Se habló de su decaimiento en algún momento de este año, lo que coincidió con una licencia médica. Sin embargo, “su poder ha ido creciendo ante la soledad en que está la Presidenta Bachelet; en su primer gobierno, cuando Rodrigo Peñailillo fue su jefe de gabinete, jamás tuvo el poder que tiene Uriarte”, recalca uno de los timoneles de la Nueva Mayoría. Dueña del acceso a la Mandataria, en el oficialismo se le apunta como una de las responsables del estado de parálisis de La Moneda en medio de la crisis política que atraviesa el país.
Es de esas figuras que no pasan inadvertidas, se le quiere y defiende o se le fustiga con dureza. Así es el efecto que genera transversalmente en el oficialismo la abogada socialista Ana Lya Uriarte, la poderosa jefa de gabinete de la Presidenta Michelle Bachelet, quien por su extrema cercanía con la Mandataria maneja –por lejos– más hilos tras las bambalinas gubernamentales que todos sus antecesores, pero que por lo mismo se encuentra en el epicentro de las críticas internas ante la ceguera de que se acusa a La Moneda, la inacción del Gobierno y los cuestionamientos al círculo de asesores de Palacio.
Si en algún momento este año se pensó que la influyente asesora estaba tambaleando políticamente, puntualmente en abril cuando fue salpicada con el Caso Caval y estuvo fuera con una licencia médica, lo cierto es que hoy su poder es mayor, razón por la cual los dardos apuntan mayoritariamente a su figura ante una Presidenta que a todas luces no ejerce el liderazgo político que le demandan las huestes de su Gobierno y coalición.
“Su poder ha ido creciendo ante la soledad en que está la Presidenta Bachelet; en su primer gobierno, cuando Rodrigo Peñailillo fue su jefe de gabinete, jamás tuvo el poder que tiene Uriarte”, recalcó uno de los timoneles de la Nueva Mayoría, que convive semana a semana en La Moneda con la jefa de gabinete de la Mandataria en las reuniones del comité político de los lunes en la mañana.
Fue precisamente después de una de esas citas que se publicó una foto de Uriarte sentada a la cabeza del comité político, una imagen que sacó ronchas en varios del oficialismo, tanto a nivel parlamentario como en Palacio, porque, si bien siempre ha estado presente en esas reuniones y se sabe que cumple la función de ser los ojos y oídos de Bachelet en tales encuentros, le cuestionan que actúa más como ministra que como la encargada de la agenda presidencial. La señalan como la responsable de las descoordinaciones frecuentes que se observan desde La Moneda, de los errores forzados y varios de los problemas de imagen que tiene la Mandataria, como su pérdida de espontaneidad, su falta de terreno y contacto con la ciudadanía.
Quienes defienden a la abogada PS, tanto en el gobierno como en la Nueva Mayoría, afirman que hay “mucho de mitología” alrededor de Uriarte, de su poder e influencia, que en general en el oficialismo “le tienen mala” y que se ha transformado en una suerte de “catalizador” de las críticas internas, que “la culpan a ella de todo para evitar acusar directamente a Bachelet”.
Desde la encuesta CEP se han agudizado los reclamos por el “encastillamiento” de la Presidenta, del cual el grueso de la coalición responsabiliza a Uriarte, como una de las integrantes del círculo de hierro de Bachelet, ese al que acusan de aislar a la Mandataria, de actuar como yes men en vez de hacerle ver la compleja realidad, de no usar la cercanía que ostentan con Bachelet para que tome decisiones.
La crítica no es menor si lo que se escucha a diario en el Ejecutivo y en todo el oficialismo es la molestia y desazón por una aguda sensación de inercia que atraviesa a la administración bacheletista. “La Moneda está en estado vegetal, no hay reacciones de ningún tipo”, se lamentó un alto dirigente del oficialismo, mientras que un parlamentario PS reconoció que “hay una crítica generalizada de que La Moneda no ve lo que está pasando, hay una sensación de malestar e incomodidad”.
