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Michel Menu, de visita en Chile, revela el fascinante mundo científico que habita en los sótanos del Louvre El físico óptico es director de científico del Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia

Michel Menu, de visita en Chile, revela el fascinante mundo científico que habita en los sótanos del Louvre

En el marco del Festival Puerto de Ideas, que parte hoy en Antofagasta, Menú trasladará a la audiencia al fascinante mundo que habita en el subsuelo del Palacio del Louvre. Científicos de diversas especialidades se inmiscuyen en los secretos de los grandes maestros para entender la perfección de su técnica o en otros casos, develar verdaderas joyas de la estafa, falsificaciones perfectas de atractivas piezas arqueológicas. Cultura+Ciudad conversó con el físico óptico para quien los análisis científicos del arte tienen como objetivo profundizar el conocimiento y complementar la grandeza de la cultura.


En el Palacio de Louvre, en Francia, el museo expone 35 mil obras de un universo de más de 300 mil que guarda celosamente en su poder. Son miles los visitantes que a diario recorren los pasillos del palacio donde se alojó el poder real de Francia hasta que Luis XIV se trasladara a Versalles en 1682. Pero en este edificio medieval no sólo está el museo con sus obras y piezas arqueológicas, como tampoco en sus salones transitan exclusivamente artistas, críticos, turistas e historiadores del arte.

Debajo de los jardines del carrusel de vegetación del palacio, hay otro mundo.

En la planta baja, que ocupa un espacio de 4.500 m2 y en uno de sus salones principales, se encuentra la joya. ¿La Mona Lisa en restauración o el secreto perdido de la última dinastía egipcia?

No.

Se trata de un acelerador de partículas, una monumental máquina de 30 metros que bombardea protones a una velocidad de 50.000 km por segundo, una versión a escala -podría decirse- del Gran Colisionador de Hadrones, la carretera subterránea en la región franco-suiza, donde  los protones circulan en sentidos opuestos a una velocidad cercana a luz y que permitiría simular algunos eventos ocurridos inmediatamente después del big bang.

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Esta máquina en el subsuelo del Louvre, conocida bajo las siglas AGLAE (Acelerador Gran Louvre d’Analyse Elementaire), no está sola. Cohabitan en el salón avanzados equipos de imagenología, rayos x, tecnología terahertz (técnica de ionización contraria a las radiografías), software de simulación y un sin fin de máquinas que harían desvanecerse de impresión a Leonardo.

En este laboratorio trabajan físicos ópticos, fotógrafos, médicos radiólogos, historiadores del arte, arqueólogos y biólogos moleculares, entre otros. En su conjunto conforman en el C2MRF, el Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia, responsable de la documentación, conservación y restauración de los elementos mantenidos en las colecciones de más de 1.200 museos en toda Francia.

Revelaciones

De visita en Chile se encuentra Michel Menu, doctor en física con mención en óptica, quien desde el 2001 es el jefe de la dirección científica del C2MRF, dependiente del Ministerio de Cultura de Francia. Llegó a nuestro país, invitado por el Festival Puerto de Ideas Antofagasta para dictar una cátedra de ciencia y arte, cuya participación fue el resultado de las gestiones realizadas por el Instituto Francés de Chile.

En el café, ubicado a los pies de este instituto, Cultura+Ciudad conversó con este científico sobre los secretos de los grandes maestros, y sobre la vinculación entre ciencias y arte, disciplinas que tienen más elementos comunes que divergentes.

Michel Menu Foto: Javier Liaño

Michel Menu
Foto: Javier Liaño

“El laboratorio, el departamento de investigación que yo dirijo, desarrolla varios métodos para la examinación y análisis de todos los objetos contenidos en los más de 1.200 museos franceses. Así, nuestro trabajo no se restringe solo a obras de pintura ni al museo del Louvre, aun cuando la ubicación geográfica del laboratorio es dentro del palacio del Louvre. Los objetivos de los exámenes son múltiples: primero la autentificación de las obras, segundo la asistencia en la restauración, y además realizamos proyectos de investigación colaborativos para entender mejor el “know-how” técnico de los artistas”, cuenta el científico.

En el laboratorio que hoy dirige Menu, desde los años setenta que ha seguido el desarrollo de la ciencia aplicada al arte y arqueología a través de múltiples exámenes, que han permitido detectar las técnicas utilizadas por los grandes maestros en la creación de obras de arte, y en especial ha fortalecido la historia del arte mediante la historia de la técnica.

“Hoy en día AGLAE es el único sistema basado en un acelerador que se encuentra en un museo y es aplicado al estudio de objetos de colección del museo. El impacto que ha tenido este sistema es importante no solo por sus resultados alcanzados, sino también por la incorporación de la química en los problemas de historia del arte”, explica el físico, motivado.

