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Hugo Herrera: “Ahora tienes a toda una derecha que se puso más dura” PAÍS Créditos: UDP

Hugo Herrera: “Ahora tienes a toda una derecha que se puso más dura”

Rodrigo Córdova
Por : Rodrigo Córdova Periodista en El Mostrador
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El abogado y académico hace referencia a la actual crisis política por la que atraviesa el país. Según Herrera, el abandono de las viejas banderas y la ausencia de nuevas ideas que impulsen la política generan estancamiento y una vuelta a discusiones “noventeras”. Para el académico, este aspecto es uno de los síntomas principales de la crisis. En tal sentido, no visualiza, en el futuro próximo, una solución a este problema, dado que a la clase política le falta una profunda reflexión respecto a sus ideas fundantes. En el presente, todas las fórmulas antiguas están desechadas –dice– y, para que exista una política de consensos, especialmente en torno a los 50 años, tanto el Gobierno como la oposición deben esclarecer sus agendas y prioridades. Un factor clave –advierte– es el proceso de revisión de la derecha, pues, si no se profundiza, todos los gestos que hagan serán “insuficientes”.


El panorama político actual está cruzado por dos hitos relevantes que generan un movimiento en la política que va más allá del trámite legislativo y el cumplimiento de una agenda de Gobierno. La conmemoración de los 50 años del golpe de Estado y el proceso constituyente son materias que, constantemente, merecen palabras de referentes políticos de diversos sectores. Para el doctor y abogado Hugo Herrera, especialista en Filosofía Política y académico de la Universidad Diego Portales, la forma en que actúan el Gobierno y la oposición es reflejo de una verdadera crisis política. Si bien no ve una luz cercana que proyecte una salida, las llaves para salir de esta estarían en el Presidente Gabriel Boric, en Republicanos, o en la derecha tradicional, en tanto realice un proceso de revisión profundo, puesto que, hasta ahora –señala–, es insuficiente.

Herrera publicó el mes pasado El último romántico. El pensamiento de Mario Góngora. Ahí, aborda el pensamiento del historiador chileno, Premio Nacional de Historia 1976, y aparte de revisar el pensamiento del intelectual, también aprovechó de preguntarse por la crisis actual que vive la política. En tal sentido, estima que lo que atraviesa hoy nuestro sistema político es el abandono de viejas banderas que ya están en desuso, pero aún no aparecen otras nuevas, que logren conectar con la ciudadanía. Observa, así, una especie de estancamiento.

-¿A qué cree que se debe esta animadversión en torno al consenso del golpe de Estado?
-Son varios los factores. En la salida de Patricio Fernández me llamó la atención el PC en la operación. Fernández no es de derecha, es de centroizquierda y, con legítima razón, el sector que llevó a cabo la renovación socialista se sintió tocado por esa pasada de máquina que le hicieron. Ahí uno se pregunta a qué están apostando los comunistas, pero me llama la atención que el proyecto político de Allende me parece que se está gasificando, diluyendo, se está convirtiendo en estética. A Allende lo puedes invocar en cualquier discurso, si eres de izquierda o bien de centro. Puedes anunciarlo como frases al viento, pero no significa nada enunciarse en términos políticos. ¿Qué significa evocar a Allende? ¿Es evocar el proyecto político camino a un socialismo real? Creo que hoy ni siquiera los comunistas lo piensan así. Entonces, ¿qué es lo que buscan? Me parece que buscan insuflar vida al cadáver. Están enterrando por segunda vez a Allende de algún modo y se dan cuenta de que su proyecto político está muerto.

-¿Cómo lo hacen?
-Lo vinculan con algo que no tiene que ver en principio con Allende, que es la causa de los derechos humanos (DD.HH.). A muchos en la izquierda les tocó sufrir violaciones masivas a los DD.HH., entonces, tratan de vincular a Allende con eso. Pero, en principio, Allende no tiene nada que ver con la causa de los derechos humanos. Puede sonar un poco cínico, pero lo que Allende tenía a la vista era Cuba, Checoslovaquia, la Unión Soviética, etc. Ahí los derechos humanos no eran una causa. Entonces, lo pegotean con algo que no tiene mucho que ver con el pensamiento político de Allende, pero que por ahí me parece que lo quieren revitalizar. 

