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Gastón Soublette: «El proceso constituyente es parte de un cambio cultural a nivel mundial» CULTURA Crédito: Karina Fuenzalida/UC

Gastón Soublette: «El proceso constituyente es parte de un cambio cultural a nivel mundial»

Para el filósofo y académico de la UC, la transformación política y cultural que experimenta el país responde a un fenómeno de largo aliento y se vincula con un cuestionamiento a la civilización industrial, nacida en el siglo XVIII. En ese sentido, critica tanto al capitalismo como al comunismo como regímenes autoritarios y verticalistas, que han prometido el paraíso en la tierra, pero generado sociedades donde se multiplica el malestar y la mayoría es infeliz. «Yo rechazo decir que es solo el capitalismo el culpable. Doy una dimensión más ancha para esto. Es el modelo dado por la civilización industrial, que incluye al capitalismo y al comunismo, que termina siendo autoritario igual que el capitalismo. Todo el que esté inmerso en los valores o cosmovisión de esta civilización industrial en el fondo termina en lo mismo: una sociedad dominadora, autoritaria, sea de izquierda o derecha. Ahí está el problema. La gente, en el fondo, ¿contra qué está reclamando? Contra un modelo de civilización que está destruyendo el mundo, creando una sociedad injusta como nunca existió. Contra eso nos estamos rebelando». Soublette además planteó los cuatro temas que –a su juicio– debe incluir la nueva Constitución: medio ambiente, patrimonio, educación y pensiones.


Una evaluación del estallido social y el proceso constituyente como un cambio cultural a nivel mundial realizó el filósofo Gastón Soublette (Antofagasta, 1927) y candidato a Premio Nacional de Humanidades y Ciencia Sociales 2021, en entrevista con El Mostrador.

«Es un tema que he trabajado hace mucho tiempo. Este es un cambio cultural a nivel mundial. Lo que estamos viendo es ese cambio, pero dentro del territorio chileno. Pero es un cambio que está afectando al mundo entero», expresó.

Para Soublette ese cambio cultural es de largo aliento y se vincula con un cuestionamiento a la civilización industrial, nacida en el siglo XVIII. En ese sentido, critica tanto al capitalismo como al comunismo como regímenes autoritarios y verticalistas, que han prometido el paraíso en la tierra, pero generado sociedades donde se multiplica el malestar y la mayoría es infeliz. Un tema que abordó en su libro Manifiesto (2020).

El académico de la UC además planteó los cuatro temas que a su juicio debe incluir la nueva Constitución: medio ambiente, patrimonio, educación y pensiones.

Cambio cultural

Soublette sostiene que el cambio cultural planteado «hace a una sociedad más justa e igualitaria».

«Hay un rechazo al antiguo culto al genio y al superdotado. Pasamos muchos siglos rindiendo culto a los genios. Al hombre medio de hoy eso ya no le emociona mucho. Le emociona más la justicia, le emocionan más las armónicas relaciones humanas, y está menos inclinado a admirar a alguien que se destaca en la sociedad por ser un genio» señala.

El académico pone como ejemplo a Albert Einstein, que en su momento fue considerado como «el hombre más inteligente del siglo XX. Hoy hay una visión muy crítica de Albert Einstein por haber sido el autor intelectual de la bomba atómica».

Una figura central en su visión es el líder indio Mahatma Gandhi. «Yo diría que Él dio el vamos al cambio cultural del mundo, porque los valores que él representa, de justicia, de armonía social, de sociedad igualitaria y participativa, hasta ese momento prácticamente no existían en el mundo».

«Nosotros tolerábamos una democracia extremadamente deficitaria. Nosotros votábamos y salían elegidos nuestras autoridades y ellas tenían planes personales de cómo gobernar el país sin consultar ni informar a nadie. Todo eso cambió, yo diría que desde la independencia de la India (1947) en adelante», plantea.

«¿Cómo la India conquistó su independencia? Superando el dominio de un antiguo imperio que hoy día ya no se podría tolerar, pero que se toleró durante mucho tiempo porque considerábamos que los ingleses tenía el derecho a dirigir un país caótico, como ellos pretendían que era. Ese prestigio de Inglaterra hoy es intolerable. En esa época era un hecho. Por eso decíamos que los chilenos éramos los ingleses de Sudamérica, diciendo que el inglés es un modelo insuperable de calidad humana. Hoy eso está en el suelo», sostiene.

