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Biógrafo del padre Hurtado: “Lo escandalizaría que hoy muchos se sirvan de los pobres” PAÍS

Biógrafo del padre Hurtado: “Lo escandalizaría que hoy muchos se sirvan de los pobres”

Jaime Castellón, que trabajó por décadas investigando para los procesos de canonización jesuitas, aprovechó la pandemia para terminar de escribir “San Alberto Hurtado: A Dios de los descartados”. En el Mes de la Solidaridad, marcado por el santo chileno, aprovechamos de acercar su figura y su obra a los tiempos actuales, lo que permite concluir que hoy la pobreza tiene nuevas caras.


Amigo de las efemérides, el jesuita Jaime Castellón (67), es el principal biógrafo vivo del activista social más importante de Chile, el abogado, pedagogo, creador del Hogar de Cristo y el único santo chileno, Alberto Hurtado Cruchaga.

Con ese marcado afán de registro, este pasado jueves 24 de agosto, cuando lo invitamos al programa Hora de Conversar, nos dijo fuera de micrófono:

–Hoy se cumplen 90 años de su ordenación sacerdotal. El padre Hurtado fue ordenado el 24 de agosto de 1933, para servir a los más pobres y ponerse el servicio de Jesús a través de ellos. Agosto, además de ser el Mes de la Solidaridad, es su mes. Porque, fíjate, que antes de eso, el día 14 de agosto de 1923 entra como novicio a la compañía, hito del que este año se cumplen cien años. El 15 de agosto de 1925 toma sus votos perpetuos en Córdoba, Argentina. El 18 de agosto muere en 1952, a los 51 años, en Santiago. El 25 de agosto de 1933 oficia su primera misa, luego de haber sido ordenado sacerdote el día anterior. Estos dos últimos hechos suceden en Lovaina, Bélgica.

Amigo también de los contextos para explicar los hechos, el jesuita Castellón, después de doctorarse en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, en 1996, asumió como ayudante del Postulador General para las causas de beatificación y canonización de los jesuitas. Ese trabajo le permitió ir acumulando información, textos y tener acceso a un documentado archivo sobre la vida y obra de Alberto Hurtado.

Así nació “San Alberto Hurtado: A Dios de los descartados”, biografía que contextualiza el pensamiento, los sentimientos y el actuar de quien en 2005 sería “elevado a los altares”, como solía decirse. En 637 páginas, el minucioso investigador explica cada hecho en el escenario y circunstancias de su época.

En el libro está narrado con detalle el nacimiento de la Falange, el partido político escindido del Partido Conservador, que daría origen, años después de la muerte de Alberto Hurtado, a la Democracia Cristina.

–Tuve que desarrollar ese contexto para que se entendiera cuál era su interés en la política. Como sabes, en su época, él fue acusado de comunista, porque se relacionaba con los obreros y los dirigentes de los sindicatos, que entonces eran todos o del Partido Comunista o del Partido Socialista. Él fue muy jugado por la participación de los sacerdotes en la vida política del país. Por la participación, no por la militancia política.

–¿Cómo era eso? 

–En esos años, los obispos empujaban el que los curas militaran en el Partido Conservador, que se presentaba como católico. Él no compartía esa idea. Como dije, creía en la participación, no en la militancia política. Luego, cuando nació la Falange, en 1933, que también era un partido católico, las cosas se complicaron todavía más. Era un tiempo de gran lucha por captar adherentes.

Su libro más famoso, más leído, y que tuvo lectores fervorosos y detractores furibundos, “¿Es Chile un País Católico?”, publicado en 1941. En él invitaba a los jóvenes de la Acción Católica a mirar el país real. Describía con crudeza la miseria, las injusticias, la falta de viviendas dignas, la pobre educación que recibía el pueblo. Y también lo alejados que estaban los pobres de la Iglesia y la crisis de vocaciones sacerdotales.

(Cualquier similitud con el tiempo actual es pura casualidad).

Hogar de los pobres

“¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?” es un magnífico largometraje, hecho por Canal 13, cuando era de la Universidad Católica y Chile se aprontaba a la canonización de Alberto Hurtado. Se estrenó en 2005. Fue dirigido por el fallecido Ricardo Larraín y tuvo como protagonista al entonces joven actor Iván Álvarez de Araya, que años después sería “El Reemplazante” de la serie televisiva.

La película muestra los años de juventud del futuro santo y su título da cuenta del tema de la primera tesis de título del joven Hurtado, quien interpeló a la comisión evaluadora de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica con esa pregunta.

“¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?” encerraba todas las injusticias y abusos laborales que se cometían con las trabajadoras que hacían camisas a encargo a fines de los años 20 en Chile.

–¿Es fidedigna la película?  

–Claro que sí y es sobre todo muy emocionante. Hoy en Chile tenemos una legislación laboral que deja mucho que desear en muchos aspectos. Aún hay injusticias, pero lo que se vivía en la década de los 20 del siglo pasado era un escándalo. Algo horroroso, inaceptable con la mirada de ahora. No existía legislación laboral. No es que las pensiones fueran bajas, ¡es que no existía ninguna previsión! No había ninguna compensación por los accidentes laborales; simplemente no estaba considerado algo así. Por eso, Alberto, como estudiante de Derecho, hace la investigación de ese tema y eso lo toca, lo cambia.

–Es una investigación muy moderna, porque la hace en terreno con esas mujeres costureras, que hacen camisas por encargo, en condiciones de verdadera explotación.

–Sí, conocer esa realidad le toca el corazón y eso lo cambia y hace que se convenza de la importancia de ser abogado, porque él lo que soñaba era ser sacerdote. Él ya venía tocado por la impronta de sensibilidad social de su mentor, el padre Vives. Por eso quería ser sacerdote para conocer a Jesús a fondo y conocer a la humanidad a fondo, y servir a los más pobres, que para él eran Cristo.

–¿Por qué su interés tan marcado en el sindicalismo?

–Me gusta remarcar que en Alberto Hurtado hay una evolución, un desarrollo. Él no nació preocupado por los pobres. Al  revés, él nació en un medio social en que no se estaba en contacto con los pobres. El primer testimonio fuerte para él fue el de su mamá, que al quedar viuda muy temprano y en una  situación muy apretada económicamente que la lleva a vivir en casas de familiares, ayudaba a los pobres. Ella, que no tenía medios y, en rigor, también era pobre. Eso, al niño Alberto, lo impresionó y marcó mucho.

Ya joven, tuvo el fuerte influjo del jesuita Fernando Vives, su director espiritual en el colegio. El padre Fernando Vives fue uno de los más destacados artífices del movimiento social cristiano, surgido en Chile a principios del siglo 20. Sus escritos y acciones se convirtieron en uno de los principales instrumentos de divulgación de la doctrina social de la Iglesia en Chile. Aplicó la experiencia obtenida en sus largas estadías en Europa al apostolado social, intentando transformar la actitud de los católicos chilenos frente a los postergados y desposeídos. Sorprende que, pese a la importancia de su obra, su figura sea distante y poco conocida para la mayoría de los chilenos.

“El padre Vives lo marcó y sus estudios fuera, que le permitieron conocer el mundo. Así fue cada vez más encontrando a Dios en los pobres y a los pobres en Dios. Cuando vuelve a Chile, el padre Hurtado va profundizando ese encuentro con los más pobres hasta llegar a ese momento místico cuando crea el Hogar de Cristo. Por eso su causa se llama así: Hogar de Cristo y no Hogar de los pobres, porque él está convencido  de que en los más pobres está Cristo”, sentencia Jaime Castellón.

¿Hoy seria feminista?

–Dado los tiempos que corren, quizás hoy sería mejor que se llamara Hogar de los Pobres, dado el desprestigio de las instituciones, partiendo por la Iglesia. 

–Pero Cristo no está desprestigiado –responde el biógrafo del padre Hurtado sin vacilar.

–Me llama la atención que en tiempos tan machistas como los que le tocó vivir, se interesara por la situación laboral de las mujeres costureras. ¿Tenía conciencia de género el joven estudiante de Derecho? ¿Lo tuvo el padre Hurtado? 