-¿Qué significa eso para la figura política de Salvador Allende?
-Quizás Allende dejó de tener significado político. Porque lo sacas de su proyecto político y lo estás poniendo en otro contexto: en el de los DD.HH. Entonces, significa que con Allende pasa lo que pasa con Balmaceda, que es un gran líder que estuvo dispuesto a dar la vida por la patria, alguien que incluso escribió un testamento político, así como el último discurso de Allende. ¿Pero hoy qué significa hablar de Balmaceda? Los parlamentaristas ya fueron derrotados… Es más o menos lo mismo, me parece, lo que está pasando con Allende. La operación de los comunistas contra Fernández es la evidencia, me parece, de que a Allende se le acabó el significado político y que ahora se le puede convocar inocentemente en cualquier discurso y manifestación. 

-¿Qué le hace falta al Gobierno para mantener una línea clara respecto a la conmemoración del golpe de Estado y para darle un mayor calibre a la fecha?
-Si quisieras hacer algo para el 11 de septiembre, que está a la vuelta de la esquina, tendrías que saber, como Gobierno, qué es lo que va a pensar la gente de esas declaraciones en 10, 20 o 30 años más. Es como decir: si este Gobierno quiere dejar huella en la historia de Chile, tiene que imaginarse qué es lo que se va a pensar en 30 años más. El problema es que de ni uno ni de lo otro el Gobierno tiene alguna idea. Ahí vienen las dos almas: la del socialdemócrata y la de Apruebo Dignidad. Veo al Presidente Boric, más que a Jackson, tratando de flexibilizar ciertas posturas, de abrir rumbos, pero mientras no tenga una ideología o música de fondo dentro de la cual pueda poner las actividades, esto se va a convertir en una improvisación perpetua. Que la reforma tributaria sea el primer paso de un proyecto político te habla de que no hay nada. Se va a convertir, paradójicamente, en el más administrativo de los regímenes. ¿Qué vas a hacer para los 50 años si no tienes un proyecto político claro? Es lo mismo lo que pasa con la derecha. A la oposición le hace falta un proyecto político para que juegue bien. Están los dos en la misma. 

-¿Cómo ve la posibilidad de que se conmemoren los 50 años del golpe de Estado con todos los actores políticos participando?
-En principio veo difícil y un poco forzado el asunto. Primero, sobre las violaciones a los DD.HH., tú puedes tener un consenso casi universal. No creo que haya gente que esté dispuesta a defender eso públicamente. Ahora, del apoyo a la dictadura ya tienes un porcentaje contundente que la rechaza, pero las encuestas dicen que hay un porcentaje de gente que la apoya. Ahí ya tienes un problema. Ahora, si te vas al golpe y a Allende, la cosa se pone más compleja todavía. Es como tratar de forzar una situación que a un sector le puede interesar ponerla, me parece que es legítimo, pero me parece que es medio inconducente. Es tensionar las cosas, probablemente con una intención política legítima, pero no va a ser algo factible la transversalidad. Así como el proceso constituyente que, si los republicanos se portasen bien, podría llegar a ser un punto de partida de algo, no creo que este llamado del Gobierno vaya a ser punto de partida de nada. 

-Se ha discutido mucho respecto al quiebre de la democracia. Ahí hay una lectura que relativiza el hecho y apunta al oficialismo a hacerse cargo de las causas del golpe… ¿Son análisis que se pueden separar en el debate político?
-Creo que donde más distinciones uno haga en estos temas, es mejor. Te puede enredar el panorama, pero creo que es importante no agarrar todo en un bloque y poner a los “buenos” acá y a los “malos” allá, porque es el típico comportamiento que te lleva a las grandes crisis. Como dicen en las clases de derecho, es importante distinguir por ejemplo, dentro del Gobierno de Allende, quiénes estaban más comprometidos con una salida democrática y quiénes estaban más comprometidos con la vía armada. En la oposición creo que pasa más o menos lo mismo: quiénes estaban por un golpe desde el principio, quiénes conspiraron y quiénes se vieron desbordados por la situación y apoyaron el golpe como una salida rápida. Me parece que la posición que tomaron Frei, Aylwin y su gente en la DC era por una salida breve, para reponer a un Gobierno legítimo, democrático, con todas las garantías y, bueno, eso se escapó de las manos. 

