Opinión
Durante el último mes, hemos visto datos alarmantes sobre el sobrepeso en niños en Chile. Estudios demuestran que aproximadamente el 54% de los escolares tiene sobrepeso y el 7% lo presenta de manera severa. Además, la mayor prevalencia es en los preescolares. Los riesgos que conlleva la obesidad en niños van desde la desnutrición (una persona con sobrepeso puede estar desnutrida por no alimentarse bien) hasta enfermedades crónicas como la diabetes.
La semana pasada el director del INTA manifestó su preocupación por los focos de desnutrición en grupos vulnerables, en algunos casos por escasez, pero con un énfasis en que el principal problema actual es la obesidad y la falta de una mirada integral de esta verdadera ¨pandemia¨ oculta.
El escenario para Chile no es prometedor. Según datos de un estudio, durante la última década, la obesidad ha aumentado peligrosamente hasta transformarnos en el país de la OCDE con mayores tasas de sobrepeso y obesidad. De acuerdo con esta radiografía, sólo un 27,5% de los menores de entre 2 y 12 años consume las porciones recomendadas de legumbres y sólo un 12% consume las raciones necesarias de pescado.
En cambio, el 55,3% toma a diario jugos envasados o bebidas gaseosas; un 36,2% come dulces todos los días, y el 30,7%, comida chatarra al menos una vez a la semana. Para poner un ejemplo, un niño que consume gaseosa todos los días, tiene hasta un 60% de probabilidades de presentar sobrepeso en el futuro.
Sin duda la obesidad ya era un tema relevante antes de la Pandemia, pero hoy es otra de las consecuencias que el encierro y la vida más sedentaria nos ha dejado. Ni hablar de que las preexistencias, como diabetes o sobrepeso han sido catalogados como factores de riesgo importantes y tienen mayores hospitalizaciones por Covid-19 en las clínicas y hospitales de nuestro país.
Como papá, sé lo difícil que es tener a los niñ@s en la casa y lo mal que lo han pasado. Y también sé que nuestra generación, está acostumbrada a usar la comida para hacer cariño y dar ánimo. Es una manera que tenemos que regalonear a nuestros niños. Pero nuestro primer deber como padres, es mantenerlos sanos. Y un niño con sobrepeso, no lo es. Esta patología puede llevar a enfermedades de base importantes. Además, un niño imita a los adultos que tiene alrededor y aprende de su ejemplo, come lo que los adultos les compramos o le permitimos comer.
Esto no implica que haya que someter a niños a una alimentación especial, salvo que un doctor especialista así lo indique. Lo que como padres debemos propiciar y entender, es que un niño que se alimenta bien, que tiene una rutina deportiva, que come sano, es un niño que no debiese presentar un sobrepeso alarmante ni problemas de salud. A nadie se le ocurriría regar las plantas con algo distinto al agua, ni mucho menos, darle jugos con azúcar y colorantes artificiales a su mascota. Bueno, tampoco hagamos eso con nuestros hijos.
Según estudios de la Universidad de Chile, la evidencia científica ha determinado la importancia de trabajar en la modificación de los ambientes alimentarios considerando que la conducta alimentaria no depende únicamente de la decisión de cada individuo, sino que está determinada por el entorno que las rodea, y esto está afectado a su vez por la oferta de alimentos que las personas tienen a su disposición y alcance en su vida cotidiana.
Es decir, dependemos de la variedad de alimentos que se encuentra en el hogar, en supermercados, pequeñas tiendas, mercados, puestos ambulantes, comedores institucionales, restaurantes y demás lugares donde las personas compran y consumen alimentos.
La pandemia nos ha ayudado a diversificar nuestras alternativas de abastecimiento, pues bien, hay que buscar alimentos más sanos. Un entorno alimentario saludable es aquel que genera las condiciones que permiten y promueven el acceso a dietas saludables. Es hora de que entre todos creemos esas condiciones.
