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Exclusivo: La historia oculta de negligencias tras tragedia de la Antártica

Investigación de la justicia militar esclareció una serie de anomalías que desencadenaron la muerte de un capitán de la institución y dos suboficiales, quienes perecieron por hipotermia al interior de una grieta de hielo eterno en septiembre pasado. Los responsables enfrentan cargos por incumplimiento de deberes militares, cuasi delito de homicidio y falsificación de documentos en lo que parece ser un »Antuco 2».


En el más completo silencio, sin que trascendiera ni la menor pista hacia la opinión pública, la Fiscalía Militar de la ciudad de Punta Arenas logró revelar la oculta trama que se escondía en el trágico accidente que protagonizaron funcionarios del Ejército en el territorio antártico, en el cual fallecieron un capitán y dos suboficiales por negligencia de sus mandos superiores, en septiembre de 2005.



La versión que publicamente se ha conocido -hasta ahora- es que en una operación de exploración, una patrulla de militares a bordo de un carro Sno-Cat, matrícula E-502, cayeron intempestivamente al interior de una grieta que no estaba demarcada hasta entonces, a raíz de lo cual el capitán Enrique Encina Gajardo, y los suboficiales Fernando Burboa Reyes y Jorge Basualto Bravo, perdieron la vida.



Pero esta historia tuvo sus raíces cerca de 22 días antes, momento en que una patrulla de uniformados dio cuenta de este accidente geográfico. Sin embargo, los comandantes de la Base Antártica General Bernardo O´Higgins Riquelme hicieron caso omiso de estas advertencias y mandaron a un grupo de cinco compañeros de armas a un destino fatídico e incierto.



Un trineo perdido



Según los antecedentes procesales a los que tuvo acceso El Mostrador.cl, el origen del lamentable accidente tuvo su origen el 6 de septiembre de 2005, cuando personal de la mencionada dotación de Ejército -bajo el mando del capitán Encina e integrada por los suboficiales Burboa Reyes, Basualto Bravo (todos fallecidos), Fernando Noriega Noriega y Manuel Soto Salinas- realizaron un reconocimiento autorizado que pretendía llegar al refugio «General Boonen», a fin de cumplir una orden fechada el 4 de agosto de ese mismo año.



Sin embargo, al sobrepasar el refugio «Abrazo de Maipú», mientras seguían un recorrido fuera de la ruta normal, de improviso el carro tractor Tucker Sno-Cat, pasó sobre una grieta cuya entrada estaba tapada por nieve, ante lo cual su conductor aceleró y evitó que éste cayera al interior de la fractura en el hielo.



No obstante, un trineo «Orión» con material de telecomunicaciones, bolsas con vestimentas y equipos de montaña, bidones de combustibles, víveres, grupo electrógeno portatil, herramientas y otros enceres, que era arrastrado por el carro, cayó al interior del precipicio, cortándose la cuerda que lo sujetaba al vehículo, quedando al interior de la grieta.



«El clima se cerró lo que obligó a salir rápidamente de la zona, retomando la ruta previamente jalonada con coordenadas basadas con instrumentos (GPS), regresando e informando lo sucedido al comandante de la Base», se consigna en el sumario.



Ocultamiento



Este accidente, con la consecuente pérdida de material fiscal, fue mantenido oculto expresamente por orden de los dos comandantes de la base, tenientes coroneles Armando Ibañez Changarotti y Mauricio Toro Pardo, quienes decidieron no dar cuenta del hecho al Departamento Antártico del Ejército.



Ambos le ordenaron a su personal subalterno que quedaba expresamente prohibidio que alguien llamara a dicha repartición, informando de la caída del trineo a la grieta, bajo amenaza de que si así lo hacían, serían evacuados inmediatamente al continente, previa sanción en su hoja de vida.



«A partir de esa fecha el único objetivo era concurrir al lugar de la grieta a recuperar las especies fiscales, lo que se pospuso porque las condiciones climáticas no lo permitían, lo que provocó que la situación se hiciera cada vez más angustiante, dado que al no haber dado cuenta del hecho, necesariamente para poder encubrir y no ser detectados tenían que recuperar el trineo», se encuentra acreditado en la investigación.