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“Más y más -prosigue- los historiadores de arte y curadores de museo solicitan servicios al laboratorio para la caracterización química, para la examinación de las obras con distintos tipos de radiación (desde rayos-x hasta infrarrojo y ultravioleta. En la actualidad la orientación va en dos posibles direcciones. Primero es una generalización del análisis imagenológico, químico y multiespectral de obras a distintas escalas, desde macro hasta nanométricas. Segundo, necesitamos obtener mayor información sobre la caracterización física de los materiales, la reología de las pinturas, cómo los metalurgistas desarrollaron la soldadura de grandes estatuas, como los colores eran puestos en las cerámicas antiguas”, señala.

Falsificaciones

A parte de los secretos que esconden las obras, este departamento científico ha lograrse configurarse en una especie de Scotland Yard de las obras de arte. Mediante el acelerador de partículas Menu cuenta que una de las falsificaciones más sensacionales se produjo hace pocos años cuando comenzaron a investigar una reliquia arqueológica, correspondiente a la última dinastía egipcia. Se trataba de la cabeza de una diosa, elaborada con un valioso y peculiar vidrio azul.

“Este artefacto azul, muy famoso dentro de las colecciones del Louvre, fue analizado con AGLAE  y reveló una composición química desconocida en los tiempos del antiguo Egipto. La interpretación de los resultados nos llevó a concluir que la pieza era una hermosa copia hecha en el siglo 19”, cuenta el físico, que revela que acto seguido, la pieza perdió su millonario valor y que fue retirada inmediatamente de los salones del Museo del Louvre, donde lucía destacada.

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La exactitud de los resultados ha logrado incluso localizar con mucha precisión su origen de las obras. En el C2MRF se logró establecer también el origen de los rubíes que adornan los ojos de una estatua de Babilonia. Mientras que la estatua fue descubierta en el Medio Oriente, se descubrió que habían rubíes que proceden de Birmania, a unos 3000 kilómetros de distancia, de donde se encontró. Mediante la comparación de trazas de cientos de joyas, los científicos del subsuelo del Louvre entregaron información empírica a los arqueólogos respecto de ciertas rutas comerciales  de las cuáles solo se tenía constancia escrita.

“Más de 1.500 objetos han sido tratados en 2013, y de ellos, 900 en los estudios de conservación. Estuvimos también involucrados en la conservación de la Santa Ana de Leonardo donde descubrimos en el reverso de esta obra una serie de dibujos inéditos del maestro renacentista. Por otra parte, también pudimos establecer la secuencia exacta de la gran escultura de bronce de “El Apoxymene” (atleta) de Croacia. La examinación del proceso de  fundición y las técnicas de soldadura nos permitieron entender el “know-how” técnico de esta enorme estatua helénica de 2 metros”, acota Menu.

Ciencia y arte

La vinculación entre ciencia y arte no se limita sólo a la investigación, a lo que los científicos pueden aportar para descubrir los secretos de los artistas o a humanizar a los grandes maestros, dejando al descubierto también sus errores, sino que también la ciencia se ha convertido en inspiración para el arte. En la charla que dio Menu este jueves en el Museo de Arte Contemporáneo, el científico citó como ejemplo el proyecto de investigación en la confluencia de arte, ciencia y tecnología ” OnLab” (el laboratorio de nuevas obras).

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Inserto en los lineamientos de este proyecto, el artista Michel Paysant propuso reflexionar sobre el original y la copia, el objeto y su imagen virtual. En colaboración con el C2RMF, el Laboratorio de Fotónica y Nanoestructuras (LPN) y el Laboratorio de Física de Espectrometría de Grenoble (LSP), Paysant -cuenta Menu- hizo una copia de gran tamaño del sello o timbre cilíndrico de Ibni-Sharrum del Departamento de Antigüedades Orientales, que es una de las esculturas más pequeñas y más sorprendentes que se exhiben actualmente en el Louvre.  Y en otro trabajo, explica Menu, pero a la inversa, este artista elaboró una serie de micro-y nano-esculturas sólo visibles a través del microscopio. Estos micro y nano-logros son copias de obras maestras del Departamento de Antigüedades y planes de sitios arqueológicos en el Cercano Oriente Oriental.

Conocimiento y cultura

Este domingo a las 13 horas en el Teatro Municipal de Antofagasta, Michel Menu intentará llevar a la audiencia a una mundo donde la ciencia y la tecnología así como el arte antiguo y el contemporáneo se entrecruzan y se funden del mismo modo “como la palabra ‘arte’ en latín y la ‘técnica’ en el griego corresponden al mismo concepto”.

“Quisiera transmitir la idea de que la ciencia asociada al arte puede ayudar a entender las culturas. Las obras de arte contienen muchísima información, la cual debe ser descifrada correctamente. Cada vez me apego más a la idea de que el arte es mejor comprendido si agregamos información técnica a la imagen que apreciamos. Los análisis y examinaciones variadas tienen como objetivo profundizar el conocimiento” concluye el científico del arte.

La invitación queda abierta.

 

 

 

 

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