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Peña le recuerda a Bachelet el eslogan acuñado por Aylwin de hacer política en la «medida de lo posible» En referencia a lo que llamó un «realismo sin renuncia»

Peña le recuerda a Bachelet el eslogan acuñado por Aylwin de hacer política en la «medida de lo posible»

El rector de la UDP explica que con la llegada de la mandataria al poder ganó influencia una nueva élite intelectual y «la balanza se comenzó a inclinar a favor de la segunda alternativa. Los límites de lo posible, se creyó ahora, se definían socialmente».


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, cuestionó lo expresado por la Presidenta Michelle Bachelet cuando reconoció los errores en el programa de Gobierno y llamó a un «realismo sin renuncia», recordándole el eslogan acuñado por Patricio Aylwin de hacer política en la «medida de lo posible».

En su habitual columna en El Merecurio, Peña señala que cuando pase el tiempo, dicho encuentro será recordado «como uno de los acontecimientos de su segundo gobierno».

«¿Qué significa el realismo al que llama la Presidenta? El realismo es, por supuesto, el apego a la realidad. Pero, ¿qué es la realidad?. ¿Se trata de algo indócil a los deseos y propósitos humanos, al, en suma, que tiene un núcleo inconmovible al que es necesario adaptarse para así, paradójicamente, cambiarla? ¿O se trata en cambio de algo que los mismos seres humanos definen socialmente mediante una compleja trama de interpretaciones culturales y de luchas?».

El académico explica que por décadas la élite concertacionista y de derecha creyó la primera alternativa y la «realidad estaba allí enfrente, y se quería modificarla, era imprescindible conocerla y , paradójicamente, someterse a ella. Entonces los técnicos y los expertos fueron fundamentales. Estos años (desde la dictadura hasta Piñera, nada menos) imperaron los economistas, quienes dictaminaron cuáles eran los límites de lo posible. El resultado de esa hegemonía fue el deterioro de la política, la sustitución del debate por las comisiones de expertos, del político por el técnico, y, sin embargo, una aburrida y lenta prosperidad».

En ese sentido, explica que con la llegada de Bachelet ganó influencia una nueva élite intelectual y «la balanza se comenzó a inclinar a favor de la segunda alternativa. Los límites de lo posible, se creyó ahora, se definían socialmente. La sociedad (como diagnosticó un reciente informe del PNUD) se politizó y lo que antes parecía límite, desde la Constitución de supuestos del mercado, ahora fue invitación al cambio. Los ciudadanos, se pensó por fin recuperaron su sitio, y los expertos y los técnicos dejaron de tener la última palabra. La realidad podía definirse socialmente. Los años de la Concertación se miraron con cierto desdén, como si, por mano de los expertos, se hubiera ejecutado en ellos una traición cotidiana».

Peña menciona que el cambio de concepción explica al Gobierno que encabeza la mandataria, añadiendo que «en vez de contener las expectativas se las alentara; que se viera en las movilizaciones sociales un fracaso subterráneo de la modernización y no un signo de su éxito; que los expertos, en vez de crítica racional tuvieran simple rechazo; que las dos últimas décadas se vieran, incluso por los mismos que la construyeron, como un engaño del que era necesario despertar; que la retórica (¿alguien duda a estas alturas que fue sólo retórica?) del cambio estructural y paradigmático lo anegara todo; que el futuro pareciera, por momentos, un sueño sin orillas; que los límites de lo posible parecieran plásticos; que se viera en los anhelos de la calle el motor de la historia».

«Es innegable -salta a la vista- que el gobierno de la Presidenta Bachelet creyó que se vivían tiempos en lo que la realidad podía redefinirse a partir de una nueva hegemonía cultural. Pero ocurre que la realidad, incluso para quienes piensan que está envuelta (desde Rosa Luxemburgo y Gramsci y Althusser y Lacan)tiene un núcleo inalterable: se trata de lo que Marx (a quien hoy ni siquiera la izquierda parece leer) llamaba las bases materiales de la existencia. Cuando se les olvida y descuida, hay desorden y entropía. Se trata de un aspecto indócil de la realidad que ninguna definición social de ella, ningún entusiasmo, ninguna hegemonía, podría, desgraciadamente, modificar», precisa.

Y menciona que eso es lo que acaba de reconocer la jefa de Estado, que «se gobierna en la medida de lo posible. O como decía Marx, que toda época solo se planteaba con los objetivos que es capaz de alcanzar».

«Solo queda que quienes convencieron a la Presidenta que la politización era igual al idealismo vulgar- que la influencia de la cultura en la realidad equivalía a la sustitución de la realidad por los deseos- comiencen a dar explicaciones o pidan excusas», concluye el rector de la UDP.

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