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Almuerzo con el Financial Times: los argumentos y matices de Oliver Stone Personajes

Almuerzo con el Financial Times: los argumentos y matices de Oliver Stone

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El periodista británico Janan Ganesh se reunió en Munich con el director ganador del Oscar, quien habló sobre política, el poder y cómo crear películas con mucho carácter.


Disfrutando de una botella de Riesling en Múnich, el director ganador del Oscar habla sobre la política, el poder y cómo crear películas con mucho carácter

Por razones financieras, Múnich es la ciudad que escogió Oliver Stone para filmar su nueva película biográfica de Edward Snowden, el ex analista de inteligencia estadounidense quien expuso el uso gubernamental de la vigilancia masiva mientras se fugaba a Hong Kong y, finalmente, a Rusia. Acabo de llegar de una proyección para la prensa local y puedo confirmar que ‘Snowden’ es una película típica de Stone. Retrata la desilusión de un joven patriota, como ‘Nacido el cuatro de julio’. Muestra la pérdida de la fidelidad de EEUU hacia sus ideales, como «Pelotón». Provoca indignación con la fuerza de su argumento, como ‘JFK’, y consternación con su tendenciosidad, como ‘JFK’.

Cuando Stone llega a nuestro restaurante para la entrevista, le sugiero que «el almuerzo es para desocupados» y él sonríe como si no hubiera escuchado la misma línea de miles de cansinos chistosos al sentarse a la mesa desde que salió ‘Wall Street: El poder y la avaricia’ en 1987. «Sin embargo, no tengo hambre», dice él. Pero sí pide algo de beber y elegimos un favorito de la nación anfitriona pidiendo un Riesling de Rheingau.

En las películas de Stone, el personaje principal a menudo tiene un par de figuras paternas compitiendo por lo que en ‘Pelotón’ se llama «posesión de su alma». Y hoy empieza a hablar de Snowden como lo haría un padre. «Este joven tiene muchísima convicción y se puede decir que es un poco arrogante al respecto. Pero él es el único de las 30,000 personas que trabajan en la Agencia Nacional de Seguridad que dio el paso al frente».
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Stone conoció a Snowden en su exilio de Moscú mientras hacía la investigación para la película. «Es un hombre singular y me recuerda a Ron Kovic (la figura real que interpreta Tom Cruise en «Nacido el cuatro de julio») quien tuvo las agallas para pasar de ser un joven soldado con ideas convencionales a un importante pacifista. A temprana edad, la mayoría de nosotros aún no tenemos esas convicciones».

Esto parece una contradicción: los ideales a menudo son una señal de la juventud. Los convencionalismos — o el asalto de la realidad — vienen después. Me pregunto si Stone tenía algunas convicciones liberales antes de su propia experiencia formativa como soldado en Vietnam.

«Para nada», responde instantáneamente. «Me criaron como conservador y mi padre era republicano. Un hombre muy inteligente. Yo creía en Eisenhower y el modo de vida estadounidense. Empecé a cuestionar estas cosas después de Vietnam, porque quedé anestesiado por la experiencia. Vi una serie de metidas de pata que eran burocráticas y típicamente torpes. Despilfarro. Reacción exagerada».

Stone se expresa tan coherentemente que me pregunto por qué eligió una línea de trabajo en la que no necesita hablar, más que a los recalcitrantes actores en el plató, donde se dice que no soporta a los holgazanes. Nació en la Ciudad de Nueva York de posguerra de madre francesa y padre estadounidense, quien trabajaba como corredor de bolsa. Su vida fue un claro idilio de la costa este — intercalado con vacaciones en Francia, un país que se manifiesta claramente en su comportamiento mediterráneo y su sensibilidad radical — hasta que sus padres se divorciaron cuando tenía 16 años.

«Lo que siempre me preocupaba eran las mentiras», recuerda. «El divorcio de mis padres fue un gran factor y eso fue mucho antes de Vietnam. Se dijeron mentiras. ‘Mentiras blancas’, como las describía mi madre. Sentí que eran muy felices juntos y no lo eran. Fue muy traumático descubrirlo. Por eso me parece que uno crece desconfiando de la autoridad».

Su padre no era tan republicano como para negarle a su hijo las ventajas de una niñez bohemia: el joven Oliver fue llevado con una prostituta para perder su virginidad. Abandonó la Universidad de Yale en 1965, fue a Vietnam y volvió con ganas de crear. En 1971, se graduó de cine en la Universidad de Nueva York y, en 1980, ofendió a Turquía con el retrato de sus prisiones en ‘Expreso de Medianoche’ y escribió el clásico del gueto ‘Scarface’.

En su momento de máximo esplendor, durante las consecutivas ‘Pelotón’ (que obtuvo el Oscar a Mejor Película) y ‘Wall Street’ (Mejor Actor para Michael Douglas), era inusual en Hollywood que alguien escribiera todo lo que dirigía. Su estilo de guión iba de la prosa adornada hasta el argot de las calles, cambiando de registros altos a bajos. Los epigramas de las películas de Stone incluyen: «El dinero nunca duerme, amigo»; «No hay nobleza en ser pobre»; y «Cada día que no se esté bajo tierra, es un buen día».

Sus películas tenían mucho carácter. Para ser una persona privilegiada, supo plasmar muy bien lo que es ser un hombre joven en una gran ciudad con más aspiraciones que ventajas, ganas de hacer algo, ganas de entrar. «Dame tipos que sean pobres, inteligentes, que estén hambrientos», dice Gordon Gekko, el villano ladrón de activos de ‘Wall Street’, para regocijo de millones de estafadores.

