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El gabinete del matriarcado Opinión

El gabinete del matriarcado

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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La señal que pasó más inadvertida fue la consolidación de un grupo de ministras poderosas que destacan y lideran el gabinete. No solo por quedar en mayoría –13 mujeres ante 11 hombres–, sino también porque controlan ministerios claves para el Gobierno. A los importantes roles que cumplen Carolina Tohá, Camila Vallejo, Maya Fernández, Jeannette Jara, Antonia Orellana, Maisa Rojas, Ximena Aguilera y Aisén Etcheverry, se sumaron Aurora Williams –que causó alegría en el sector minero–, Carolina Arredondo, Marcela Sandoval, Jessica López y Javiera Toro.


La verdad es que la jugada de ajedrez de Gabriel Boric, en menos de una semana, se puede resumir en cuatro actos. Primero vino la mediática renuncia de Giorgio Jackson –una concesión presidencial, parecida a la que Piñera le brindó a Mañalich al dejar el cargo–. Un par de días después, el Mandatario invitó a Sebastián Piñera a compartir el vuelo a Paraguay, quien declaró, después que conversaran ambos, que Chile Vamos estaba disponible para acercar posiciones en materia de reformas –algo que su sector venía negando por meses–. Por cierto, Piñera no pudo evitar decir que su sucesor le había pedido consejos para superar la crisis, pero era un costo que La Moneda debía asumir. El tercer acto se concretó el miércoles 16 de agosto, con el anuncio del cambio de gabinete, el que incluyó otro caramelo para la derecha: la cabeza de Marco Antonio Ávila.

Cuarto acto, cuando, al día siguiente, el Presidente recibía a los partidos de Chile Vamos –que concurrieron de mala gana, refunfuñando y calificando luego la cita como “tensa”–, logrando, al menos, abrir una puerta para avanzar en la reforma de pensiones –que ya fracasó, demostrando la falta de sensibilidad de nuestros políticos, en los gobiernos de Bachelet II y Piñera II– y también en el pacto fiscal. Aunque la dirigencia de la UDI y RN se hayan comportado como niños taimados –a diferencia de la figura de Gloria Hutt, cada vez mejor posicionada–, existió un pacto implícito y mutuo entre La Moneda y Chile Vamos: la coalición quedó como interlocutora, desplazando al Partido Republicano. La derecha más tradicional se perdería una oportunidad tremenda de diferenciarse de los republicanos, ad portas de iniciarse en diciembre, con el plebiscito de salida, un ciclo electoral que se extenderá hasta 2025.

Todavía es muy preliminar para saber si la secuencia implementada por el Presidente tendrá resultados, pero, sin duda, logró tomar el control de la agenda después de muchas semanas agobiado por el caso Convenios, el que ahora comienza a involucrar a personeros de derecha en varias regiones, los que usaban las mismas artimañas que los de Revolución Democrática. De seguro, el tema comenzará, por lo tanto, a salir de la primera plana de algunos medios tradicionales… Además, la jugada le permitió traspasar una parte importante de la responsabilidad a la derecha. En términos de un diálogo de serie policial de Netflix, Boric podrá decir: “Yo cumplí con mi parte, pese a haber sido chantajeados, les entregamos a Jackson y Ávila … ahora ustedes son los que no cumplen su palabra”.

Pero más allá de la jugada de ajedrez, el cambio de gabinete dejó claras señales políticas. La primera, y quizás la más importante, es que Boric pareciera haberse liberado de ciertas ataduras. Es como si el Primer Mandatario se hubiera liberado de sí mismo. No solo fue capaz de sacar a su yunta política y amigo personal, sino que, además, no tuvo contemplaciones con castigar duramente a Revolución Democrática. Fue un verdadero golpe al mentón, a tal nivel que Latorre se vio obligado a renunciar a la presidencia del partido, fundado por su compadre Giorgio. Sin embargo, el cambio más potente se produjo en Minería. Era por todos sabida la pugna interna entre la exministra y el exsubsecretario y, también, la guerra frontal de este último con el exvicepresidente ejecutivo y el fiscal de Enami. Boric optó por tirar el mantel y los sacó a todos, pese a que dos de los protagonistas principales son hombres de su partido y que, además, fueron sus más cercanos colaboradores durante la campaña presidencial, en el área de minería

También me parece relevante que Carolina Tohá afianzara su poder interno –además, logró poner a uno de los suyos en reemplazo de Víctor Barrueto, algo que sorprendió, porque el PPD estaba trabajando con mucho cuidado y sigilo la relación con las FF.AA. para la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado–. El PC fue otro de los que pudieron brindar la noche del 16, especialmente porque se apoderaron de una cartera tan apetecida como simbólica: Educación.

Sin embargo, la señal que pasó más inadvertida fue la consolidación de un grupo de ministras poderosas que destacan y lideran el gabinete. No solo por quedar en mayoría –13 mujeres ante 11 hombres–, sino también porque controlan ministerios claves para el Gobierno. A los importantes roles que cumplen Carolina Tohá, Camila Vallejo, Maya Fernández, Jeannette Jara, Antonia Orellana, Maisa Rojas, Ximena Aguilera y Aisén Etcheverry, se sumaron Aurora Williams –que causó alegría en el sector minero–, Carolina Arredondo, Marcela Sandoval, Jessica López y Javiera Toro. Un verdadero gabinete del matriarcado.

El hecho es políticamente importante, más aún en momentos en que la extrema derecha plantea en el Consejo Constitucional borrar la paridad –uno de los pocos logros que dejó el proceso anterior– e, incluso, cuando uno de sus referentes favoritos, como es el fanático y brutal Javier Milei, señala entre sus barbaridades que, de salir electo, eliminará el Ministerio de las Mujeres en Argentina. Por eso la señal enviada por Boric es muy potente, no solo para Chile. Y, claro, es cosa de ver el tremendo poder y la buena conducción del verdadero Comité Político que integran Tohá, Vallejo, Jara y Orellana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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