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La Kastitución Opinión

La Kastitución

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Si el objetivo republicano es que exista consenso para aprobar el texto en diciembre, por supuesto que lograrán lo contrario, más aún cuando, al 7 de julio –sin que se conocieran las indicaciones ni el texto final–, un 56% dice que votará rechazo. Y si el objetivo que persiguen es que se rechace para mantener la Constitución nacida en dictadura, estarían cometiendo un suicidio político, al estilo de la Lista del Pueblo. Veremos si avanza la Kastitución o la Constitución, esa que la derecha, en su momento, decía que tenía que ser “la casa de todos”.


Parto por reconocer que el título que le di a esta columna no es de mi autoría. Lo acuñó The Clinic, en su sección de humor, aunque la verdad no tiene nada de gracioso, pues refleja bien lo que ocurrió con las indicaciones presentadas por los republicanos al texto acordado por la Comisión Experta y que había sido aprobado por unanimidad, incluida esa colectividad. Dicho sea de paso, en esos mismos días Kast andaba de gira por Europa, sin disimular un cierto aire presidencial, especialmente en Italia, cuando visitó a la ultraderechista primera ministra Giorgia Meloni.

La verdad es que los republicanos lo que hicieron el lunes pasado fue cumplir con lo que amenazaron desde el día siguiente a obtener un 35% de la votación y elegir 23 –luego quedaron en 22, por la renuncia de uno de ellos, acusado de abusos sexuales– de los 51 consejeros que redactarían la nueva Constitución. Y digo el día siguiente al 7M, porque durante la campaña su relato se concentró en las duras críticas al Gobierno de Boric y sus propuestas de seguridad ciudadana. Basta con revisar la franja electoral para comprobar que poco o nada decían de una nueva Constitución. ¿La razón? Republicanos NO quería cambiar la actual, pero sí buscaba posicionarse como una fuerza política.

Tampoco mencionaban nada acerca de su visión ultraconservadora de la sociedad, incluidos algunos temas superados en Chile hace décadas, como el divorcio, la paridad de género o el aborto en tres causales. Por supuesto, fueron inteligentes –aprovecharon la debilidad del Gobierno y también la de sus “socios” de Chile Vamos– y superaron por lejos el objetivo. Ellos mismos jamás esperaron el resultado obtenido, pero fue una campaña de marketing engañosa. Esto no es novedad en política. Cómo olvidar “La Alegría ya viene” que, si bien era un eslogan imposible de cumplir, ayudó a que el NO triunfara en 1988.

Pero el conejo dentro del sombrero vendría después. Encabezados por el ultraconservador Luis Silva –numerario del Opus Dei, la congregación de la elite del país–, el país comenzó a conocer los principios que promovería el partido mayoritario en el nuevo texto constitucional. Con ese aire que dan los triunfos, Silva nos develó aquello que en la campaña ocupó un lugar secundario. Fue tanta la polémica que desató, que incluso tuvieron que “esconderlo” de los medios un tiempo, especialmente cuando sostuvo que por qué tenía que negociar con otros cuando ellos habían arrasado.

Republicanos inició desde ese momento una cuidadosa estrategia para evitar las polémicas, que incluyó a la joven presidenta del Consejo, Beatriz Hevia, quien durante la campaña –hay que reconocerlo– fue una de las pocas que transparentó sus posiciones extremas. Moderaron sus dichos e, incluso, dieron señales de estar dispuestos a buscar acuerdos con todo el mundo, pero la tregua duró hasta unos pocos días antes de que venciera el plazo para presentar las indicaciones.

Con una planificada estrategia comunicacional, el partido de Kast comenzó a “sondear” el terreno con 48 horas de anticipación. Volvió el vocero Luis Silva a la cancha y anticipó las indicaciones que entregarían a las 23:59 horas del lunes pasado. Por supuesto que su objetivo no estaba en la masa de votantes ni en el oficialismo, sino en Chile Vamos. ¿La razón? No había logrado convencer a sus socios en varios temas y, por tanto, les notificaron que las presentarían con o sin ellos. Total, ellos por sí solos parten con un 44% de los votos en el Consejo.

Y aunque señalé que la campaña de los republicanos fue exitosa pero engañosa –porque ocultaron estos temas–, me parece importante que este partido haya transparentado lo que piensan, lo que son y la sociedad a la que aspiran. No solo es legítimo, sino que también les permitirá a muchas personas, que a lo mejor se ilusionaron con que les resolverían los temas de seguridad y por eso votaron por ellos, decidir en conciencia para las próximas elecciones.

Lo cierto es que la mayoría de las 375 indicaciones republicanas –de un total de 1.069 que se presentaron– no pudieron ser consensuadas con el resto de la derecha, pero, además, dejaron claro que querían desconocer el acuerdo de la Comisión Experta. RN, la UDI y Evópoli presentaron enmiendas que se apartan poco del texto. El oficialismo –que actuó milagrosamente unido– fue fiel al acuerdo, entregando indicaciones que no modifican su fondo.

Quizás el único consenso político transversal de la fase de enmiendas fue que el Congreso debería disminuir sus integrantes –de los 155 actuales a 120 o 132– y una que otra declaración de libertad en derechos básicos. Sin embargo, el Partido Republicano marcó no solo la diferencia con el resto –incluido Chile Vamos– sino que planteó además una verdadera provocación política, que da la impresión que se basa en una sobreinterpretación ideológica de la votación obtenida con voto obligatorio. Paradójicamente, algo similar a lo que le ocurrió a la Lista del Pueblo con el voto voluntario.

Así, el Partido Republicano transparentó su visión contrapuesta a algunos cambios que demoraron décadas en la sociedad chilena: plantea suprimir la paridad en las elecciones y restringir el aborto. Hoy el aborto en tres causales es Ley de la República, pero, en caso de quedar acotado en la Constitución, tendría un efecto de supremacía. Tampoco están por reconocer explícitamente a los Pueblos Originarios. En materia política, presentaron una peligrosa enmienda que significaría que esta nueva Constitución, en la práctica, no podría ser modificada: buscan subir el quorum actual de 4/7 –aprobado por consenso hace poco más de un año– a 2/3.

En materia económica, presentaron una norma regresiva y que favorece a la gente de altos ingresos: que nadie pague contribuciones en su primera vivienda –cueste 2.000 o 30.000 UF– y que no exista impuesto al patrimonio. Sin embargo, la mayor provocación fue la propuesta de excarcelar a los mayores de 75 años que cumplan condena. Además de ser una señal contradictoria a propósito de la delincuencia –las bandas podrían contratar adultos mayores para que carguen la responsabilidad penal, así como hoy lo hacen con los niños–, se trata de una medida encubierta para otorgar libertad a los condenados por crímenes de lesa humanidad que están en Punta Peuco. Hoy, de los 265 delincuentes que tienen esa condición, 146 están en el recinto especial, una señal muy provocadora y que polarizará el debate.

Si el objetivo republicano es que exista consenso para aprobar el texto en diciembre, por supuesto que lograrán lo contrario, más aún cuando, al 7 de julio –sin que se conocieran las indicaciones ni el texto final–, un 56% dice que votará rechazo. Y si el objetivo que persiguen es que se rechace para mantener la Constitución nacida en dictadura, estarían cometiendo un suicidio político, al estilo de la Lista del Pueblo.

Veremos si avanza la Kastitución o la Constitución, esa que la derecha, en su momento, decía que tenía que ser “la casa de todos”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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