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Belisario Velasco: sobre la Nueva Mayoría se proyecta la «pesada sombra de las dos almas de la Concertación»

Belisario Velasco: sobre la Nueva Mayoría se proyecta la «pesada sombra de las dos almas de la Concertación»

Admite que, si bien las diferencias de fondo no serán resueltas durante este Gobierno, “los grupos vicarios perderán vigor en la centroizquierda permitiendo que se proyecte como una alianza sólida y estable. Mientras tanto, tenemos el deber de afianzar la gobernabilidad democrática indispensable a una coalición que aún tiene mucho que aportar al país”.


Belisario Velasco, ex ministro del Interior durante el primer Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, marca un parte aguas con la conducción de su partido en la actual crisis que enfrentan la Mandataria y su gabinete. En especial, tras el último cónclave de la Nueva Mayoría y los roces provocados por el rol que han asumido los ministros Jorge Burgos, de Interior, y Rodrigo Valdés, de Hacienda, quienes en cuestión de días han aparecido en la prensa explicitando reparos a los pilares del programa de Gobierno: la moderación de las propuestas de Nueva Constitución, reformas educacional y tributaria; además del anuncio de complementación de la reforma tributaria. Así lo expresa en una columna publicada este jueves en El Mercurio.

El referente más activo de las fuerzas progresistas al interior de la DC afirma que la reedición del dilema entre autocomplacientes y autoflagelantes no es más que una “pesada sombra de las dos almas de la Concertación que se proyecta sobre el corazón de la Nueva Mayoría”. Una pugna que sería ficticia: “Primero, porque la derecha, sector que aspiraba a gobernar al menos ocho años, el país sólo le dio una breve administración de cuatro años; segundo, por la nueva etapa que inauguraron las movilizaciones sociales de 2011, capaces de desnudar la crisis de representación que padecía nuestra democracia; y, tercero, por el aplastante triunfo de la Presidenta Bachelet y de su propuesta de reformas profundas que, ni sus más acérrimos detractores se han atrevido a deslegitimar”.

Respecto al discurso sobre ‘el realismo sin renuncia’, cuya explicación por la Mandataria en una reciente entrevista ha desatado las críticas de parlamentarios más conservadores de la DC, quienes han retomado los argumentos amenazantes de ser contrarios al frenesí legislativo, los riesgos de la estatización de la educación, las imputaciones hegemónicas a la izquierda, y la fecha de caducidad de la coalición, sostiene: “Esas dos almas quisieran reencarnarse en los dos términos del binomio realismo sin renuncia con que ha sido bautizada la segunda etapa del gobierno: ‘los realistas’, partidarios de reformas moderadas por los consensos con la derecha, y ‘los que no renuncian al programa’ amparados en la mayoría conquistada en las urnas”.

En el mismo sentido, resta credibilidad a las acusaciones de un supuesto voluntarismo e idealismo reinante en el programa por no haber previsto el escenario económico adverso. Ello, porque sería más un freno proveniente de los poderes fácticos antes que de la realidad macroeconómica, pues las cifras estuvieron siempre a la vista y ya fueron una condicionante en la campaña. Al respecto, señala que “olvidan, especialmente quienes gustan de la política líquida, de compromisos y memorias flexibles, volubles e inestables, que desde 2012, durante las primarias y en la elección presidencial de 2013, la economía ya mostraba signos de desaceleración, como más tarde lo confirmarían los ministros de Economía y de Hacienda Luis Felipe Céspedes y Alberto Arenas”.

El verdadero problema, arguye el ex secretario de Estado, sería, por una parte, la ausencia de una oposición fuerte y empoderada de su rol, ya que la derecha nunca había estado más débil que ahora y su lugar ha sido asumido por sectores liberales y conservadores que operan en el seno del gobierno, afectando la eficacia estratégica del conglomerado. “Y por otra parte, los hechos de corrupción que desde septiembre vienen involucrando también a personeros oficialistas y cuya erradicación ha seguido cauces puramente judiciales, ha generado un estado de malestar y de desmovilización que se manifiesta en los más bajos índices de apoyo a las autoridades, a los partidos políticos y a las instituciones”.

En cuanto a la dupla Burgos-Valdés, advierte que, pese a que se quiere instalar la idea de que detentan una suerte de cargo similar al del primer ministro, lo cierto es que imponer esa figura solo conduce a crear “fuertes desajustes” a la gestión presidencial.

Expresa, asimismo, que “al corregir las imperfecciones, como lo está haciendo el Ejecutivo, procede acatar el compromiso asumido con el programa de gobierno, pues expresa el anhelo de los sectores más desprotegidos y vulnerables de nuestro país”. Igualmente esa sería “la salida política a situaciones prerrevolucionarias no exentas de violencia, como aquellas que incuban la frustración y la desconfianza colectivas. Por eso, entendemos que renunciar a este programa significaría abdicar un mandato legítimo y renunciar a ofrecerle un cauce razonable a los conflictos latentes».

Finalmente, admite que, si bien las diferencias de fondo no serán resueltas durante este Gobierno, “los grupos vicarios perderán vigor en la centroizquierda permitiendo que se proyecte como una alianza sólida y estable. Mientras tanto, tenemos el deber de afianzar la gobernabilidad democrática indispensable a una coalición que aún tiene mucho que aportar al país”.

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