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Zunilda Lepín: la mujer distinguida como Tesoro Humano Vivo por promover la preservación de la genética de la semilla nativa BRAGA

Zunilda Lepín: la mujer distinguida como Tesoro Humano Vivo por promover la preservación de la genética de la semilla nativa

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La agricultura familiar, el resguardo e intercambio de las semillas nativas, han sido costumbres que personas campesinas e indígenas han estado defendiendo históricamente por el derecho a la soberanía alimentaria y el respeto a la naturaleza. No obstante, el rol de las mujeres en este proceso ha sido crucial, pues son ellas las que han difundido mayormente los conocimientos ancestrales sobre las semillas. En ese conglomerado, en La Región de la Araucanía destaca de manera inusual el rol de Zunilda Lepín, pues es una mujer mapuche que vive en la ciudad, pero ha logrado seguir promoviendo estos principios al instalar un restaurante donde prepara comida extraída directamente de su huerto, logrando situar un contrapunto entre un tipo de agricultura natural y doméstica, en oposición a una forma de vida urbana en expansión que, cada vez se vuelve más dependiente de agentes químicos.


En una casa a los pies del Monumento Natural Cerro Ñielol, vive Zunilda Lepín, mujer mapuche que en 2015 llamó la atención del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes por su ardua labor en la defensa de la soberanía alimentaria, a través del cuidado y trafkintü (intercambio) de semillas y alimentos naturales. Por su compromiso con el ad mapu (leyes mapuche que regulan el comportamiento de la sociedad, incluida la naturaleza), fue reconocida con la distinción de “Tesoro Humano Vivo”, convirtiéndose en la única mujer reconocida por cultivar el rubro culinario de la Región de La Araucanía.

Por esto, en un nuevo Mujeres Inolvidables, el especial semanal en donde destacamos las importantes hazañas de mujeres chilenas de la historia y el presente, visibilizamos el impacto de Zunilda Lepín, quien por su dedicación al cuidado de semillas como forma de vida, ha demostrado poder contribuir a la defensa del medio ambiente y de la identidad territorial, a pesar de vivir en la ciudad.

La historia de Zunilda Lepín comienza por influencia de su padre, cuando vivían en el campo en Lumahue. Él había heredado la agricultura familiar y comunitaria como modo de vida desde muy joven y, ahora, se lo transmitía a su propia familia. Sin embargo, estas costumbres se vieron interrumpidas en la vida de Zunilda cuando con 15 años la mandaron a trabajar a Santiago. A pesar de aquello, a los 30 años, volvió a la región de la Araucanía, pero ahora en Temuco, donde ha instalado un huerto con alimentos naturales que acaparan todo su patio de una dimensión no mayor a 5 mil m², demostrando que la defensa de la agricultura local no solo se delimita a los márgenes del campo.

“Ser curadora de semillas es una opción de vida, donde uno nace con ese saber. Si a uno no le gustan las flores y las plantas, no crece solo. En contraste, si a una le gustan las plantas, estas producen. Hay personas que les gusta tenerlo por lo bonito, pero no producen. Las plantas tienen vida igual que nosotros”, señala para una entrevista al Ministerio de culturas, las Artes y el Patrimonio.

Zunilda mostrando algunas de sus calabazas transformadas en vacijas, se pueden usar para el mate, guardar semillas, tomar agua, entre otras cosas.

La agricultura campesina, la concientización de las semillas vernáculas (nativas) y el derecho a la soberanía alimentaria, han sido reivindicaciones que por años han provenido de campesinos/as, es por esto que el huerto de Zunilda Lepín, al irrumpir en la ciudad, abre nuevos horizontes que apuntan a una responsabilidad con la naturaleza que no tiene justificaciones y barreras geográficas.

No solo su huerta ha sido un espacio de cultivo, sino que su hogar, así como su restaurante fundado hace casi 10 años, están llenos de maceteros, pilares y rejas que poseen diversas plantas revueltas y mezcladas. Según ella, este caos brinda el equilibrio ecológico necesario para el control natural de plagas y proliferación de la variedad genética.

