Publicidad
Karinna Soto: “Vivienda Primero cuesta lo mismo que un albergue masivo, pero no vale lo mismo” PAÍS

Karinna Soto: “Vivienda Primero cuesta lo mismo que un albergue masivo, pero no vale lo mismo”

Premiada por el Institute of Global Homelessness, reconocida por todos los que conocen la realidad de la calle en Chile, cofundadora de “Nuestra Casa”, principal impulsora del programa social Vivienda Primero, que ha sacado a medio millar de personas de esa situación en cuatro años. Aquí habla sobre qué la llevó a interesarse por los más pobres entre los pobres, de su cambio de vida y del libro que está por lanzar, titulado: El País de las Carpas.


–Que hoy haya cuarenta mil personas en calle en Chile es una vergüenza nacional, más si consideras que una de cada cuatro de esas personas fue niño en el Sename. O sea, niño o niña huachos, sin padres, a cargo del Estado. Y resultado de que todas las políticas públicas para la infancia vulnerada fallaron –señala la economista Karinna Soto (46), una de esas mujeres que no te lo manda a decir con nadie.

Es franca, directa y aperrada. Ejecutiva. “Brígida para el trabajo”, nos dijeron por ahí. Jefa Nacional de Calle del Ministerio de Desarrollo Social desde abril de 2018, donde llegó invitada por el exsubsubsecretario de Servicios Sociales, Sebastián Villarreal, bajo el segundo mandato del presidente Piñera. Desde ahí ha sido una de las profesionales que ha empujado con más fuerza el programa social Vivienda Primero (Housing First) en Chile.

La iniciativa, probadamente efectiva en Estados Unidos, donde nació en los años 90, ha dado resultados positivos en varias naciones de Europa, para reducir el número de personas en situación de calle. En Latinoamérica, nuestro país es pionero en su exitosa aplicación. Implementada en abril de 2019, ha logrado sacar de la calle a 547 personas. Todas ellas son mayores de 50 años. La mayoría tiene sobre 60 y ha pasado al menos cinco años en situación de calle. O sea, se trata de personas en una situación de vulnerabilidad extrema.

Es el caso de Laura (57), quien desde hace 4 años vive en un cálido y moderno departamento en pleno centro de Santiago. Es de las primeras beneficiarias de Vivienda Primero. Nacida en Chillán, en una numerosa familia campesina –eran 14 hijos–, a los nueve años quedó huérfana de padre. A los 15 tuvo una hija que le quitaron al nacer (niña que fue producto de violaciones sistemáticas de su padrastro). A los 18, su mamá la obligó a casarse. El marido resultó un desastre: tomaba y consumía drogas hasta la inconsciencia. Al año, decidió dejarlo.

Laura buscó trabajo en Santiago como empleada de casa particular. Había cursado solo primero básico y tiene una leve discapacidad cognitiva. Sirviendo en casa ajena, se pasó la vida hasta que después de un quiebre sentimental, de la muerte de otra pareja y del maltrato físico que recibía por parte de quien le daba un techo, terminó viviendo en la calle. Se arrimaba al SAPU de Cerro Navia por las noches. Tenía frío y mucha hambre. Dice que nunca pasó tanta como entonces. Fue la trabajadora social de ese Servicio de Atención Primaria de Urgencia quien le habló de Vivienda Primero. Y ella se las arregló para conectarse con el programa.

Vivir en el hospital

-¿Qué lleva a una economista de la Universidad Católica a trabajar por las personas en situación de calle? ¿A dedicar su carrera a ellas?

-Yo he tratado de colaborar toda mi vida para que nadie esté solo. A mí y a mi hermana nos criaron nuestros abuelos maternos, porque mis padres nos tuvieron siendo casi adolescentes y nos dejaron a cargo de ellos. Para mí es una experiencia súper fundante que me permite entender por qué de repente la gente se va. Decide irse. Muchas veces se trata de personas sin ninguna otra opción. Son hombres, mujeres, niños que no tienen nada que perder: no hay bienes, ni estatus, ni imagen. Lo han perdido todo o casi todo. Yo busco que esas personas recuerden la dignidad que poseen como seres humanos y la recuperen –responde Karinna Soto.

Cuando estaba terminando la carrera y por la experiencia adquirida como voluntaria haciendo rutas calle, junto a su compañero de universidad, el hoy ingeniero comercial y consejero del BID, Javier Zulueta, decidieron crear la fundación “Nuestra Casa”. Ganaron un fondo de innovación social para jóvenes emprendedores y se lanzaron a la idea de instalar una vivienda autogestionada por las personas en situación de calle, con el apoyo de un equipo. “Ese fue mi proyecto de título”, comenta. “Y ahí sigue la fundación, en la calle Huérfanos, con ya casi 25 años trabajando para superar la exclusión social que produce la situación de calle”, dice con satisfacción. Y cuenta, risueña, que cuando cruzaron el umbral de la casa al inaugurarla, “con Javier, dijimos esto es para toda la vida, y así ha sido”.

“Nuestra Casa” tiene una residencia solidaria –la ubicada en Huérfanos– con capacidad para 30 personas; dos casas compartidas, donde viven otras 10, y 21 viviendas con apoyo, habitadas por 42 personas que decidieron dar un paso de superación personal viviendo en comunidad.

Esto, porque es una convencida de que sin el primer paso de un techo bajo el cual dormir, no hay reinserción posible. “Vivienda Primero no es la panacea, pero es el primer paso. Es una política social que solo puede crecer y que ha demostrado ser la más costo-efectiva que existe. ¡Imagínate que cuesta lo mismo que mantener un albergue masivo! Cuesta lo mismo, pero no vale lo mismo. El valor, la dignidad que aporta la solución de una vivienda personal o compartida con dos o tres personas permanente, es infinitamente superior”.

