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Septiembre tóxico Opinión

Septiembre tóxico

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Reconozcamos que, más allá de los errores y falta de pericia de La Moneda, se hizo un esfuerzo genuino para convocar a todo el espectro político nacional. Reconozcamos también que al Presidente le faltó algo de sintonía fina y que sus improvisaciones le siguen haciendo pasar malos ratos, pero si hubo alguien que no estuvo a la altura de los tiempos fue la derecha chilena. Específicamente a Chile Vamos, porque desde Republicanos han dicho, sin anestesia, que apoyarían de nuevo el bombardeo a La Moneda.


Hoy se cumplen 50 años del golpe de Estado cívico-militar. La verdad es que escribo con decepción. Sin duda, este momento constituía una oportunidad tremenda para el país, y creo que los chilenos la dejamos pasar, quien sabe hasta cuándo. Porque tuvimos la posibilidad de mirar el pasado con la perspectiva del futuro, asumiendo los errores y horrores, de unos y otros. Era una oportunidad de avanzar, sin esconder la basura debajo de la alfombra, sin olvidar los dolores, pero mirando hacia adelante.

Un momento de contarles a las generaciones nuevas –la mayoría de los chilenos de hoy ni siquiera habían nacido para el 11 de septiembre de 1973– una historia con matices, con diferencias, pero con objetivo claro: comprometernos como sociedad para que no se repitiera nunca más –nunca más– la escena del Palacio de La Moneda bombardeado. Pero no. Primó la mezquindad, la autorreferencia, el egoísmo y, por supuesto, el cálculo político. 

Creo que el Gobierno no puede estar contento, al menos, con algunos hechos ocurridos en la previa. Hoy, tal vez, se obtengan algunos logros y la puesta en escena sea positiva, sin embargo, el proceso estuvo marcado por las dificultades, errores no forzados y falta de pericia. La salida del encargado de la conmemoración, Patricio Fernández, fue un golpe duro para La Moneda, porque provocó una sensación de confusión anticipada, que no logró revertirse. Fernández tuvo que renunciar a su cargo, a solo dos meses del día D, argumentando críticas de un sector de la propia coalición de Gobierno. De ahí en adelante, no solo pareció desinflarse el evento, sino que comenzó también a percibirse que las diferencias dentro del oficialismo marcaban la pauta.

En segundo lugar, existió un error de cálculo del Gobierno. No fue capaz de calibrar bien el estado anímico de la población –hoy el péndulo nos tiene con los republicanos haciendo y deshaciendo la agenda política y mediática–, y le faltó paciencia y muñeca en el manejo político. Conversaciones desfasadas, exceso de confianza de que la derecha sentiría la presión ciudadana –que hoy no existe– y el peso de su propia historia –para los 30 y 40 años ese sector ya había hecho un mea culpa y, por supuesto, no fue capaz de alinear a los propios. 

El diseño original contemplaba un formato muy similar al que se llevó a cabo, exitosamente, en Uruguay. Se buscaba que todo el espectro político, incluidos los ex Presidentes, firmaran una declaración emblemática en la línea de “Nunca más” y el respeto a la Constitución y los derechos humanos. Pero, a diferencia de los charrúas, La Moneda esperaba darle una proyección internacional, trayendo a grandes figuras mundiales. Eso, sin duda, le habría dado trascendencia, en momentos en que en el mundo surgen líderes autoritarios de ultraderecha, que amenazan seriamente la democracia. Sin embargo, el desafío más relevante era lograr un ambiente ciudadano pro democracia y antigolpe.

Reconozcamos que, más allá de los errores y falta de pericia de La Moneda, se hizo un esfuerzo genuino para convocar a todo el espectro político nacional. Reconozcamos también que al Presidente le faltó algo de sintonía fina y que sus improvisaciones le siguen haciendo pasar malos ratos, pero si hubo alguien que no estuvo a la altura de los tiempos fue la derecha chilena. Específicamente a Chile Vamos, porque desde Republicanos han dicho, sin anestesia, que apoyarían de nuevo el bombardeo a La Moneda.

Paradójicamente, hicieron un giro regresivo de sus mea culpa previos –recordemos que hace diez años se autoflagelaron por las complicidades pasivas–, llegando incluso a justificar el golpe y decir la barbaridad de que las violaciones de mujeres en la dictadura –hecho acreditado por la justicia y la Comisión Valech– eran un mito urbano. Volvieron también a cambiar el lenguaje, evitando decirle golpe al golpe.

Mientras un sector de este país siga negando que en Chile hubo tortura, desaparecidos, exiliados, muertos, restricciones a las libertad –que tanto dicen defender– y robo (como ejemplo, el caso Riggs), no vamos nunca a mirar al futuro.

Y en una actitud que demuestra la pequeñez y por qué la gente les tiene tanta bronca a nuestros políticos, se restaron de firmar un documento que significaba una señal muy potente para los chilenos: que un Gobierno de izquierda –que sufrió el golpe en carne propia– convocara a todo el espectro político a dar, simbólicamente, vuelta la página, en una especie de acto reparatorio y de contrición. Lo cierto es que no solo fue algo infantil sino que, además, de miopía. Si Matthei o Kast pretenden ser presidentes, esta era una oportunidad única para despejar el tablero de una herida que, por lo visto, seguirá abierta por más tiempo.

La derecha, con su mezquindad y falta de visión política, no fue capaz de leer correctamente las señales del almirante De la Maza, quien, en compañía de aquellos que estuvieron prisioneros en Isla Dawson, afirmó el “Nunca más de la Armada”; o del general (r) Ricardo Martínez, quien ya en 2022 cuestionó la forma en que Pinochet arrastró al Ejército a cometer actos y crímenes de los cuales dijo que la institución se avergonzaba. O del propio Sebastián Piñera, quien fue capaz de asumir una posición de Estado al firmar la declaración convocada por La Moneda. Creo que la derecha se perdió una oportunidad histórica de sanear sus propias culpas y espantar los fantasmas que, 50 años después, le siguen rondando 

Solo el paso de los años nos dirá si los 50 años contribuyeron en algo a la sanación de un país en que el 41% de las personas dice que le da igual vivir en democracia o dictadura. Veremos si Boric termina ganando con el solo hecho de que los ex Presidentes hayan firmado el manifiesto y cuánto le puede costar a la derecha este amurramiento de última hora. Sin embargo, creo que Piñera sale ganador de esta vuelta –una especie de dulce venganza es el rol que está cumpliendo en las últimas semanas–, porque fue capaz de desafiar a Chile Vamos, y tomar una altura que hasta le permitiría pensar en serio en que la tercera es la vencida

Sin duda, la previa al 11 de septiembre de este año nos ha dejado gusto a poco, principalmente por las expectativas que se habían generado en torno a una fecha difícil y traumática que nos sigue dividiendo. Porque, la verdad, el ambiente –que Bachelet bautizó como tóxico, en la mejor descripción de lo que han sido estos últimos meses– lo enrareció la clase política, olvidándose de la ciudadanía.

Ojalá que tanto el Gobierno como Chile Vamos logren procesar los errores cometidos y se pregunten por qué terminaron más separados y el país más dividido de lo que estaba antes. Por lo visto, seguimos sin procesar el trauma y hemos aprendido muy poco en 50 años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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