Para que quede claro, River es excelente. Sin fallos. Compleja y abordable a la vez. Cumple sobradamente con todos los estándares a los que nos tiene acostumbrado el drama inglés y, particularmente, el drama que produce BBC One. Pero la actuación de Stellan Skarsgård es de otro planeta. El guión lo ha llevado al límite de su capacidad y el resultado de su performance es absolutamente conmovedor. Nada más. Sin spoilers.
He disfrutado de los seis episodios de esta serie sin saber nada de ella. Ni una palabra, ni una reseña, crítica o sugerencia amistosa. Llegué a verla atraído solo por la figura del incomparable actor sueco Stellan Skarsgård.
La experiencia ha sido espectacular, razón por la que intentaré hacer un análisis sin develar aquellos detalles que te priven de la sorpresa durante el visionado. Porque las hay, y muchas. Escribir sobre series sin soltar un spoiler o dato que dé pistas, es una tarea tan ingrata como difícil. Las ganas por compartir los momentos significativos es grande, pero el respeto al lector va por delante.
River (Morgan, 2015) es un reciente drama policial producido por BBC One y distribuido en esta parte del mundo por Netflix. Al parecer estamos en la época dorada de los perfiles psicológicos complejos (Sherlock, The Fall, Doc Martin, Doctor Foster, Whitechapel, The Bridge, entre otros).
Esta serie sigue la tendencia que propone personajes profundamente inteligentes, cuyas habilidades sociales, sin embargo, están ausentes o poco desarrolladas. En general, este perfil psicológico supone una ventaja profesional, pero, a la vez, resulta toda una carga personal y emocional que da mucho juego en la ficción audiovisual.
Así, resulta difícil no sentir cierta empatía por el Detective Inspector John River, del Servicio Metropolitano de la policía londinense.
Un hombre solitario en la curva descendente de su vida, consagrado en cuerpo y alma a resolver los casos más complejos que enfrenta la policía. De momento, ni una novedad. Pero créeme que la historia sorprende casi en el inicio, y a partir de ahí, juega contigo, tal como el gato lo hace con el ratón.
Estamos a merced de la mente privilegiada de Abi Morgan, creadora de esta historia y encargada de darnos información con cuentagotas, cuando no errada, justamente para marearnos, perdernos en callejones sin salida, y hacernos sentir, en carne propia, la impotencia del brillante River, que en varios pasajes de la temporada adquiere un notorio parecido al Teniente Alejandro Bello.
De esta forma vives como espectador la frustración de estar frente a un caso sin solución aparente. La tensión crece a medida que los culpables se transforman en inocentes y los inocentes en culpables. Es una historia llena de cabos sueltos que a ratos parece una broma. Lo único que puedo compartir, es que tal como hay día y noche, aquí, hay inicio y final.
Visto así, River es una película de 6 horas que aborda temáticas peliagudas. Desde los secretos de familia, a los secretos personales. Desde la corrupción política, a los profundos temas raciales que el Reino Unido intenta resolver con poco éxito.
En ese sentido, la serie vuelve a desnudar la idea de la Gran Bretaña perfecta y particular, que hoy vemos cómo se separa del proyecto europeo. Porque el British (no todos y todas) es así. Tan entrañable como llevado de su idea, por decir algo. Esto de creerse mejor que los demás siempre ha sido su talón de Aquiles.
Para que quede claro, River es excelente. Sin fallos. Compleja y abordable a la vez. Cumple sobradamente con todos los estándares a los que nos tiene acostumbrado el drama inglés y, particularmente, el drama que produce BBC One. Pero la actuación de Stellan Skarsgård es de otro planeta. El guión lo ha llevado al límite de su capacidad y el resultado de su performance es absolutamente conmovedor. Nada más. Sin spoilers.
Te haces un favor si la ves. En Netflix está disponible su única temporada.