Un trágico rescate



En ese contexto, el día 28 de septiembre, los mencionados comandantes de Unidad, Ibañez y Toro, instruyeron a sus subordinados a emprender la misión de recuperar los materiales perdidos, haciendo caso omiso de la opinión del oficial de exploración, Enrique Encina (Q.E.P.D.), y de lo solicitado por el resto del personal que participaría en la operación, quienes dieron cuenta de los peligros de la tarea, considerando que la grieta estaría tapada por la nieve y existiendo la posibilidad que hubieran más fracturas de terreno en la zona.



Pero ninguna advertencia fue suficiente para que los oficiales al cargo de la base renunciaran a la idea del rescate del trineo a todo evento, embarcando al suboficial Balboa Reyes (Q.E.P.D.) para conducir el carro Sno-Cat, acompañado por el capitán Encina y secundado por un mecánico en Telecomunicaciones, Jorge Basualto Reyes (Q.E.P.D.) y el sargento segundo Raúl Poo Barra.



En la tercera corrida de asientos se ubicaron el enfermero, subfocial Héctor Cisterna Flores, y los mecánicos de vehículos motorizados, suboficiales Sergio Ulloa Saldías y Fernando Noriega Noriega, mientras que en una motonave iba el segundo comandante de la Base Mauricio Toro Pardo y el suboficial Manuel Soto Salinas.



«En la ruta hubo un momento en que las condiciones climáticas no permitían continuar, lo que motivó que el oficial navegante Enrique Encina, le hiciera presente al oficial a cargo de la patrulla (Toro) que no se podía continuar, sin embargo, éste le ordenó esperar un rato y luego seguir. Fue así que llegaron al refugio «Abrazo de Maipú» y luego en dirección a la grieta, acercándose al sector de acuerdo a las coordenadas que habían quedado registradas el día de la pérdida del trineo, sector que no quedó demarcado», establece el expediente.



«Ya en los alrededores el personal empezó a sentir miedo, dado que todo estaba tapado en nieve, por lo que previendo lo que podía suceder se empezaron a amarrar con cuerdas al carro, es decir, iban sentados y atados, al extremo que hicieron comentarios coincidentes en pagar entre todos el trineo, para así evitar exponer sus vidas como sentían que lo estaban haciendo en ese momento. Como no sabían el lugar exacto de la grieta, temiendo caerse a la misma, sin saber si ya la habían sobrepasado, estaban sobre ella o les faltaba llegar a la misma, el conductor Burboa se negó a seguir avanzando con el carro, pero el capitán Encina le manifestó continuar un par de metros para evitar el enojo del capitán más antiguo (Toro)», continúa la descripción del tribunal.



A raíz de las súplicas de los integrantes de la patrulla, el comandante ordenó devolverse al refugio, señalando que al día siguiente seguirían con la búsqueda del trineo perdido. «Siendo tanto el temor que sentían los ocupantes del carro, optaron por desenganchar un carro de arrastre del Sno-Cat, y dar la vuelta del vehículo girándolo sobre su propio eje, ocupando el mínimo de espacio, para así evitar encontrarse con la grieta».



«Una vez iniciado el regreso, habiendo avanzado entre 50 y 80 metros aproximadamente, de improviso el carro cae en una grieta, ingresó en caída libre unos 15 metros, en donde esta hendidura en forma de «V», con el peso y la velocidad que llevaba la máquina, cedió el techo aprisionando a los ocupantes contra los asientos. El conductor quedó con el pie en el acelerador, lo que motivó que el vehículo continuara acelerando y como los orugas estaban contra la pared de la grieta, éste continuó avanzando al interior, hasta unos 30 metros de profundidad», añade el expediente.



Muertes por hipotermia



Según consta en el sumario de la justicia militar, los tres funcionarios que perdieron la vida a raíz de esta tragedia (capitán Encina y los suboficiales Burboa y Basualto) fallecieron a causa de hipotermia por las bajas temperaturas y no por las heridas que les provocó la caída.



Después del hundimiento del carro en la grieta, el primero en reaccionar fue el sargento segundo Poo Barra, quien arrancó los cables del Motor al carro para evitar su avance hacia el fondo. Este uniformado recordó que en el trineo de arrastre que llevaba el vehículo habían cuerdas y elementos de salvataje de montaña, por lo cual procedió a rescatar tales elementos.



