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Punto de partida: las elecciones municipales de octubre Opinión

Punto de partida: las elecciones municipales de octubre

Guido Romo Costamaillère
Por : Guido Romo Costamaillère Director de Encuestas y Opinión Pública Gemines Consultores
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La percepción ciudadana de que el interés de los políticos por sus problemas se detona en época electoral es correcta (y totalmente normal), pero no deja de impactar el tufillo a intereses personales o partidarios que esto implica.


A seis meses de las elecciones municipales del 27 de octubre, en las que elegiremos 345 alcaldes y más de 2 mil concejales, pocos chilenos tienen idea de candidaturas o programas, ni parece importarles mayormente. Eso no es particularmente novedoso y a medida que se acerque dicha fecha, con candidaturas y campañas desplegadas, el interés debiera ir creciendo. No es que se vaya a convertir en una tema clave en la conversación del día a día, pero al menos habrá un mayor conocimiento de los candidatos de la comuna donde cada uno vive.

La información sobre ellas se basa principalmente en encuestas con metodologías que no permiten proyecciones y que fundamentalmente muestran pantallazos predictivos que solo sirven para la especulación electoral, donde quizá lo único cierto es la cantidad de entrevistados que no tiene decidido –o no sabe– por quién votará. Nada dicen –por ejemplo– sobre la tasa de no respuesta, como dato a considerar en cualquier análisis. Lo terrible es que sobre ellas se construyen candidaturas e instalan liderazgos. Hay realmente mucho que mejorar en este sentido.

Por su parte, los partidos (fieles a su costumbre) arman alianzas que luego no son necesariamente respetadas y se descalifican mutuamente como principal argumento electoral. Una vez más esta será una elección del NO: no votes por este o aquel, no votes por estos o aquellos. Los proyectos de futuro (de corto y quizá mediano plazo, como correspondería a este tipo de elecciones) se pierden tras declaraciones e ideas generales sobre lo importante que cada sector considera ganar (que ellos deben ganar) por  tener la llave mágica a la solución de los problemas actuales, muchos de los cuales escapan totalmente de su ámbito de acción.

La desconexión de las llamadas élites con la ciudadanía no es un tema en absoluto novedoso. La diferencia con años anteriores es el nivel decreciente de dichas “élites” y la encarnación de la gente, del pueblo o como se quiera llamar a los votantes, en las redes sociales y su omnipresencia. Pero esa mirada a las redes es generalmente en un solo sentido: para vender o denostar, menos que para escuchar o aprender. Aquí sí que falta mucho por aprender.

La percepción ciudadana de que el interés de los políticos por sus problemas se detona en época electoral es correcta (y totalmente normal), pero no deja de impactar el tufillo a intereses personales o partidarios que esto implica. La pelea por los cargos se desata, aparecen nombres por todos lados y los arreglos en las calles se multiplican. El amor por “mi querida comuna” florece primaveralmente en todos los sectores. Mejoremos esto también.

¿Por qué tanto amor a los cargos? Es cierto que la gran mayoría lo hace por un genuino interés por el servicio público y apoyar o liderar el desarrollo de sus comunidades, pero el sillón alcaldicio tiene muchos valores agregados o compensaciones para un político. Obviamente que la proyección de una carrera política hacia cargos de mayor tonelaje está siempre presente. Lo cual no es para nada un problema en sí mismo, si el candidato está dispuesto a servir lealmente a quienes lo eligen para determinadas funciones y no sea solo una pantalla para una campaña permanente. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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