Publicidad
La guarida de Roberto Bolaño Opinión

La guarida de Roberto Bolaño

Pablo Bravo
Por : Pablo Bravo Periodista y escritor.
Ver Más

La mayor parte de los años que permaneció en Blanes transcurrieron en el anonimato, sabemos que solo tardíamente obtuvo el reconocimiento. Pero esas casi dos décadas que allí vivió significaron mucho para Bolaño: desde su bastión, atrincherado, modeló y disparó algunas de las páginas literarias más virtuosas de las últimas décadas. Allí permaneció prácticamente hasta su prematura muerte, mientras esperaba un trasplante de hígado que nunca recibió. Poco después, sus cenizas fueron esparcidas precisamente en la bahía de Blanes.


Este 15 de julio se cumplen veinte años del fallecimiento de Roberto Bolaño en el Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona. Un aspecto vital de su trayectoria está marcado por sus prolongadas errancias: de su natal Chile migró a México, luego regresó a Chile para volver una vez más a México y, después, trasladarse a España. ¿De dónde es Bolaño? ¿A quién pertenece Bolaño?

Bolaño no rehúye ni reniega de Chile en su creación (“Estrella Distante”, “La Literatura Nazi en América” y “Nocturno de Chile” son ejemplos al respecto), pero su perspectiva es indudablemente más amplia, holgada y compleja. Personajes de los más diversos orígenes –en geografías versátiles y heterogéneas– son los que habitan sus novelas y cuentos.

Sus juventudes transcurrieron a medio camino entre Chile y México, su adultez en España: primero en Barcelona, más tarde en Girona. En los alrededores de esta última ciudad el autor experimentó probablemente la etapa más oscura de su vida, donde incluso coqueteó con la idea del suicidio, según reconoció alguna vez en una entrevista.

A través del arco de Gibert se ingresa a la Calle del Loro.

No fue hasta mediados de los 80, cuando arribó a Blanes –un pueblo de 40 mil habitantes frente al Mediterráneo– que pudo lograr la estabilidad que le facilitó alcanzar la madurez literaria. El lugar se ubica una hora al norte de Barcelona si se va en vehículo, mientras que el viaje en tren puede durar dos horas. Bolaño llegó allí debido a que su mujer había obtenido un puesto de trabajo en el servicio público local. Esta circunstancia logística se sumó a una literaria: el autor sabía perfectamente que en dicho poblado transcurría buena parte de “Últimas Tardes con Teresa”, novela fundamental de Juan Marsé. En forma paralela, se asentó allí también parte de su familia para montar negocios en torno a la bisutería.

La Calle del Loro (“Carrer del Lloro”, en catalán), donde fijó su residencia la familia Bolaño López, es un callejón al que se accede atravesando un arco que se prolonga como si fuera una caverna o un túnel. Esta entrada es protegida por los santos Bonoso y Maximiano, cuyas imágenes se representan en el dintel. Luego, la calle propiamente tal es una vía estrechísima de fachadas enfrentadas que, como máximo, permite apenas el paso de una carreta.

En vida, el autor confesó que se levantaba a trabajar cada día a eso de las 6 am. Como un monje enclaustrado, en un austero estudio y sin más compañía que un tazón de manzanilla con miel y heavy metal que escuchaba al máximo por medio de auriculares, se lanzaba a escribir furiosamente hasta que llegaba el mediodía. Por la tarde, después de haber recogido a sus hijos en el colegio, corregía lo escrito por la mañana.

La mayor parte de los años que permaneció en Blanes transcurrieron en el anonimato, sabemos que solo tardíamente obtuvo el reconocimiento. Pero esas casi dos décadas que allí vivió significaron mucho para Bolaño: desde su bastión, atrincherado, modeló y disparó algunas de las páginas literarias más virtuosas de las últimas décadas. Allí permaneció prácticamente hasta su prematura muerte, mientras esperaba un trasplante de hígado que nunca recibió. Poco después, sus cenizas fueron esparcidas precisamente en la bahía de Blanes.

Veinte años después, el pueblo se ha transformado en una meca de peregrinaje para muchedumbres de seguidores. Astutamente, la oficina de turismo local ha aprovechado este hecho para crear un circuito turístico que se vertebra a través de rincones y callejones. De esta manera, a prudente distancia del furor maniático de Barcelona, se ha ido poco a poco haciendo realidad aquella sentencia que alguna vez profetizara el escritor Enrique Vila-Matas: llegará un día en que Blanes será conocida en todo el mundo porque en ella vivió Bolaño.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias