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Cercano Oriente: Puzzle sólo lo resuelven Bush, Israel, Irán, Siria y Rusia

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George Bush dijo que es necesario presionar a Siria, integrante del »eje del mal», para que obligue al Hizbulá libanés a detener las acciones contra Israel. Antes ya envió un mensaje al gobierno sirio por el apoyo que le estaría dando a la guerrilla. Sin embargo, Irán, otro integrante del »eje maléfico» para EEUU, advirtió a Israel que un posible ataque contra Siria sería considerado »una agresión contra todo el mundo islámico».


Si bien la guerra en el Cercano Oriente ya es un tema conocido e histórico desde antes de la proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, la nueva versión bélica es hoy diferente al ocurrir a continuación de los fallidos intentos estadounidenses de imponer una cultura occidental en Irak y Afganistán, lo que en la práctica se ha convertido en uno de los mayores fiascos de la administración de George W. Bush.



Entre tres mil y cinco mil muertos deja ya en lo que va de la década este implante del "sueño americano" en una región eminentemente religiosa y preferentemente musulmana, que desde siempre ha sido un foco conflictivo debido al odio entre palestinos e israelíes o mejor, entre musulmanes y judíos.



Aparentemente es un problema que no tiene solución y mientras las armas dejan regueros de sangre y miseria, más de la que ya se conoce en esa región, surgen en todo el mundo declaraciones y pedidos de un alto el fuego que son completamente ignorados por uno y otro bando. Hasta fines del siglo pasado, al menos los llamamientos de las Naciones Unidas eran escuchados, pero hoy esta organización mundial, por su estructura prácticamente obsoleta, ha perdido ya toda fuerza real. El veto de uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EEUU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) basta para impedir el hallazgo de una salida para una crisis.



El problema se agudiza ahora por el largo conflicto verbal entre Estados Unidos e Irán por el deseo de este último de mantener plantas enriquecedoras de uranio, lo que le permitiría a corto plazo obtener la tecnología necesaria para fabricar armas nucleares, que, según algunos analistas occidentales, podría utilizar en contra de Israel, el principal aliado de Washington en la región del Cercano Oriente. Bush urge al Consejo de Seguridad en este tema para que adopte una resolución destinada a conseguir que Teherán suspenda su plan de enriquecimiento de uranio.



Esto significa que la nueva crisis, iniciada en el territorio palestino de Gaza, gobernado por el grupo islámico Hamas, está concentrada en Líbano desde donde opera la organización islámica Hizbulá que cuenta con dos miembros en el gobierno libanés de Beirut encabezado por el primer ministro Fuad Siniora.



El mayor perdedor en esta guerra es precisamente Líbano, en cuyo pequeño territorio está hoy uno de los más violentos focos bélicos de la nueva crisis. Siniora ve casi como enloquecido la destrucción minuto a minuto de parte de su obra consistente en todo lo que se reconstruyó en 14 años de duro trabajo, tras la ruina en que quedó el país por la guerra civil entre 1975 y 1990.



El único pecado libanés es no haber podido impedir que desde su territorio haya seguido operando la milicia fundamentalista chiita que precisamente surgió allí en 1982 para combatir "la ocupación israelí". Naciones Unidas instó al desarme del Hizbulá en el año 2000, tras la retirada de Israel desde el sur del Líbano, lo que no se cumplió. Si bien nació como grupo combatiente, posteriormente en los años noventa se convirtió en un partido político que apoya la causa palestina en Gaza, aunque su objetivo central es convertir al Líbano en un estado islámico similar a Irán.



Lo anterior explica los fuertes lazos existentes entre Teherán y la milicia del Hizbulá y hay quienes consideran a esta última "un mero brazo del régimen iraní" que apoya financieramente sus acciones guerrilleras.



Esta alianza es lo peor que puede sucederle a EE UU debido a su frágil actual posición en la región del Cercano Oriente como consecuencia de las derrotas sufridas en Irak y Afganistán, aunque, por otra parte analistas opinan que Washington estaría viendo en esta guerra una oportunidad única para que Israel pueda aniquilar al Hizbulá evitando una intervención iraní, lo que explicaría el escaso interés estadounidense de inducir a Israel a un alto el fuego, al menos por ahora o que la ONU asuma un papel más activo en la zona de conflicto como sería el envío de tropas de paz.



"Reacción desproporcionada"



Algunos analistas europeos explican la supuesta estrategia estadounidense-israelí de reacción "desproporcionada de Israel" por el secuestro de tres de sus soldados, uno por Hamas y otros dos por el Hizbulá, lo que ha quedado reflejado en bombardeos espectaculares, como los que destruyeron la única planta de electricidad en Gaza, parcialmente el aeropuerto del Líbano, la carretera Beirut-Damasco (capital siria) y varias reservas de combustibles.



Al mismo tiempo se pone en duda que Israel acabe de una vez por todas con aviones bombarderos el terrorismo de Hamas y del Hizbulá, como también de Al-Aqsa y de Yidda Islámica, que en el caso del Líbano le ha costado ya la vida a unos 300 civiles.
Como todas estas organizaciones no reconocen la existencia del Estado de Israel, resulta también imposible el intento de una solución negociada a largo plazo en un proceso político que considerara a todas las partes involucradas, entre ellas a las organizaciones radicales mencionadas.



A su vez, la milicia del Hizbulá, con 800 soldados activos y 2.000 reservistas, además de una gran cantidad de pertrechos y armamentos, como los misiles Katyusha, ha visto en esta nueva fase de violencia una buena posibilidad de reactivarse y poder abandonar un largo período de bajo perfil, que comenzó a vivir tras convertirse en partido político. En esta forma, sus dirigentes piensan que otra vez podrían sentirse fuertes y jugar un papel significativo en el proceso político que vendrá tras los cruentos ataques. Esto explica igualmente la declaración de "guerra abierta" contra Israel efectuada por el líder del grupo Hizbollah, Hasán Nasralá.



A pesar de todos los llamados a una tregua, tanto del G-8, reunido en la cumbre anual en San Petersburgo, como del secretario general de la ONU, Kofi Annan, y de la Unión Europea, la guerra continúa. Bush dijo que es necesario presionar a Siria, integrante del llamado "eje del mal", para que obligue al Hizbulá a detener las acciones militares contra Israel. Antes ya envió un mensaje al gobierno sirio sobre rendición de cuentas por el apoyo que le estaría dando a la guerrilla islámica.
Sin embargo, Irán, otro integrante del "eje del mal" para Estados Unidos, advirtió a Israel que un posible ataque contra Siria sería considerado "una agresión contra todo el mundo islámico".



Si bien, Teherán, que operaría a través de Siria, no tiene intenciones por ahora de intervenir abiertamente en el conflicto para no poner en riesgo sus planes nucleares que han sido fuertemente cuestionados tanto por EEUU como por la Unión Europea. En todo esto, el presidente ruso Vladimir Putin tiene también mucho que decir. Son conocidos los vínculos entre Rusia y Hamas y Rusia e Irán, también en el campo de la energía nuclear.



En este panorama mundial de notoria falta de toma de decisiones, por una parte, y de una disposición estadounidense-israelí para incrementar los riesgos militares a costa de resultados concretos, como sería el intento de extinción del Hizbulá y de otros grupos islámicos, estará siempre latente el peligro de que la crisis derive en una guerra regional abierta con consecuencias internacionales-económicas desastrosas, como es la subida diaria de los precios del petróleo que afectan a todo el mundo, especialmente a los países menos desarrollados como son los latinoamericanos. Como ya dijimos antes por este mismo medio, la paz palestino-israelí continuará siendo sólo una ilusión lejana y muy compleja.



walterk@vtr.net

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