En este sentido, según menciona, en su huerto se encuentra “rúcula; mastuerzo, una comida como el cilantro o el berro, que son verduras antiguas y muy ricas. También se hallan porotos caballeros;  porotos fideos, porotos cabrita, totora; habas de colores; variedad de calabazas; cuatro variedades de arvejas, entre otras cosas”, comenta. 

Difusora de saberes

“Zuny”, como es conocida localmente, ha viajado a Ecuador, Colombia, España, y otros países para aportar y visibilizar la problematización de la soberanía alimentaria nacional en diversos congresos. “En esos países está más desarrollado el tema”, dice.

Además, como se mencionaba anteriormente, dentro de estas reivindicaciones de resistencia cultural, Lepín ha promovido el “trafkintü” en conjunto de miles de mujeres campesinas y mapuche, una ceremonia característica del pueblo mapuche y de diversos pueblos originarios. Ahí se resalta la importancia del intercambio de semillas por medio de  cuatro etapas: el yeyipun o rito inicial, donde se presentan los orígenes de las semillas; el trafkin, donde se inicia el intercambio de semillas, plantas y productos hechos a base de plantas; el misawün, donde la comida es compartida; y el purrun, instancia de diálogo y acuerdos.

Más allá de tales características ceremoniales, este acto es considerado un sistema social y económico basado en la reciprocidad, la interdependencia y de ayuda mutua. Asimismo, su importancia recae en que a través de este proceso la semilla circula de un territorio a otro, potenciando el cruce de variedades genéticas de unas localidades con otras, enriqueciendo el genoma de una especie y dando origen a la biodiversidad.

En este sentido, Lepín ha manifestado que estas ceremonias no deben ser vistas como actividades folclóricas, sino como una postura que busca influir y educar en la cultura de la alimentación.

“El sistema se viene encima porque se está patentando todo. El maqui, la murta todo eso se patenta, y si uno/a lo guarda en su casa se va recuperando, un poquito que sea. Eso es sano para uno. Además, lo patentado lleva químicos, y no es lo mismo. Según ellos lo mejoran, pero en realidad lo echan a perder”, explica.

En paralelo, la defensora es parte de una red de curadoras de semillas que en pocos años ha tenido un importante crecimiento. En ella participan jóvenes, personas mayores, mujeres y colectivos que comparten los saberes tanto de “huertear” y curar la semilla, como formas para cocinar estos productos, área en el que ha destacado enormemente en la región mapuche a través de su restaurante de comida campesina local “Zuny Tradiciones”, donde realiza almuerzos que según la comunidad, destacan por la creatividad y sabores diferentes.

Restaurante «Zuny Tradiciones»

Su restaurante es de pocas mesas, y la antesala se hace con un mate, en un ambiente donde prima la presencia de semillas de diversas especias que el comensal puede canjear por semillas propias. La carta no es muy variada porque almorzar en este lugar es como almorzar en casa. Se sirve lo que hay. Pero lo imprescindible, es que es preparado con la comida cultivada con sus propias manos y de mujeres que cultivan bajo los mismos principios, como por ejemplo, las ñañas de la Feria Pinto en Temuco. 

En este restaurante, en compañía de su hija María Tori, reviven antiguas recetas a base de productos tradicionales como el mote mei, el mote de trigo, la kinwa (quinoa), el piñón, las tradicionales cazuelas, entre otros platos que han desaparecido del repertorio culinario del país.

“La gente siempre se va contenta porque siente que retroceden muchos años con la comida y sus olores, se comen todo. Al restaurante no le metemos mucha plata, lo que ganamos con mi hija lo usamos día a día. Damos puro almuerzo y si un día vendemos harto, al otro debemos comprar más. Pero es lindo, porque ¿Para qué llenarse de cosas? Trabajar para vivir. Lo pasamos chancho”, afirmó.

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