operaciones. Muy pocas lograron mantener su papel de incidencia pública.

A partir de los 2000 se evidencia un crecimiento importante del número de ONG en diversos ámbitos temáticos: medioambiente, derechos sociales y civiles, educación, cultura, defensa de minorías, animalismo, espiritualidad, etc.  Las animan personas que comparten intereses y valores comunes, que quieren influir en su entorno, y muchas veces abordan problemáticas no visibilizadas por las políticas públicas y el Estado; en ese sentido, su acción ha permitido ampliar derechos y poner en el debate público asuntos que, de no ser por ellas, estarían ocultos.

Hoy existen más de veinte mil organizaciones como estas y su número se duplicó entre 2015 y 2020. Esto muestra el interés de muchos por asociarse con otros para impulsar causas comunes, lo que es una señal de vitalidad de la sociedad.

Las ONG son una parte de la esfera comunitaria, entendida como un ámbito distinto al estatal y al mercantil, y tienen un papel muy importante en ella. Se especializan en ciertos temas, en los cuales su capacidad de dialogar críticamente con el Estado, producir opinión pública y contribuir a resolver problemas de la sociedad es relevante. Cuando se articulan con organizaciones de base les aportan conocimientos y perspectivas novedosas que enriquecen y amplían sus agendas e incrementan su capacidad de acción en lo público. Son espacios donde muchos jóvenes tienen sus primeras experiencias de organización y trabajo colaborativo.

Pero pese al aporte que hicieron en dictadura y al que han hecho en los años de vida democrática, no ha existido una política que reconozca su aporte, ni que les permita hacer más y mejores contribuciones en distintos ámbitos de la sociedad, posibilitando al mismo buenas condiciones de vida a sus trabajadores. Más que estigmatizar este tipo de organización por casos como el de Democracia Viva, se requiere crear mejores marcos regulatorios, claros y transparentes, que den garantías de acceso equitativo a los recursos y un uso de los mismos que asegure la producción de bienes comunes y públicos que la sociedad valore.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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