Esta semana el decano de la Facultad de Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Central, Marco Moreno, abordó en la columna “La ceguera situacional de Bachelet y su entorno”, en El Mostrador, la crítica situación que atraviesa La Moneda: “Entendemos la ceguera situacional como el halo de obscuridad o sombra que se presenta en relación con la posición que se ocupa respecto de un objeto observado. Si se tiene una posición cerrada, reducida y unidimensional, el haz de sombra resultara más amplio. Esto es así, ya que no se incorporan en el análisis otras variables necesarias para iluminar mejor el objeto o, en este caso, los problemas públicos”.
Esa visión unidimensional de la que habla Moreno es de la que culpan en parte a Uriarte. Desde el seno del Ejecutivo explicaron que la relación entre Bachelet y la abogada socialista ha cuajado a la perfección, porque la Mandataria –recalcaron en Palacio– evita el mayor contacto posible con las personas, y su empoderada jefa de gabinete “bloquea” a casi todos los interlocutores que quieren llegar a la Presidenta, con excepción del director de políticas públicas de la Presidencia, Pedro Güell, y del ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, quien es el orejero principal de la jefa de Estado en el gabinete.
“Ella cierra el paso a todos los que llegan con una mala noticia, un problema o demandando que la Presidenta tome una decisión”, relataron en el Gobierno.
En Palacio insisten en que eso precisamente ha pasado el último tiempo con el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy (PS), con quien Uriarte ha tomado cierta distancia y, por tanto, la Presidenta también, desde que se decidió presentar la criticada querella contra revista Qué Pasa, acción ante la cual –y solo en estricta reserva– la autoridad socialista habría expresado sus reparos.
En el Gobierno, la Nueva Mayoría y el Congreso es sabido que una característica de la Presidenta es ser desconfiada en exceso, que la salida de Peñailillo del gabinete y el quiebre de la estrecha relación política que ambos protagonizaron por una década, dejó un fuerte vacío en la Mandataria, que en parte lo ha llenado Uriarte, quien es hoy la persona que más conversa diariamente con Bachelet, la hace reír siempre, la espera en el segundo piso de Palacio con un “té rico y pan con palta” al final de la jornada.
[cita tipo= «destaque»]En Palacio dicen que no tiene una buena relación con el canciller Heraldo Muñoz, que este –igual como lo hacía Burgos– se la salta totalmente y pasa directo a hablar con la Presidenta, tensión que la abogada habría comentado ya en un par de ocasiones; que tampoco tiene un vínculo fluido con el ministro de Medio Ambiente, Pablo Badenier, por pugnas entre ambos desde la época de la Conama y que bien poco se relaciona con los titulares de carteras como Salud, Carmen Castillo, y Transportes, Andrés Gómez-Lobo.[/cita]
Pero su papel en La Moneda no se remite solo a eso. En Palacio insisten en que la llegada de la abogada Solange Huerta a la dirección del Sename fue realmente por una propuesta original de Uriarte, que no hay día ni decisión que la ministra de Justicia, Javiera Blanco, adopte sin antes conversarlo con la jefa de gabinete de la Presidenta, que ella sugirió que el abogado Javier Couso asumiera su defensa ante la acusación constitucional que presentó la derecha en contra de Blanco por la situación en Gendarmería. Para la bitácora, en el oficialismo, en Palacio y en especial en la DC, le atribuyen la caída de Jorge Burgos desde el Ministerio del Interior y el papel clave que jugó en el ajuste de gabinete de mayo del 2015, encerrándose con Bachelet en su casa de La Reina a barajar y sondear nombres al margen de los partidos de la Nueva Mayoría.