Mientras tanto, en la superficie (en la entrada de la grieta) estaban el teniente coronel Toro y el suboficial Soto Salinas, quienes tomaron la decisión de volver a la Base a buscar elementos de rescate. Sin embargo, Poo ya había encontrado las herramientas necesarias, gritándo hacia el exterior en tono de súplica que no los dejaran allí y dándoles a conocer de los materiales que tenía para iniciar el rescate.



A raíz de ello, los uniformados que estaban en la superficie sacaron mediante cuerdas a Poo y a los suboficiales Ulloa Saldías, Noriega Noriega, Cisternas Flores, quedando atrapados el capitán Encina Gajardo y los cabos Burboa Reyes y Basualto Bravo.



«Mientras el sargento segundo Poo realizaba todas las actividades antes descritas, escuchaba las voces pidiendo ayuda, tanto del capitán quien le dijo: Polaco mátame, estoy sufriendo, herido, boto sangre por la boca y la nariz, por favor mátame; mientras que Burboa Reyes decía: no puedo respirar, me falta el aire», señala la investigación.



Finalmente, ni el teniente coronel Toro, ni el suboficial Soto Salinas se preocuparon de verificar el estado real de los heridos y evaluar la posibilidad de rescatarlos en el acto, teniendo en consideración las bajas temperaturas existentes a más de 30 metros al interior de la grieta. Tras ello, el jefe de la misión decidió regresar a la base, acompañado de Poo Barra para obtener ayuda.



«Una vez en la base se le informó verbalmente de la tragedia al comandante de ésta, quien resolvió reunir a un grupo de rescate, con los medios logísticos necesarios para tal actividad, dirigiéndose con más motos de nieve hacia el mismo lugar, pero debido a las condiciones climáticas, que al momento habían empeorado, no pudieron llegar, abortando y regresando esa misma noche al punto de partida», se establece en el sumario.



Mientras tanto, los cuatro suboficiales que quedaron en el lugar del accidente, al avecinarse la noche y no ver esperanza de refuerzos y como una forma de evitar congelarse a causa de las condiciones climáticas reinantes en esos momentos, optaron por caminar aproximadamente 1.500 metros, hasta el refugio «Abrazo de Maipú», donde pernoctaron esa noche a la espera de la patrulla de rescate.



Falsificación



El sumario también consigna que el rescate de los cuerpos fue una operación difícil, ya que la tarea se hizo muy presionada por el tiempo, debido a que el oficial a cargo (Toro) insistía en dejar los restos ahí en espera que llegara un helicóptero de rescate.



Más allá de ello, otro hecho grave que se describe en la investigación fue el intento de ocultar la verdadera misión que se emprendió ese 28 de septiembre del año pasado, a través de la falsificación de documentación.



Según se encuentra acreditado, el teniente coronel Armando Ibañez Changarotti, como una forma de ocultar la verdad, tomó la decisión de confeccionar una orden para así legitimar la actividad, para lo cual la data con una fecha anterior a la de los hechos, es decir, coloca 12 de septiembre de 2005.



«Como necesariamente debía llevar la rúbrica del oficial explorador, capitán Enrique Encina, fue agregada en su última hoja con otra orden antigua, donde sí estaba firmada por este oficial y la anexó a la orden falsa, la cual a simple vista deja ver las diferencias con el resto de las hojas, lo que es corroborado por peritos del Laboratorio de Criminalística de Investigaciones. Además, procedió a informar telefónicamente de los hechos ocurridos, a sus superiores, en forma falsa, disfrazando la expedidición como una actividad de servicio», señala el tribunal.



En esa medida, ambos tenientes coroneles, Armando Ibañez Changarotti y Mauricio Toro Pardo, fueron encausados por la Fiscalía Militar por quebrantar el reglamento interno de la institución en, a lo menos, siete aspectos distintos, además se les imputa autoría en el cuasi delito de homidicio de los tres uniformados malogrados.



En tanto, Ibañez Changarotti también está encausado por falsificación de instrumento público.



El mencionado tribunal castrense de Punta Arenas les concedió la libertad bajo fianza a los dos uniformados, previo pago de 500 mil pesos. Sin embargo, hace pocos días la Corte Marcial denegó confirmarles el beneficio, bajo el argumento que su libre circulación constituye un «peligro para la sociedad».



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