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La agenda de Seguridad modifica el timing del cambio de gabinete Oficialismo teme déjà vu de primera administración Bachelet y retorno de la vieja Concertación

La agenda de Seguridad modifica el timing del cambio de gabinete

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Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Si bien en el oficialismo lamentan que la opción se haya dilatado, varios reconocen que efectivamente “ya no es prioridad” y que “lamentablemente ya no hay espacio ahora para un cambio de gabinete”. Sobre todo, porque estos seis meses han sido tiempo suficiente –recalcan– para que quede claro “quiénes lo hacen bien y quiénes no” y eso “no va a cambiar” de aquí a enero.


Es cierto que el bombazo en la Escuela Militar el lunes 8 de septiembre cambió radicalmente el escenario político, al punto que descomprimió toda la presión ambiente que había hasta ese momento para que la Presidenta Michelle Bachelet realizara un cambio de gabinete y reforzará, así, los puntos débiles que hay en el equipo de ministros. Pero a pesar de la actual prioridad en Seguridad e Inteligencia, sigue latente la demanda interna en la Nueva Mayoría para que se ajusten algunas piezas del gobierno, en el entendido de que el diseño definido para el debut de la actual administración fracasó.

Así lo confiesan en el gobierno y en el oficialismo, al punto de reconocer que en ese punto “se está repitiendo el libreto” del año 2006, cuando el primer diseño de gabinete que entonces eligió Bachelet, no cuajó. Eso quedó plasmado entonces con los varios ajustes que realizó los primeros años: julio 2006, diciembre 2007 y enero 2008, hasta que en ese último cambio marcó el punto de inflexión de su gestión y popularidad, a pesar de la crisis económica que hubo en la segunda parte de su mandato.

Si ya en junio había cierta preocupación en La Moneda por el bajo nivel de conocimiento que tenía al menos la mitad del gabinete, puntualmente los ministros sectoriales y del área social, después de la encuesta CEP de mediados de agosto ello se acentuó, debido a la baja en los niveles de aprobación ciudadana a las reformas emblemáticas del programa y a que el respaldo al gobierno llegara al 50% a solo seis meses de estrenado.  La tendencia fue ratificada unas semanas después, a principios de septiembre con la Adimark, que dejó a la Mandataria solo con el 49% de apoyo, registrando una baja de cinco puntos en relación al mes anterior.

En esos días, el tema obligado era el eventual cambio de gabinete, pronosticado para después del 18 de septiembre. La presión era tal, que incluso en el comité político de ese lunes 8 de septiembre en la mañana –varias horas antes del bombazo– el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, pidió expresamente a los partidos de la Nueva Mayoría que no insistieran con el ajuste ministerial.

[cita]Hasta el bombazo, había preocupación en el oficialismo porque la Presidenta –conocida por su porfía– estaba dando señales de querer prolongar la incertidumbre del eventual cambio de gabinete hasta fin de año, incluso para enero, para no ser pauteada por los medios de comunicación ni los partidos de su coalición, y era evidente cómo desde La Moneda se trató de apuntalar a los ministros más cuestionados: Salud, Desarrollo Social, Cultura, Economía.[/cita]

Hasta el bombazo, había preocupación en el oficialismo porque la Presidenta –conocida por su porfía– estaba dando señales de querer prolongar la incertidumbre del eventual cambio de gabinete hasta fin de año, incluso para enero, para no ser pauteada por los medios de comunicación ni los partidos de su coalición, y era evidente cómo desde La Moneda se trató de apuntalar a los ministros más cuestionados: Salud, Desarrollo Social, Cultura, Economía. Ese temor se acentuó más aún durante la semana pasada, así lo comentaban incluso en el propio gobierno, a partir del hecho de que lo sucedido en la Escuela Militar modificó las cosas al punto que ahora la Mandataria tiene una buena excusa para no escuchar las peticiones oficialistas de un ajuste y “está claro que el cambio se dilató” hasta principios del próximo año.

Si bien en el oficialismo lamentan que la opción se haya dilatado, varios reconocen que efectivamente “ya no es prioridad” y que “lamentablemente ya no hay espacio ahora para un cambio de gabinete”. Sobre todo, porque estos seis meses han sido tiempo suficiente –recalcan– para que quede claro “quiénes lo hacen bien y quiénes no” y eso “no va a cambiar” de aquí a enero.

Pero desde la DC, incluidos parlamentarios, insisten en precisar que después del 18 esperan que desde La Moneda se dé alguna señal sobre el particular para enfrentar los próximos meses. Consideran que el tema de la seguridad corre por un carril muy distinto y que el ajuste ministerial sigue siendo “indispensable”.

El regreso

Aunque toda la presión esté enfocada ahora en mejorar la seguridad, reformar las leyes de Inteligencia y Antiterrorista y poner los acentos desde La Moneda en el discurso de enfrentar lo sucedido como un asunto de Estado con apoyo transversal de todos los sectores políticos, en el oficialismo recalcan que las falencias que se habían evidenciado en la gestión siguen intactas y que pesarán más aún en los siguientes tres meses, cuando la desaceleración económica llegue a su punto más álgido.

La principal debilidad es la “necesidad de un liderazgo político que no sea el presidencial”, que entre los ministros –añaden– exista “sustancia y peso político suficiente para blindarla”, porque hasta ahora está muy expuesta. Ahí radica en buena medida la repetición del libreto del 2006, la falta de liderazgos políticos en el equipo ministerial más allá de Bachelet.

Hace rato que se ha dicho, y así lo confirman en La Moneda, que el actual comité político –Interior, el ministro de la Segegob, Álvaro Elizalde, y la Segpres, Ximena Rincón– no funciona y que sólo el ministro Peñailillo ha desplegado un liderazgo notorio. El problema es que ante las falencias de la tríada de Palacio, el secretario de Estado ha desarrollado una multiplicidad de roles además de su condición de jefe político del gobierno –que incluye hasta la vocería de Palacio–, a la que ahora se suma liderar la agenda de seguridad, un formato que no resiste análisis y que, se sabe en el gobierno, no resistirá mucho tiempo.

Los partidarios del ajuste ahora, recalcan que después del 18 es el mejor momento, incluso postbombazo, porque aún la Mandataria tiene un buen capital político, que le da margen –añaden– para “ella decidir a quiénes sacar, a quiénes convocar y apostar por algunos enroques” y poder sortear la presión desde los partidos. “Todavía hay margen para que elija a quien quiera, en enero, por la desaceleración, el apoyo a la Presidenta podría bajar del 45%”, sentenció un alto dirigente dela Nueva Mayoría.

Esa “libertad” de decisión de la Mandataria no es menor, cuando desde la propia Nueva Mayoría reconocen la apuesta de la “vieja guardia” de la otrora Concertación por el fracaso del modelo de gestión y que se repita lo sucedido en el primer gobierno, en que, a falta de más capital humano, fueron convocados como “salvadores” de La Moneda.

“La posibilidad de un regreso a la primera fila de la vieja guardia de la Concertación es altísima”, advierten en la Nueva Mayoría, desde donde reconocen que un desafío real para Bachelet en este segundo gobierno “es impedir que los sectores más duros y conservadores” del oficialismo “se tomen el gobierno”.

Los dos íconos de esa vieja guardia hoy son el ex diputado DC Gutenberg Martínez, quien ya regresó al consejo nacional de su partido, y el ex senador PS Camilo Escalona, quien apunta a recuperar la conducción del Partido Socialista a principios del 2015. Desde la campaña ambos ya mostraron sus diferencias con aspectos del programa de gobierno y con el estilo de la Nueva Mayoría.

El regreso de la vieja guardia es un riesgo que ha sido una sombra permanente de esta administración, considerando que una de las bases de la campaña para convencer a muchos decepcionados fue precisamente asegurar que este no sería el quinto gobierno de la Concertación, sino que el primero de la Nueva Mayoría.

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