Para Soublette, ahí se nota cómo han ido cambiando los valores, a partir de ese hecho que fue ejemplar en la historia del mundo: cómo este líder espiritual liberó a su pueblo de un dominio absolutamente injusto, inexplicable, injustificable, mediante una lucha no violenta, respetando a las personas.

«Nunca se había visto eso. Solamente sucedió en las antiguas comunidades cristianas después de Jesucristo. Ahí se notó la misma actitud de amar a los enemigos, de orar por los enemigos, no considerar que el enemigo es un hombre perverso, sino un hermano que se equivoca, y que nuestro deber es hacerle ver por dónde se equivoca. Todo eso lo encarnó el Mahatma Gandhi. Él metió ese virus benéfico en todas las sociedades, en todos los países».

A nivel chileno, una persona fundamental en ese sentido fue, en sus palabras, el padre Alberto Hurtado, sobre todo con su libro ¿Es Chile un país católico?, al cuestionarse «la sociedad injusta en que hemos vivido, incluso hasta hoy».

El estallido de 2019

Para Soublette, de hecho, el estallido social del año 2019 es un momento en que se reconsideran «todos estos valores que estaban, representados por personas como el padre Alberto Hurtado en Chile, o Gandhi en la India, pero que todavía no se hacían carne, no se encarnaban».

«Fue un momento por la insensibilidad, el autoritarismo de gobiernos chilenos que se han sucedido, sean de derecha o izquierda en que se dio la impresión de que no se toleraría más esa manera de gobernar», reflexiona.

Y apunta a la desigualdad y los problemas de las familias chilenas para llegar a fin de mes.

«Una de las sociedades más injustas en la repartición de la renta nacional es Chile. Chile es uno de los países más injustos del mundo. Hay desigualdades realmente vergonzosas. Cuando dicen ‘disminuyó la pobreza’, de acuerdo a los parámetros con que ellos miden, puede ser que las cifras cambien, pero en los hechos creo que a más del 80% de la población de Chile le cuesta mucho vivir. No llegan a fin de mes. Viven una vida de perros. Viven atareados, neurotizados, pensando qué van a hacer mañana, con qué van a parar la olla. Viven una vida muy difícil, entonces, eso de repente reventó. Y reventó liberado por la juventud. En la juventud universitaria se fue creando lo que se llama la conciencia crítica».

En ese sentido, la universidad fue clave para lo que ocurrió el 18 de octubre de 2019, de acuerdo a Soublette.

«La universidad prepara gente para insertarse en un mercado laboral y colaborar en el desarrollo del país, pero haciendo eso la universidad pierde también una de sus dimensiones más importantes, que es ser la conciencia crítica de la sociedad. Eso la juventud lo recuperó, y eso provocó el estallido de nuestra sociedad, porque ocurrió en todas las ciudades del país», afirma.

Soublette además cree que el modelo inicial fue la revolución de mayo de 1968 en París, «aunque da la impresión que esa revolución fracasó».

«Fue como una protesta de tipo cultural, un poco anarquista más que de izquierda tradicional, pero ahí estaban las simientes de lo que sería después. Ahí el pensamiento de izquierda tradicional quedó un poco superado. Las visiones anarquistas de mayo del 68 abrieron un espacio. En lo inmediato fracasó como movimiento revolucionario, pero abrió muchos horizontes para futuras rebeliones contra el modelo de civilización industrial en que vivimos», subraya.

Cuestionamiento al modelo de civilización

Sin embargo, Soublette va más allá de cuestionar al modelo neoliberal o incluso capitalista. Para él se trata de la civilización industrial, que data de al menos dos siglos.

«Yo rechazo decir que es solo el capitalismo el culpable. Doy una dimensión más ancha para esto. Es el modelo dado por la civilización industrial, que incluye al capitalismo y al comunismo, que termina siendo autoritario igual que el capitalismo. Todo el que esté inmerso en los valores o cosmovisión de esta civilización industrial en el fondo termina en lo mismo: una sociedad dominadora, autoritaria, sea de izquierda o derecha. Ahí está el problema. La gente, en el fondo, ¿contra qué está reclamando? Contra un modelo de civilización que está destruyendo el mundo, creando una sociedad injusta como nunca existió. Contra eso nos estamos rebelando».

Asimismo, plantea que nunca hubo una rebelión de esta dimensión en Chile.

«Es una rebelión desde las bases mismas. Cuando empezaron a gritar ‘nuevo pacto social’, ahí se notó. Es decir, partamos desde el comienzo de nuevo. ¿Cómo se generó, según Rousseau, esta sociedad humana? A través de un pacto social. ