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Patologización a la infancia: investigación cuestiona prácticas en colegios sobre peticiones de diagnósticos de déficit atencional Salud

Patologización a la infancia: investigación cuestiona prácticas en colegios sobre peticiones de diagnósticos de déficit atencional

Los estudios etnográficos muestran el avance de diagnósticos en las escuelas y los requerimientos de consultar con especialistas por conductas antes no consideradas como patológicas. El avance de estas prácticas en educación básica ha llevado, en muchos casos, a la patologización de estudiantes con la consiguiente medicación de éstos.


Se estima que en Chile un 10% de los escolares han sido diagnosticados con el trastorno de déficit atencional e hiperactividad (TDAH). La cifra representa el doble del promedio mundial, que alcanza el 5% de incidencia. ¿Cómo se llegó a esa distancia con otros países? Un estudio etnográfico realizado por el Centro de Justicia Educacional (CJE) UC y la Plataforma de Investigación NDE revela prácticas cuestionables de establecimientos educacionales sobre las evaluaciones psicológicas a menores.

Las investigadoras realizaron etnografías en colegios -que tienen subvenciones estatales para tratar necesidades educativas especiales- de distintas comunas de Santiago. Las etnografías dieron cuenta de los procedimientos con que profesores, o cualquier otro profesional de la educación, piden evaluaciones psicológicas sobre niñas y niños.

“Lo que pasa con estos instrumentos de medición de salud mental, es que los profesionales de la educación hacen observaciones, ya sea dentro de la sala de clases, en el patio, y a propósito de lo que ellos observan es que sienten la necesidad de que los y las estudiantes vayan a especialistas”, indicó la investigadora principal del CJE y académica de la Facultad de Educación UC, Claudia Matus.

Aburrirse en clases, timidez, o incluso mezclar la ensalada con el postre fueron razones señaladas por los profesionales para derivar a los niños a especialistas del área de la psicología o neurología.

“A propósito de nuestras investigaciones, hoy entendemos que, muchas veces, el diagnóstico está orientado a facilitar el manejo de los y las estudiantes dentro de la sala, más que facilitar el aprendizaje”, explicó Matus.

El estudio consignó, además, la insistencia de los colegios a los apoderados para llevar a sus hijos y/o hijas a psicólogos o neurólogos para obtener un diagnóstico.

Cultura del diagnóstico

Los instrumentos de medición de salud mental emanan un problema: la ambigüedad de las observaciones.

“Tienen preguntas del estilo: si es amistoso, si completa las tareas, si es porfiado, si busca demasiada atención del profesor, si es sociable, son cosas súper ambiguas. Nos empezó a llamar la atención de como se ha ido fabricando esta idea de un niño o una niña que no funcionaba bien en el espacio escolar”, señaló la académica.

Y esto conlleva, como indican las investigadoras, a una patologización de actitudes, comportamientos y emociones que antes no se consideraban de ese modo. Este es el caso de niños con timidez o el del/la menor que combinaba la ensalada con el postre.

“El problema es que esta cultura del diagnóstico se ha ido naturalizando en los últimos años y hemos empezado a creer que todo lo que no se ajusta a las expectativas del orden de la sala de clases o de la imagen idealizada de estudiantes aprendiendo, es síntoma de un problema sicológico”, agregó la investigadora del CJE, Macarena García.

Matus enfatizó que “posicionan lo que sea en el individuo. Yo tengo que resolver algo para funcionar bien en un espacio escolar y no vemos que de repente es todo el sistema como está funcionando que hace que nosotros no encajemos. Agota la ubicación del problema y la forma de resolverlo en las personas de manera individual, que es sumamente complejo, y le quita el peso a todo lo que nosotros ya conocemos del espacio escolar, que es altamente segregado, tenemos todo el rollo de las pruebas estandarizadas”.

“No todo es diagnosticable”, aseguran las especialistas, quienes consideran que estas observaciones están enmarcadas en un paradigma que promueve la idea de que niños y niñas aprenden cuando están sentados en sus sillas mirando hacia el pizarrón.

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