En la mejor línea de ‘Snowden’, el turbado protagonista, que se debate entre abstracciones liberales y el conocimiento de las auténticas amenazas contra EEUU, explota contra una novia cándida para quien todo es muy obvio. «Vives en cuento de hadas donde no hay consecuencias y nadie sale lastimado», él exclama. Le sugiero a Stone que tiene la extraña mezcla del pensador ortodoxo de hipersensibilidad a las violaciones de la libertad que la mayoría de la gente consideraría trivial, y la despreocupación sobre el terrorismo y los países hostiles. «No estoy de acuerdo con usted, pero entiendo», replica Stone, siempre diplomático. «Corbin O’Brian [el jefe espía de Snowden en la película] presenta esos argumentos, con los que mucha gente estaría de acuerdo».

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No estoy seguro de hasta qué punto puedo llevar ese tema. Mi experiencia de escribir sobre política me dice que el libertarismo civil puede, en el peor de los casos, ser el credo de lujo de las personas que toman por sentado el orden y ven buena voluntad en todas las culturas distintas a las suyas. Por otro lado, estoy hablando con un hombre al que le otorgaron el Corazón Púrpura, la Estrella de Bronce, la Medalla Aérea, la Medalla de Encomio del Ejército, la medalla de Servicio en la Defensa Nacional, la Medalla de Servicio de Vietnam, la Medalla de Campaña de Vietnam y la Insignia de Combate de Infantería. Se alistó como voluntario al servicio militar a los 21 años de edad. Cincuenta y ocho mil nombres en una pared negra en Washington en el Memorial a los Veteranos de Vietnam dan fe del riesgo que corrió por su país. Al hacer un argumento, no se puede apelar a la biografía, y ciertamente Stone no lo hace («Se puede leer sobre esas cosas en otros lugares»).

«La codicia es buena». Esas palabras han viajado tanto como muchas otras del cine, lo cual es una hazaña para una frase que no existe. Gekko dice que la codicia, «a falta de una palabra mejor», es buena. En la reunión general anual de una atribulada compañía de papel, el Lucifer de ‘Wall Street’ presenta el argumento de que la avaricia — por dinero, sí, pero también por amor, conocimiento, prestigio — es lo que motiva a nuestra especie. Los extasiados accionistas terminan respaldándolo por encima de la débil junta.

En otras palabras, Gekko y, por extensión, el capitalismo, se hacen escuchar. Stone se siente a sus anchas cuando puede mostrar matices. En ‘Pelotón’, a la «mala» figura paterna, un sargento interpretado por Tom Berenger quien hará cualquier cosa, sin importar cuan atroz, para ganar la guerra, se le permite presentar su caso. «Existe la forma en que debería ser y la forma en que es», dice en un monólogo al que no se le puede quitar la vista de encima. «Yo soy la realidad». Incluso se puede ver el idealismo del joven soldado voluntario, basado en el propio Stone, de quien se burlan los pobres conscriptos a su alrededor. «Lo que tenemos aquí es un cruzado».

En algún momento, esta ambigüedad, esta consideración por el otro lado de un argumento, escapó de las obras de Stone. Películas como ‘JFK’ y ‘W’, sobre el ascenso del joven George Bush, confiaban demasiado en sus premisas. ‘Nixon’, con su simpatía por la dura infancia de su protagonista, fue una excepción, y ‘Any Given Sunday’ evitó la política por completo. Pero ‘Snowden’ revive al Stone más didáctico. Parece frustrado por el arte que toca temas del mundo real sin plantear un argumento.

Al momento de tomar el café, le pregunto a Stone si ve mucha esperanza para su causa en Donald Trump o Hillary Clinton, conociendo ya la respuesta. «No. Bernie Sanders tenía la intención de hacer reformas. Pero ahora ni siquiera se habla del estado de vigilancia». Él capta mi intención de que se expanda de la cuestión estricta del espionaje hacia la estrategia internacional estadounidense durante las últimas décadas, lamentando la expansión de la OTAN hasta las fronteras de Rusia y el deseo misionero de lanzarse al extranjero en busca de monstruos que destruir. «La historia nos enseña que el equilibrio de poder puede funcionar», dice él, sonando de repente como Kissinger. «Irán sigue su camino, China sigue su camino, Rusia sigue su camino. No están interesados en subvertir al mundo occidental».

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«Hay un nuevo libro que debes ver», y camina conmigo hacia su suite y me entrega un libro muy pesado para que lo lea. «La Experiencia de Oliver Stone» es una hermosa recopilación de entrevistas y fotografías inéditas realizada por el estadounidense aficionado al cine Matt Zoller Seitz que acaba de ser publicada.

Hay citas de Stone acerca de su iniciación sexual pagada («Ella hace el amor como la leche») y su padre («Papá nunca quiso casarse. Era un soltero en su corazón»). Hay también una conmovedora foto de Stone sonriendo a la cámara en traje de uniforme del ejército mientras aborda un avión hacia Vietnam. Realmente se parece al «boy scout» que siempre afirma haber sido antes de que la desgraciada guerra le robara sus ilusiones.

Quiero presionarlo sobre sus recuerdos de ese día, pero tiene una conferencia de prensa en pocos minutos. Hay campañas que librar, gente que persuadir, ideales que defender y quizás viejos recuerdos que mostrar en películas misioneras. Lo que tenemos aquí, después de todo, es un cruzado.

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