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Discriminación obliga a mapuches a optar por nombres huincas

La histórica discriminación que los mapuches han sufrido por parte de los chilenos, según el pueblo originario, los obliga a querer ocultar sus raíces a través del cambio de nombre. Actualmente serían cerca de dos mil 700 las solicitudes de mapuches que desean cambiar su nombre por uno más occidental.


En el proceso de documentación que Dauno Tótoro tuvo que realizar para poder filmar el documental sobre el pueblo mapuche, íœxüx xipay, el despojo, se encontró con datos que dejan de manifiesto que en Chile no es una buena señal ser diferente. Por lo mismo, hay que homogeneizarse con la mayoría.



Según la información que obtuvo, serían cerca de dos mil 700 mapuches los que desean cambiar su nombre por uno más occidental, que los haga sentirse como un miembro más de la sociedad y que les permita acceder a mayores beneficios que, dado el carácter discriminatorio de la sociedda chilena, les son muy difíciles de conseguir.



La legislación vigente permite que las personas que lo deseen cambien, una sola vez en la vida, su nombre, apellidos, o ambos en los siguientes casos: cuando uno u otros sean risibles, ridículos o menoscaben moral o materialmente a la persona; cuando el solicitante haya sido conocido por más de cinco años, por motivos plausibles, con nombres o apellidos, o ambos, diferentes de los propios; y en caso de filiación natural o de hijos ilegítimos, para agregar un apellido cuando la persona hubiera sido inscrita con uno solo o para cambiar uno de los que se hubieran impuesto al nacido, cuando fueren iguales.



De acuerdo a esta ley, el Estado chileno le permite a cualquier ciudadano cambiar su nombre o apellidos para aspirar a una nueva vida, que en teoría debiera ser mejor que la anterior, ya que dejaría de sufrir menoscabo a causa de sus nombres, si es que alguna vez lo sintió y, por otro lado, le permite reconciliarse con su filiación.



El año 2002, según las cifras que maneja el Registro Civil, fueron 89 las personas de origen mapuche que lograron cambiar sus nombres argumentado menoscabo moral o material, y de acuerdo a un estudio realizado en 1995, durante el período comprendido entre los años 1970 y 1990, a nivel nacional, había 2 mil 365 solicitudes de cambio de filiación procedentes de personas con raíces indígenas mapuche.



El estudio titulado "La identidad cultural en los procesos de modernización: un análisis de los cambios de nombre en sujetos mapuche", da cuenta de las miles de solicitudes que estas personas hacen para modificar su filiación y occidentalizarla con el fin de dejar de sufrir la discriminación, por parte de la sociedad chilena.



Renegando de las raíces



Del total de solicitudes presentadas por mapuches para cambiar su filiación (nombre), la gran mayoría de ellas se sustentaban en el menoscabo que le produce a estos sujetos el tener nombres o apellidos de origen indígena.



El hecho de presentar la solicitud y el deseo manifiesto de los mapuches por occidentalizar su nombre podría no ser relevante. Pero detrás de ello, y de la justificación que hacen, se esconde un drama íntimo, puesto que el cambio de filiación sería el resultado final de la sistemática humillación y burla a la que estas personas son sometidas.



En el mencionado estudio se dan a conocer varios ejemplos de personas que presentaron la solicitud de cambio. Éstas van a acompañados del nombre al que quieren acceder y de las justificaciones que esgrimen para lograrlo.



Así por ejemplo, se citan casos como el de Miguel Ángel Manquehual Huechan, que cambió su nombre al de Miguel Ángel Grau Arenas. Argumentó su solicitud diciendo que "los apellidos Manquehual Huechan son de origen indígena y producen menoscabo moral".



Un caso similar es el de Pablo Hueichaqueo Collio, quien cambió su nombre al de Pablo Bizarro Collio, ya que "el apellido, por ser mapuche, me produce menoscabo moral".



Las mujeres también acuden al derecho que tienen de cambiar su nombre. Ejemplos como el de Aurelia Carmen Huenupán Huirinao, que optó por llamarse Andrea del Carmen Martínez, esgrimiendo las mismas razones del menoscabo moral que siempre le han causado sus apellidos, por ser de origen indígena.



Mana Elena Pichulao Pichulao también optó al cambió, argumentando también menoscabo moral. Su nueva filiación es María Elena Valdebenito Valdebenito.



El cambio de nombre en sí mismo refleja un rechazo a la filiación que se le otorgó a la persona al momento de su inscripción. Sin embargo, cuando el cambio lo hacen personas que pertenecen a una cultura determinada, y a una etnia específica, podría corresponder a una negación de los ancestros y, por lo mismo, de las raíces.



De acuerdo al estudio, el cambio de nombre es renegar de los orígenes, lo que quedaría demostrado por los argumentos que estas personas esgrimen para justificar la modificación de la filiación.



El argumentar que el sólo hecho de tener un nombre de origen mapuche menoscaba moralmente a la persona, evidencia el deseo de ocultar los orígenes, de querer asemejarse por todos los medios a los chilenos para dejar de sentirse discriminados y humillados por ellos, explica el informe.



Además, el sustento de la disposición legal que permite el cambio de nombre es el empezar a participar de una nueva vida, que, en teoría, debiera ser mejor que la que se deja atrás al momento de recibir la nueva filiación.



Sin embargo, no hay estudios que aseguren tal hecho.



Dejar de ser…



Para Dauno Tótoro, "la cifra de dos mil 700 mapuches que quieren cambiar su nombre, habla muy mal de nosotros. Demuestra que somos un país xenófobo que no se preocupa de mantener la cultura originaria".



Sin embargo, Tótoro no concuerda con algunas de las conclusiones del estudio, que se refieren a la negación de la identidad cultural del mapuche, por el sólo hecho de querer cambiar su nombre.



"No creo que si uno se cambia el nombre deje de ser quién es. Me refiero que el mapuche que cambia su nombre, a uno más occidental, no deja de ser mapuche, no olvida los ritos, ni la familia ni sus creencias. Eso es sólo un mecanismo de defensa para integrarse a una sociedad que históricamente los ha discriminado", aseguró.



El realizador pone énfasis no sólo en el cambio de nombre, sino en lo que eso conlleva. "El cambiar de un apellido mapuche a uno como Soto, obliga a la persona a dejar de actuar como mapuche y aprender a comportarse como Soto, con todo lo que ello implica en términos sociales".



Sin embargo, reconoce que al momento de buscar un trabajo el tener un apellido o un nombre occidental puede favorecerlos mucho porque les permite ampliar el horizonte. "En términos laborales esto puede ser beneficioso, lo terrible es que al impulsarlos a cambiar su filiación, por razones xenófobas, los obligamos a cambiar de ser para que adopten un ser que no les corresponde".

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