–Antes de responder sobre eso, quisiera recordar una de sus frases más conocidas: “La caridad empieza donde termina la justicia”. El término caridad tiene dos acepciones: una es como una de las virtudes teologales. Dios es amor, Dios es caridad. Y eso tiene que inundarlo, que permearlo todo. La justicia existe cuando hay ese tipo de caridad, esa extremada benevolencia que lo inunda todo. La otra acepción es más limitada, se restringe a la limosna. El padre Hurtado fue una persona que amó a los demás y eso le dio una capacidad de mirar cosas que otros no veían. Por eso fue un precursor en muchas materias, como el sindicalismo o el rol de los laicos  en la Iglesia y en la sociedad. El Hogar de Cristo, su obra más querida, la puso en manos de los laicos.

–No me has respondido lo del rol de las mujeres. 

–Él puso en manos de los laicos al Hogar de Cristo. Los directores son todos laicos; él es sólo el capellán. Y en esta participación laica, él les da un protagonismo enorme a las mujeres. Sin que él haya formulado una teoría sobre la igualdad de género, les da un papel fundamental en todas sus obras, muy por encima de lo que se estilaba en sus tiempos. Después hizo un grupo especial, la fraternidad del Cristo, donde son puras mujeres. Él no fue feminista en los términos actuales, pero fue profundamente sensible a las personas. No tenía prejuicios y, por eso, creo que si estuviera vivo, sería mucho más avanzado, mucho más progre, que muchos de los súper ideologizados de hoy en estos temas.

–¿Crear el Hogar de Cristo fue consecuencia de un momento epifánico o fue algo bien masticado, muy bien pensado? ¿Cuál es tu convicción sobre ese punto?

–Yo creo que él no tenía el propósito consciente de hacer una obra como el Hogar de Cristo. No lo tenía formulado, pero sí traía esa inquietud desde hace mucho tiempo. Encontrar a ese hombre pobre, enfermo, aterido de frío esa noche de un 18 de octubre de 1944, movilizar a un grupo de mujeres al día siguiente y estar inaugurando en diciembre de ese año el Hogar de Cristo, es para mí algo muy impresionante. A mí me parece evidente que ahí estuvo el Espíritu Santo muy presente. Más a la luz del desarrollo que ha tenido su causa que el próximo año cumplirá ocho décadas.

¿Qué lo escandalizaría hoy?

Alejandro Magnet fue el primer biógrafo del padre Hurtado. El jesuita Juan Ochagavía menciona esa obra como un “un trabajo extraordinario”, publicado apenas dos años después de su fallecimiento, en 1954. Lo recuerda en las palabras iniciales de “San Alberto Hurtado: A Dios desde los descartados”.

La reciente biografía, obra de Jaime Castellón, también tiene prólogos de Claudio Barriga, otro jesuita, y del periodista José Santiago Arellano.

Los tres rescatan lo abarcador del escrito de Jaime Castellón, la necesaria distancia que dan los años para una investigación donde como señala el mismo autor “el contexto histórico y social es clave”, el rigor documental del trabajo. Nosotros destacamos el lenguaje simple, directo; las muy bien elegidas citas y reflexiones del biografiado; y el valor de poner al personaje en el Chile de su tiempo.

El propio autor releva este punto: “El padre Hurtado es un santo que trabajó muy en contacto con la vida cotidiana y, por lo tanto, no se le entiende suficientemente si no se tiene conciencia de cómo era la vida cotidiana en Chile y en el mundo en su tiempo. Es interesante saber cuánto influyó en él la realidad que lo rodeaba”.

–¿Cuál es la principal novedad que tiene tu relato? ¿Contiene algún pasaje inédito?

–Un viaje al sur hecho a comienzos de 1943. El padre Hurtado va a la Patagonia. Conoce Punta Arenas, Puerto Natales. Se encuentra con unos obreros, primero muy desconfiados, con los que genera un diálogo muy abierto. Él después reflexiona sobre cuán distinta sería la realidad de muchos obreros si todos estuvieran más cerca de ellos. No sirve trabajar por los pobres; hay que trabajar con los pobres.

–¿Qué escandalizaría al padre Hurtado de la realidad social actual? 

–El que en vez de servir a los pobres, haya quienes se sirvan de los pobres, como hemos estado viendo. La marginación de niños, jóvenes y adultos mayores. Nuevas realidades, como el cambio climático, que por estos días nos ha demostrado que los sistemas egoístas que han dañado la naturaleza y al planeta entero, terminan golpeando más duramente siempre a los más pobres.

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