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El Cine Arte Normandie se pone al día sin perder su esencia

El Cine Arte Normandie se pone al día sin perder su esencia

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Desde hace un tiempo los añosos pero fieles proyectores de 35 mm. comparten su espacio con un sistema digital que no tiene nada que envidiarle al de las grandes cadenas. Fue un cambio doloroso para los más nostálgicos, pero necesario. “Hace cuatro o cinco años atrás llegó el aviso de la quiebra de la Kodak, que cerraba Fuji y que no iba a haber película. Entonces ¿cómo se filma el cine? ¿En qué soporte viene? Fue cuando dijimos: bueno, llegó la época del digital”, señala la gerenta general del Normandie, Mildred Doll.



La sala a medio llenar esperaba hace algunos años que la proyectora echara a correr la película. Era “Una estrella y dos cafés”, del director argentino Alberto Lecchi. Y fue este último, sólo momentos antes,  quien se encargó de presentar su propia obra de pie junto a los espectadores, con una sencillez sobrecogedora.

Mucho tiempo antes, se proyectaba sobre el telón toda la intensidad de “El Silencio”, de Ingmar Bergman, un clásico casi apto sólo para cinéfilos que en esa oportunidad sufrió un percance: cuando iba  en la mitad, la imagen quedó congelada y  el cuadro se derritió por el calor del foco  formando varias burbujas. Entre los asistentes se encontraba el músico Roberto ‘Titae’ Lindl, quien no dudó en llevar la batuta de las rechiflas durante ese intermedio accidental y festinar con el tradicional grito de antaño: “¡Ya po’ cojo!”.

Este par de anécdotas ocurrieron en la sala del cine Arte Normandie de la calle Tarapacá, en el centro de Santiago. Y lo más probable es que la última no se repita más, porque la administración del recinto ha logrado dotarlo con la tecnología necesaria para que el público no extrañe la calidad que ofrecen las salas de las grandes cadenas comerciales.

La gerente general del Normandie, Mildred Doll, explica que pasar del sistema análogo al digital se convirtió prácticamente en un paso obligado.

“Nos dimos cuenta que estas máquinas de 35 milímetros que nosotros usamos empezaron a quedar obsoletas, porque hace cuatro o cinco años atrás llegó el aviso de la quiebra de la Kodak, que cerraba Fuji y que no iba a haber película. Entonces  ¿cómo se filma el cine? ¿En qué soporte viene? Fue cuando dijimos: bueno,  llegó la época del digital”.

Los nuevos equipos se adquirieron gracias a los recursos conseguidos tras  dos postulaciones al Fondo Audiovisual del Fondart. Y el cambio, admite Mildred, fue notable.

“La luz de 35 milímetros a lo digital es como tener hoy un televisor LED  a tener un televisor antiguo de caja y con perillas. Esa es la comparación”, dice. Pero reconoce que, pese a esta modernidad que llegó para quedarse,  igualmente extraña la imagen que producen las proyectoras americanas Bauer de los años 60 o las que se obtenían con las añosas pero eficientes máquinas alemanas de fines de la década de 1930, que permitían replicar la experiencia frente a la pantalla grande que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos.

“Yo personalmente extraño el 35 milímetros. Para mí hay algo en la imagen que no es tan dura, es más sutil la sombra, es distino”, señala, enviando de paso un mensaje de tranquilidad a los nostálgicos: “Por eso estamos manteniendo todos los equipos 35 milímetros y el digital para poder seguir viendo ese cine que nos gusta tanto”.

Sala remozada

Llegar a la sala del Normandie -que cumple 31 años de existencia- después de saber que se sometió a un proceso de remozamiento produce una sensación de alivio, ya que está muy lejos aún de convertirse en un cine de Mall. Conserva en cambio su sello característico: los murales en ambos lados hechos de tal forma que invitan al público a avanzar ya sea para ingresar o para salir, dependiendo hacia qué lado se camina; la enorme cortina  móvil sobre el telón y las butacas con brazos de madera, gran parte de las cuales fueron renovadas recientemente.  Eso sí, los viejos y tradicionales parlantes fueron reemplazados por un sistema de audio acorde a las necesidades del cine digital.

[cita]»Acá no se venden cabritas, no se venden pizzas, no se venden completos. El público puede acceder a  entradas rebajadas para ver una película de una buena factura, siguiendo el cine de autor y directores que ellos puedan conocer”, dice Mildred Doll.[/cita]

La modernización requirió también costosas modificaciones de aspectos no tan visibles, como el sistema eléctrico, la grifería y todos los artefactos sanitarios de la sala construida en 1958 como teatro y que alberga al Normandie desde 1991, cuando dejó las dependencias que ocupó durante nueve años donde actualmene funciona el Cine Arte Alameda.

Espacio para el cine chileno

Los proyectos que presenta el  Normandie al Fondart, dice Mildred Doll, están orientados a la formación de audiencias y a apoyar el cine chileno. Por eso  son constantes las visitas de escolares al cine o la instalación cada cierto tiempo, en el hall de entrada o en los propios colegios, de una exhibición con los afiches de notables películas de todos los tiempos.

“De alguna manera el Normandie se sigue manteniendo justamente por ese tema. Muchos chicos que se formaron hace dos décadas o más  viendo un cine que de alguna manera los marcó, en este minuto son profesores y ellos invitan a sus alumnos a revivir esta experiencia que a ellos les sirvió”, reflexiona.

Y respecto a las producciones nacionales, explica que  existe un convenio para que el 25% del material en cartelera sea de factura local. “El cine que se está produciendo en Chile  es mucho. De pronto en el año se hacen 40 ó 50 películas y las que llegan a las pantallas son sólo 10 en un año. Quedan muchas fuera y de alguna manera las salas de arte están cubriendo ese espacio, también por las políticas que crea el gobierno de apoyo a los cineastas”.

A ver cine, no a comer

A la hora de las comparaciones, Mildred tiene muy claro qué diferencia al Normandie de las grandes cadenas. “Esta es una sala muy noble tanto desde su infraestructura como de su forma arquitectónica. El material que exhibe es  seleccionado y además es una sala de cine para ver cine. Acá no se venden cabritas, no se venden pizzas, no se venden completos. El público puede acceder a  entradas rebajadas para ver una película de una buena factura, siguiendo el cine de autor y directores que ellos puedan conocer”.

Y concluye: “Ellos  pagan por eso: por ver cine en un espacio maravilloso y en silencio en estos tiempos que son convulsionados, rápidos y donde ya no hay tiempo de meditar. La gente compra, compra y compra cosas que no va a usar nunca. En este caso, el Normandie no ha transado, no ha cambiado. Desde sus inicios se creó con una línea y se mantiene en el tiempo. Y yo creo que ese es el reconocimiento que de alguna manera su público le ha hecho”.

CARTELERA

Por estos días, el Normandie está exhibiendo en los horarios de las 15:15 y las 19:00 horas la recientemente estrenada cinta chilena «La Pasión de Michelangelo», de Esteban Larraín.

Y a las 17:15 y 20:45 horas se presenta la película cubana «Habanastation», de Ian Padrón.

Por estos días se repondrá además el documental «Cien niños esperando un tren», de Ignacio Agüero.

El cine está ubicado en el número 1181 de la calle Tarpacá, en pleno barrio San Diego y el precio de la entrada general es de $3.000, estudiantes y tercera edad $2.000 y $1.000 pesos para quienes tengan la Tarjeta Amigos del Cine.

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