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Construir identidad feminista y sacar la voz Yo opino

Construir identidad feminista y sacar la voz

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Javiera Bruna
Por : Javiera Bruna Fonoaudióloga y Comunicadora
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¿Puede ser el conocimiento de la voz una vía al empoderamiento personal y herramienta para la construcción de una identidad feminista? Esta es una pregunta que ha rondado fuertemente en mis pensamientos el último año. Soy mujer, fonoaudióloga, comunicadora y feminista, trabajo con mujeres en casi todos los ámbitos de mi vida y como especialista ha sido muy interesante interpretar desde una perspectiva de género la connotación expresiva – denunciante que se otorga a la voz y el simbolismo en la búsqueda de justicia y derechos a la que encuentra asociada.

Por otra parte, en el espacio terapéutico he sido testigo de las voces cansadas de mujeres que han intentado imponerse en distintos espacios, generalmente laborales, competitivos y masculinizados. He sido también testigo de la voz temblorosa y quebrada de mujeres que en un esfuerzo de genuina valentía han comenzado a enfrentar la posibilidad de crear cambios sustantivos en sus situaciones actuales, cambios vocacionales, de filosofía y lugar de vida.

[cita tipo=»destaque»] Experimentar a través de la voz nos permite conectar profundamente con nuestra escucha, sensibilidad, con los límites de nuestro cuerpo en el espacio y desde el autoconocimiento el ejercicio de “sacar la voz” nos conecta con la expresión de nuestra identidad. [/cita]

He observado, con mucho respeto, los prejuicios adquiridos en torno a “los deberes ser” de la voz y la feminidad y el mayor o menor atractivo que ésta aporta a su personalidad. También las he visto callar, escogiendo no exponer en público un punto de vista o simplemente dejar de disfrutar actividades tan naturales como cantar u opinar cuando se sienten evaluadas. 

Y aunque pasa casi inadvertido, el mundo vocal está lleno de prejuicios, frases hechas y creencias limitantes como “soy muy chillona”, “soy gritona”, “mi voz es fea” o “calladita te ves más bonita”, pero hay también unas nuevas que suenan cada vez más fuerte que las anteriores como, “no nos volverán a callar” o “vamos a sacar la voz”. 

¿Esto quiere decir que las exigencias construidas socialmente nos han hecho dudar de una característica personal que se escucha, pero no se ve? ¿nos hemos sentido avergonzadas por nuestro cuerpo y por nuestra voz también? ¿Lo podemos revertir?

Yendo a la raíz de su funcionamiento, la voz es una onda sonora que se produce por la vibración de los pliegues vocales ubicados en la laringe. Eso fríamente. Sin embargo, dependiendo de la óptica desde la que se analice, ésta puede tener significados espirituales, artísticos, corporales, emocionales y hasta estrictamente físicos, fisiológicos y biomecánicos. Asociadas a éstos tenemos en una segunda esfera sus asociaciones con lo comunicativo y expresivo.

Desde milenarios cantos rituales de pueblos originarios en todo el mundo, pasando por las clásicas técnicas de canto lírico y múltiples tradiciones del teatro, hasta los más sofisticados procedimientos clínicos e investigativos, todos y todas quienes han estudiado y trabajado la voz han convenido en la unificación mental, corporal, afectiva e identitaria que esta producción sonora trae asociada a su práctica consciente.

Experimentar a través de la voz nos permite conectar profundamente con nuestra escucha, sensibilidad, con los límites de nuestro cuerpo en el espacio y desde el autoconocimiento el ejercicio de “sacar la voz” nos conecta con la expresión de nuestra identidad.
En este sentido, es importante señalar que la relación de nuestra voz, respiración y disposición corporal y emocional son el resultado de nuestras experiencias comunicativas con el mundo, de lo que nos asusta y lo que nos causa risa o placer, de los que nos causa euforia y nos excita, la voz es también reflejo de nuestra tristeza, es el resultado de nuestros aciertos y desaciertos, de la justicia que nos hacemos a nosotras mismas y nos debemos a ella.

De ahí que inconscientemente modulamos el tono, timbre e intensidad de nuestra voz dependiendo de la ocasión y buscamos voces más graves a una mayor intensidad para imponer respeto y verdad, voces más agudas y suaves para reflejar dulzura y docilidad, e incluso a veces habitamos una voz temblorosa y quebrada en un grito de rabia e injusticia. El ajuste está ahí, presente todo el tiempo.

Desde una perspectiva de género, hay muchas cosas que podemos hacer con nuestra voz, partiendo por sacarla, por conocerla, por el escucharla, por conocernos, por escucharnos. La experiencia de la sororidad es una ventana abierta a la expresión de nuestra interioridad en un espacio seguro y libre de prejuicios. Compartir nuestra voz y expresión con otras mujeres puede ser el punto de partida para atreverse a dar ese genuino paso a desbloquear aquello que nos ha mantenido en un espacio de no conocimiento en voz alta de los deseos más profundos que guardamos como mujeres.

Conocer nuestra voz no tiene por qué ser el puro hecho técnico de cantar o hablar correctamente en público, conocer nuestra voz puede ser una oportunidad para repararnos, para querernos, para descubrirnos, para desprejuiciarnos y aprender a amarnos. Conocer nuestra voz puede ser el camino perfecto para comenzar a sacar las primeras capas de la deconstrucción. Sacar la voz puede ser un pequeño paso para sentirnos en nuestro cuerpo a pesar de lo que nos inseguriza y desde ahí construir nuestra identidad.

Y en las calles… en las calles se ha gestado la semilla de la deconstrucción de los paradigmas que nos han mantenido atadas a constructos que nos determinan desde todas las perspectivas y hemos alzado nuestra voz para luchar desde lo público a lo privado por espacios más diversos, transversales y justos donde la expresión de nuestras capacidades no sea determinada por estándares que nos amenazan en vez de facilitarnos el camino. 

Mi invitación es a utilizar la terapia vocal como herramienta para la deconstrucción de aquellos estándares que ya no nos son útiles, desde la percepción de nuestra sensibilidad interna proyectada en forma en sonido hacia el exterior y capa a capa ir deshaciéndose de los deberes ser hasta llegar a la aparición de una nueva cosa, hacia la aparición de la esencia de nuestra identidad, y de este modo ponerla en contacto con los demás desde un ser comunicativo más pleno, más sincero, más claro, más empoderado, sin habitar la tensión y la dureza de tener que hablar alto para ser escuchadas. Mi invitación es a conocer el grito íntimo de justicia, a conocer y sacar la voz. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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