Como economista, en 2018 demostró con planillas y números a las autoridades del Ministerio de Economía, en la previa de que se aprobara el piloto, que el costo-efectividad del dispositivo es real. La atención de salud en hospitalizaciones, tratamientos de salud mental y consumo de alcohol y otras drogas, los días de cárcel; es decir, todo lo que representa al año una persona en situación de calle para el Estado, es mayor que lo que cuesta el arriendo y mantención de una persona en Vivienda Primero.

Y vale menos, por cierto.

–Obviamente no es la única herramienta, ni la única medida. Es muy importante saber quiénes integran esta población y por qué están en situación de calle. Esta es una realidad que requiere de una mirada estructural e intersectorial, con medidas preventivas y con foco en las consecuencias de las distintas políticas sociales. El problema social de las personas sin hogar no es igual en todas las sociedades. En Estados Unidos el 80 por ciento de quienes viven en la calle son veteranos de las muchas guerras en las que se ha metido ese país. Son personas muy dañadas en todo sentido: mutilados físicos, enfermos psiquiátricos… En Europa, son los migrantes. Todos los que llegan en balsas desde África son los que inundan países muy desarrollados, pero que tienen en la xenofobia su talón de Aquiles –explica.

-¿Y cómo andamos por casa?

-En Latinoamérica han mejorado las políticas sociales orientadas a la infancia y a las personas mayores. Es una política feminizada, que se olvida del hombre joven, que es el que mayoritariamente está en situación de calle y que con toda seguridad envejecerá en la calle. Hoy, Vivienda Primero favorece a los mayores porque sabemos que está lleno de viejos que van a una hospedería a dormir y luego están el día entero dando vueltas a la manzana para volver a entrar cuando la abren por la tarde y así se pasan la vida. Eso debería darnos vergüenza como país.

El investigador argentino en temas de antropología social, Santiago Bachiller, sostiene que Chile es líder en la región en políticas sociales que abordan la situación de calle. Vivienda Primero es la prueba más elocuente. Y nos contó que en Costa Rica empezaron a aplicar este modelo para desocupar las camas hospitalarias que eran usadas perpetuamente por personas que están en la indigencia. Vivienda Primero permitió que esas camas se usaran para lo que están destinadas y acogió a la población que las usaba como techo y refugio. Fue como un efecto colateral positivo para la solución de otro problema social.

-¿Sabes de eso, Karinna?

-En Costa Rica no tienen Ministerio de Desarrollo Social y sus políticas están muy centradas en resolver problemas de salud. Eso pasó así, tal cual. Y acá en Chile también hay números sobre ocupación de camas de hospital ocupadas por hombres y mujeres en situación de calle. Se hablaba de 188 camas. Vivienda Primero también se implementó en Uruguay y yo misma asesoré a Brasil para empezar con él. Lula llegó decidido a aplicarlo.

El país de las carpas

Karinna estudió Economía, pero “pololeó” con Periodismo. Dice que esa era su carrera preferida, “pero entonces había que dar una prueba especial, y no quedé”. Quizás por eso ahora está a punto de dar a luz un libro con el tema que ha guiado su vida. Todos los que la conocen están expectantes del lanzamiento. Ella cree que podría ser a fin de año.

El País de las Carpas es el título de “un viaje personal”, que recopila crónicas de todos los años que lleva trabajando con la realidad de las personas en situación de calle. Se trata de textos agrupados en tres capítulos: “Parir”, “Amar o Enamorarse” y “Morir”.

–Ahí están las vivencias de 25 años metida en este tema, de conversaciones con muchas personas. Ahora que estamos por cumplir 50 años del Golpe, yo pertenezco a una generación que no lo vivió, que no había nacido entonces, pero que se formó al alero de organizaciones que instalaron la solidaridad como un baluarte en tiempos muy complejos. Yo fui voluntaria y trabajé en el Hogar de Cristo, un lugar que sostuvo la bandera del compromiso social en tiempos muy difíciles, en un Chile muy dañado.

Esas personas, algo de esas consecuencias sociales del Golpe y muchos testimonios de personas en situación de calle, están contenidos en El País de las Carpas, que presentará cuando ya esté definitivamente instalada en su nueva vida, una vida fuera de la Oficina de Calle del Ministerio de Desarrollo Social, a la que acaba de renunciar. Sin urgencias, sin Códigos Azules que activar, ni planes Protege Calle, ni su objetivo cumplido y probado: Vivienda Primero.

Yo siempre he renunciado a mis trabajos, cuando he sentido que cumplí una etapa. Hace un tiempo tuve un grave accidente en bicicleta y me dieron una larga licencia; eso me sirvió para reflexionar sobre lo que quería. Me di cuenta de que necesito más tiempo para Santiago, mi hijo de 11 años –confidencia.

Comprometida a mil con su tema de siempre –la calle–, ahora trabajará en la fundación 3xi, que en 2017 nació a partir de una idea original: juntar a pares improbables, que buscan inspirarse e influirse mutuamente, para mejorar nuestra convivencia y empujar cambios sociales reales, ONG que surgió de la unión de la Confederación de la Producción y del Comercio, la Asociación de Emprendedores de Chile, la Comunidad de Organizaciones Solidarias, el Sistema de Empresas B y el Centro de Innovación Anacleto Angelini, de la Universidad Católica.

Publicidad

Tendencias