-Hay quienes apuntan a que las violaciones de los derechos humanos y la dictadura son inseparables.
-Efectivamente hay quienes sostienen que son inescindibles las violaciones a los DD.HH. y la dictadura, pero podría poner un buen ejemplo, me parece, de alguien que siendo historiador –no político–, probablemente el mayor historiador chileno de la época, que votó por Allende en otros momentos y que fue militante del PC, Mario Góngora. Él condena el Gobierno de Allende, dice que la adhesión al Gobierno era meramente táctica, pero la decisión de fondo era de ir a un socialismo real, ojalá lo más pacífico posible, pero parecerse a Checoslovaquia, a países de ese estilo y no a una socialdemocracia europea. Góngora apoya el golpe en ese sentido de una salida rápida, pero al poco tiempo se distancia de Pinochet, de sus políticas y de su voluntad desmesurada de perdurar. Ahí llega a un balance que no dejaría contentos ni a moros ni a cristianos. Por cierto, una cosa es haber dicho eso el 81, que es cuando escribe su libro más importante, que hacerlo hoy día. Pero yo abogaría más por distinguir que por tomar posiciones. ¿Por qué no aprovechar la ocasión? Ya son 50 años, ¿por qué no aprovechar de llevar adelante grandes discusiones, grandes debates, que se llegue, así como se llegó con el Informe Rettig, a una constatación fidedigna de hechos? Bueno, que se llegue a una constatación fidedigna o, al menos, que se debatan y se muestren los datos y las cartas de ambos lados acerca de los sucesos. ¿Por qué no convocar a grandes historiadores de todos los sectores y quitarle un poco el asunto a la primera línea de los políticos? En el fondo, aprovechan esto para tapar cualquier urgencia de lado y lado. 

-¿Cómo entra la oposición en torno al discurso de los DD.HH. o de los 50 años? ¿En su negativa se mezcla el interés de una agenda legislativa?
-Ahí pasa algo que es complejo porque, si cierta parte de la izquierda hizo un proceso que uno podría llamar de maduración o revisión, el proceso de revisión en la derecha está todavía en ciernes. La derecha no tuvo que vivir circunstancias traumáticas que la obligaran a ponerse en cuestión, entonces, es muy incipiente. Uno podría ver un ethos de renovación en lo que hicieron Monckeberg y Desbordes el 2014 y en reformar la declaración de principios del partido, cosas de ese estilo, pero ahora tienes a toda una derecha que se puso más dura en reacción a la radicalización de la izquierda en la Convención, y la pregunta que se abre es: ¿cuán receptivo va a ser ese sector al discurso de los derechos humanos? Porque si tú contaras con la derecha más renovada, por decirlo así, podría tomar como oportunidad el discurso de los derechos humanos. Qué más te conviene que establecer una derecha democrática republicana que reivindique la importancia de la división del poder, las garantías fundamentales a los derechos individuales, pero a la vez mínimos comunes para todos, un buen control a las empresas. Sería el escenario ideal para apurar un consenso nacional con los sectores más moderados de la izquierda, pero, como el debate está polarizado, veo más difícil esa oportunidad. A mi gusto, el ideal hubiese sido que en la primera Convención las fuerzas centrípetas fueran las que prevalecieron, bajo el supuesto de que el país necesita, para salir de la crisis, símbolos en común y elementos en común que hoy no los tenemos. Además de la Constitución, vas a necesitar una reforma de la agenda económico-social, que aún no está,  y el Gobierno parece no tener capacidad de liderarla. Puesto esto en el escenario de mediano plazo, la pregunta es por dónde vamos a ir saliendo de la crisis. Ahí se pone peligrosa la pregunta y me parece irresponsable tanto el intento de la derecha más dura de tironear el mantel de un lado, como el del Gobierno, de forzar acuerdos. 

-¿Evópoli tiene ahí una oportunidad?
-Ahí lo veo complicado porque, si bien en temas morales son más liberales que la derecha tradicional, en asuntos económicos son más duros que la UDI a veces. Tú necesitas reformas económico-sociales, entonces, ¿hasta qué punto Horizontal y los expertos económicos de ahí están dispuestos a ceder?