Sin embargo, a Uriarte se le cuestiona que, a pesar de toda esa complicidad con Bachelet, de la confianza e influencia, al final del día –explicaron en el Gobierno– peca de complaciente, que no usa su poder para ayudar a que la Presidenta enmiende el rumbo, tome decisiones y resuelva.
En la Nueva Mayoría algunos parlamentarios y dirigentes recalcaron que es “un exceso” atribuirle toda esa responsabilidad a Uriarte, que Güell y el ministro Eyzaguirre son igual de influyentes ante Bachelet y, por lo tanto, igual de responsables de la ceguera e inacción de La Moneda, a lo que suman la cuota de culpa que tiene el actual comité político, por su falta de peso real para incidir en el rumbo de la administración bacheletista, cuya cabeza es el ministro del Interior, Mario Fernández, quien ya acumula cuestionamientos a su falta de liderazgo.
Son tantos los meses que internamente se ha mencionado en el Gobierno un cambio de gabinete, un ajuste de ministros, subsecretarios, intendentes y gobernadores, que a estas alturas en el oficialismo ya hablan “del cuento del lobo”, del cual Uriarte es protagonista y que, como se ha dilatado en exceso, le ha restado credibilidad ante los ojos del grueso del oficialismo.
Sus detractores a nivel gubernamental insisten en que ha sido la propia Uriarte la que ha filtrado a la prensa versiones sobre el famoso ajuste, como en mayo, cuando antes de regresar de su licencia una nota en El Mercurio precisaba que, a pesar de su reposo, la jefa de gabinete presidencial había estado abocada a analizar las modificaciones en el staff de subsecretarios o, hace solo unas semanas, donde en el mismo diario se afirmó que el cambio de ministros solo abarcaría algunas piezas a nivel sectorial, sin tocar al comité político.
A la lista de críticas agregan que le gusta ostentar el poder que tiene, que peca gravemente de no tener un bajo perfil, que es lo que corresponde al cargo que cumple, que no es abierta a escuchar críticas, que tiene un estilo con el que impone cosas, sacando más ronchas de las necesarias.
En Palacio dicen que no tiene una buena relación con el canciller Heraldo Muñoz, que este –igual como lo hacía Burgos– se la salta totalmente y pasa directo a hablar con la Presidenta, tensión que la abogada habría comentado ya en un par de ocasiones; que tampoco tiene un vínculo fluido con el ministro de Medio Ambiente, Pablo Badenier, por pugnas entre ambos desde la época de la Conama y que bien poco se relaciona con los titulares de carteras como Salud, Carmen Castillo, y Transportes, Andrés Gómez-Lobo.
Por el contrario, al igual que con Blanco la abogada PS tiene una estrecha relación con la ministra del Trabajo, Ximena Rincón, y cada vez que puede hace gala de su cercanía con Fernández, camina de su brazo y el ministro en más de una ocasión, en reuniones con timoneles de la Nueva Mayoría, le cede la palabra a Uriarte para que explique mejor los hechos.
La autoridad DC es el ministro del Interior ideal de Uriarte. Es que nunca se llevó muy bien con Peñaillillo y siempre le molestaron los despliegues mediáticos de Burgos, sus gallitos públicos con la Presidenta, que hoy son parte del pasado. De muestra el siguiente botón, la respuesta que el lunes dio Fernández ante las críticas a la falta de conducción de la Mandataria: “El timón se tiene firme por la Presidenta de la República, algunas veces se enfrentan problemas de clima, tormentas o vientos, pero el timón lo tiene muy firme la Presidenta, de eso estoy muy seguro (…) la ruta está clarita, es el programa”.
Con los dirigentes de la Nueva Mayoría la relación no tiene nada de especial, pero sí recalcan que si Uriarte tiene el poder que se comenta es porque el estilo y diseño de Bachelet siempre ha sido así, rodearse –criticaron algunos– de un “círculo de lata” que poco vela por el futuro a mediano plazo de la coalición y solo apuesta a cómo pasará la Mandataria a la historia.