Pareciera que a veces lo único que importa al Ejecutivo y a directorios como el de Codelco es llegar al territorio y anunciar acciones de inversión, que no se acompañan con el mismo interés y entusiasmo en favor del desarrollo de los dueños de casa.
La Estrategia Nacional del litio, la nueva era de Codelco en la producción de cobre y las plantas de energías renovables que impactan el desierto (incluido el hidrógeno verde) son planes de acción elaborados por el Gobierno Central con la intención de aprovechar las especiales características de nuestro territorio que nos posiciona como un actor preponderante en la escena mundial, por lo que su implementación es necesaria y en general nos parece adecuado y virtuoso para llegar al progreso tecnológico, económico y social, en definitiva, alcanzar el tan anhelado desarrollo que tanto hemos soñado. Así levantamos una posibilidad cierta de crecimiento nacional y daríamos respuesta al mundo, que mira con especial interés nuestros benditos recursos naturales.
Una correcta implementación de estas y otras políticas en relación con los commodities nos permitirá avanzar desde la actual economía extractivista, tan criticada por muchos de nosotros, hasta un sistema de mayor y más avanzada industrialización, a través del valor agregado que se pretende dar. La descarbonización mundial es la gran oportunidad para nuestro país y marcará el rumbo para las actuales y futuras generaciones.
Hasta acá todo muy bien: por fin nos encaminaríamos a paso firme al desarrollo nacional, regional y local. Sin embargo, este anhelo está en peligro y difiere de la realidad, pues –como lo explicaré– el desarrollo del territorio donde se alojan estas políticas públicas está lejos de ser una prioridad en estas y otras estrategias.
La ya nombrada Política Nacional del Litio, cuyo eje central es la explotación de mineral no metálico en el salar de Atacama, a través de la colaboración público-privada entre Codelco y SQM –esta última tan criticada y con justa razón, debido a su lamentable historial de corrupción–, contempla en una primera etapa un aumento en la explotación del mineral al doble de la cuota actual permitida y la implementación del Instituto Nacional del Litio en San Pedro de Atacama; es decir, en un principio podríamos señalar que este es un gran avance para la comuna y que beneficiará enormemente a la comunidad residente con trabajo, desarrollo y conocimiento. Sin embargo, la falta de estrategias de desarrollo en los procesos de elaboración e implementación de la política, para sorpresa de todos, no contempla medidas concretas para el desarrollo integral. Así como lo lee.
Ello inmediatamente me lleva a preguntarme, ¿sabrán aquellas personas sentadas en Santiago la realidad de la localidad donde quieren desarrollar esta empresa? Al parecer la respuesta es un rotundo “no”. San Pedro de Atacama no cuenta aún con un suministro de energía conectado con sistema central de electricidad y depende del gas argentino, lo que implica varios apagones durante el año.
Tampoco saben las autoridades, y me consta, la calidad de las carreteras y rutas que unen San Pedro y Calama, y esta a su vez con Tocopilla, puerto principal de salida del litio. Son carreteras paupérrimas y, como no han sido declaradas de interés público por la Dirección de Concesiones del MOP, aún no existe un plan de modernización y mejoramiento adecuado en ellas. Solo a modo de ejemplo, la carretera principal de la región que une Calama con Antofagasta, que estará habilitada durante julio de este año, tardó el “acotado” plazo de 18 años. Como verá, el chiste se cuenta solo.
Estos problemas suman y siguen y no son ajenos a otras estrategias de desarrollo económico, pues hoy Codelco tiene un plan de expansión de todas sus divisiones, asfixiando aún más a la comuna de Calama, principal afectada del desarrollo de la actividad minera, donde los miles de calameños muertos por la contaminación que nos azota día a día son una fiel muestra de los bemoles que vivimos los nortinos.
Esta expansión de Codelco no viene aparejada con la mejora de vida de los calameños, pues no hay inversión suficiente en las necesidades básicas, como educación. Pese a la sentida necesidad de la población y a años de pedirlo a los distintos gobiernos, la ciudad aún no cuenta con una universidad estatal para frenar la huida del talento local. Nos parece inconcebible que la capital de la provincia de El Loa, donde radican estas importantes políticas públicas, no cuente, por ejemplo, con un Centro de Ciencia e Investigación de Alta Complejidad dedicado a la investigación y desarrollo de tecnologías, si a su alrededor convive y lo seguirá haciendo por largo rato con estos recursos naturales que se exportarán al mundo. Esperamos y estamos esperanzados que más pronto que tarde esto cambie.
Tampoco hay suficiente seguridad. Somos una ciudad estratégica, tan estratégica que al parecer tendremos una cárcel de alta seguridad para el crimen organizado; es decir, no solo vivimos asfixiados por las externalidades del negocio de las mineras, sino que en un futuro lo haremos con esta externalidad delincuencial que azota al país.
Los sistemas de turnos usados por la minería han deteriorado la vida de los calameños. Calama es la segunda ciudad del país, después de Santiago, con mayor cantidad de vuelos diarios, llegando a tener por esta vía más de 60 mil personas mensuales que no se quedan en la ciudad ni traen a sus familias. En otras palabras, la ciudad no crece orgánicamente. No hay más servicios ni colegios, pues dejamos de crecer como corresponde. En definitiva, la capital de la provincia de El Loa se lleva solo la externalidad negativa de la actividad minera y del flujo de personas que antes se asentaban en la ciudad. ¿Es justo esto para Calama y la provincia de El Loa?
Lamentablemente, esta realidad no es solo de mi querido norte. En la zona central del país está Puchuncaví, comuna tristemente célebre por la escuela La Greda y las constantes intoxicaciones sufridas por los pequeños de esa comunidad, ¿y cuál fue la respuesta?: cerremos empresas. Sin embargo, poco ha cambiado tras esa decisión, pues siguen sucediendo episodios de contaminación y no hemos podido recuperar el medio ambiente, y sin un plan B para reconvertir a los trabajadores de las empresas cerradas, solo aumentamos la cesantía y afectamos su justo desarrollo.
La falta de visión de futuro y la ausencia de estratégicas de desarrollo requieren de un mayor esfuerzo del Gobierno Central y de aquellos que estamos mandatados por los ciudadanos a legislar, pues necesitamos una mayor coordinación que nos permita prepararnos y adelantarnos a los problemas, porque finalmente pareciera que a veces lo único que importa al Ejecutivo y a directorios como el de Codelco es llegar al territorio y anunciar acciones de inversión, que no se acompañan con el mismo interés y entusiasmo en favor del desarrollo de los dueños de casa.
El Gobierno del Presidente Boric ha demostrado momentos de mucha empatía y sensibilidad y, sin dudas, esta es una ocasión histórica para reorientar y consolidar una mirada verdaderamente descentralizadora. El llamado es a sentir apego por aquellos lugares que desde sus suelos entregan tanto, esta vez para Chile y el mundo, pero que no reciben atención planificada alguna ni verdaderamente pensada. Desde la inmensidad del desierto, nosotros seguimos levantando banderas de unidad por “Un Solo Norte”.