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Lenguaje no sexista: más que un acto de justicia BRAGA Agencia UNO

Lenguaje no sexista: más que un acto de justicia

En la lucha por un lenguaje inclusivo, el presidente argentino Javier Milei retrocede al eliminar el uso del lenguaje no sexista en lo público. Más que una cuestión lingüística, es un acto que excluye y niega la diversidad de identidades, relegando la justicia social y la igualdad de derechos.


Continuamente se abre una nueva discusión y reflexión en torno al lenguaje libre de sesgo por motivos de género, un lenguaje no sexista, donde es común que, quienes se oponen a su uso, utilicen argumentos conservadores, prescriptivos, punitivos y sin posibilidad de diálogo.

Lamentablemente, no fue una sorpresa la decisión que tomó esta semana el Presidente argentino conservador, Javier Milei, de eliminar el uso del lenguaje inclusivo en el ámbito público y oficial, y todo avance en materia de perspectiva de género en la administración pública –determinación que ya se había tomado en el Ministerio de Defensa–. Esto, bajo el argumento de la obligatoriedad del uso del idioma castellano, utilizando, como tantos otros casos, los lineamientos propuestos por la Real Academia Española (RAE) en tanto autoridad para este tipo de materias. De esta manera, “el objetivo es eliminar formas incorrectas del lenguaje que pueden generar una interpretación errónea de lo que se desee disponer”, se indica en el comunicado público en el cual se informó de la medida, bajo la premisa de obligar a toda una nación a volver al pasado, no dando cabida a todas las personas que forman parte de esa sociedad.

El uso de un lenguaje que incluye a todas las personas, las distintas formas de estar presentes y la diversidad de cuerpos, es más que un acto de justicia social y, vale aclarar, no es un capricho ni mucho menos un error. El lenguaje es una construcción social que continuamente muta y se va adaptando al contexto. Si no fuera así, estaríamos hablando castellano antiguo.

Con el lenguaje nos conectamos, a la vez que permite relacionarnos, interpretar, entender, y pertenecer a un espacio de relaciones sociales, formales e informales. Cuando el presidente Milei se autoproclamó el “León”, evidentemente no aludió (ojalá) a la condición animal en sí mismo, sino más bien a la fortaleza y poderío de tal felino. Este es un ejemplo de cómo el lenguaje, en su interpretación social, permite hacer esta comparación y ser entendido en su supuesto contexto. Nada está escrito en piedra.

Pero el lenguaje, además, permite visibilizar aquello que existe –por ello, no es tan preciso afirmar que ‘el lenguaje crea realidades’, sino, más bien, las herramientas disponibles en el lenguaje entregan la posibilidad de construir sentido a la experiencia que cada grupo social tiene de la realidad y del mundo. Nombrar y visibilizar a quienes han vivido históricamente violencia, opresión, silenciamiento  y discriminación es solo reivindicar sus derechos. Y es una discusión que data desde hace muchas décadas. De hecho, ya en los 70 se abordó el -polémico para ciertos grupos- uso de la e como reemplazo del genérico masculino.

Comunicarse inclusivamente no es solo utilizar esta partícula u otras opciones como @ o x, sino también reflexionar sobre el modo en que nos referimos a quienes integran nuestras comunidades, integrándoles. Hay quienes se identifican con pronombres masculinos, femeninos o neutros y para nombrarles existen muchas alternativas, sin tener que usar ‘todos’ como la única opción de referirse a todas las personas. Eso es tan simple de ejecutar como escribir un texto como este, donde pensamos en dirigirnos efectivamente al total de la comunidad, sin excluir a nadie.

En espacios educativos, sobre todo en instituciones públicas, es clave que se aborden estas discusiones. Tanto las interacciones pedagógicas como las comunicaciones administrativas deben ser pensadas desde una perspectiva de respeto a la diversidad de personas que integran sus comunidades.

¿Podemos tener una práctica educativa, social y discursiva dentro y fuera de las aulas a partir de una reflexión sentir-pensante desde nuestro cuerpo y realidad que construya una identidad situada en los espacios donde habitamos? Más aún, en estos momentos en que la sociedad nos pone en jaque, y nuevamente se cuestionan la perspectiva de la justicia social, la igualdad y los derechos humanos?

El lenguaje tiene que ser entendido como una herramienta que permita incorporar la reflexión en torno a la construcción de una educación realmente respetuosa de las diversidades y que contribuya al reconocimiento de todas las personas. En otras palabras, cuando se piensa una educación con enfoque de género se promueve la libertad de pensamiento y el respeto por cada integrante de la comunidad. Por eso es vital revisitar permanentemente nuestras prácticas y formas de relacionarnos y de comunicarnos, aprendidas y naturalizadas.

Hablar de un lenguaje sin sesgo por motivos de género, de un lenguaje no sexista, es dar cabida a todos los credos, todos los pensamientos políticos, todas las formas de leer o interpretar (Braille, Lengua de señas, etc.), todas las cosmovisiones. Cuando negamos esa posibilidad, estamos invisibilizando y castrando nuestras culturas, nuestros orígenes, nuestras pertenencias y nuestras diversas realidades.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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