-¿Fue un error la entrega de la medalla al juez Garzón por parte del Presidente Boric, en términos de allanar un camino común para los 50 años?
-Hay dos lecturas. Una es que el gesto fue una soberana tontera, una inmadurez de darse un gustito en relaciones internacionales, donde está tan comprometido el país. Puedes transformarte en hazmerreír de un público español, europeo, que entiende de estos temas, y de los chilenos que no tienen especial cariño al juez Garzón. Esa es una lectura, pero me parece que estamos en una etapa en que tanto el Gobierno como la oposición tienen derecho a ensayar. Hay que dar cierto espacio para cometer torpezas. Es un diagnóstico personal, pero si uno mira lo que ha sido la trayectoria del FA desde la primera vuelta y, por otra parte, de la oposición actual desde el estallido de octubre, uno puede ver que hay una cierta voluntad de abandonar viejos discursos, de experimentar y buscar fórmulas nuevas, porque se dan cuenta de que ni el economicismo le sirve a la derecha, ni el discurso de la moral sirve en la izquierda. El Presidente toma iniciativas, hace cosas en estos eventos internacionales y busca romper con algo y no lo logra porque, por supuesto, hay que tener cierta experiencia, pero uno podría decir que pasa lo mismo en las dirigencias de RN y la UDI. Uno los ve tratando de cambiar las cosas y eso caracteriza la crisis en la que estamos. Todos saben que los discursos viejos ya no funcionan. Ni Atria, ni Friedman, ni Jaime Guzmán, ni Giorgio Jackson son los visionarios que nos van a marcar las décadas por venir.

-¿Cuáles serían entonces las nuevas ideas?
-Abandonar las viejas banderas no significa todavía tener las nuevas. Ahí está la crisis en la que estamos y ahí es donde todavía hay que dar una capacidad de juego a estos personajes. 

-Las viejas banderas están caídas, pero el discurso se enfrenta en términos clásicos. Por ejemplo, la derecha pide modernización del Estado y  la izquierda pide subir los impuestos…
-Creo que esto es manifestación de la crisis. Se están dando de cabeza con los mismos temas en un discurso medio noventero, porque no están las nuevas visiones todavía. Uno puede ver que Javier Macaya es más prudente y moderado que Jovino Novoa, por decir algo. Pero hasta ahí nomás, porque no tienes una UDI que esté renovando su pensamiento y pensando efectivamente en una renovación del Estado que signifique fortalecer su capacidad en ciertas áreas, mejorar la carrera profesional o regionalizar en serio. Tampoco tienes a un Gobierno que esté pensando en una reforma del Estado. Ninguno de los sectores está con capacidad para mejorar la institucionalidad. En definitiva, lo fácil termina operando como telón de fondo. Es el problema de la misma crisis que se está manifestando. 

-Cuando se cumplieron los 40 años del golpe, el ex Presidente Sebastián Piñera fue crítico con el golpe de Estado e, incluso, habló de los “cómplices pasivos”. ¿Por qué se da este cambio de discurso ahora que hay parlamentarios de su sector que reivindican el golpe?
-Los dichos de Piñera dan con algo que es muy importante: reconocer oficialmente las violaciones a los DD.HH. Pero hay algo que la derecha no ha hecho y que debiera estar preocupada de hacer: más que hablar de Allende, porque como proyecto político parece muerto, es hablar de la dictadura y de las violaciones a los derechos humanos. ¿Cuándo van a haber estudios de historiadores de derecha que indaguen en los motivos detrás de las dinámicas que generan abusos masivos en contra de los DD.HH? ¿Qué mensajes estaban detrás, qué ideología se filtró ahí? Mientras no se haga esa reflexión es poco lo que tú vas a poder avanzar, porque no vas a poder desarticular algo que quedó. Hay un derecha que, de buena fe, piensa que Pinochet lo hizo bien, entonces, mientras no se haga esa revisión creo que todo esto va a ser insuficiente. Basta que el asunto se tensione desde el otro lado para que la derecha responda con silencio. Ahora, es muy difícil. 

-¿Cómo se avanza entonces?
-Probablemente esto lo solucione con el tiempo, y una buena manera de no hacer daño es no hacerse grandes expectativas de grandes abrazos para este 11 de septiembre. 

-Al Gobierno le quedan dos años, ¿cree que la figura política del Presidente Boric termine de manera distinta este periodo?
-La política siempre tiene algo de sorprendente y el genio político existe. Creo que tanto el Presidente como los republicanos tienen oportunidad de operar con cierta genialidad. Si los republicanos, por ejemplo, se fueran al centro con decisión, serían los que parirían el nuevo orden constitucional. Del mismo modo, si el Presidente se da cuenta de una manera de salir de la crisis, de conducir una agenda política de consenso, quizá se asegura una vuelta no para los próximos años, pero quizá en ocho años más. Le queda mucha vida política al Presidente y debería pensar a largo plazo.

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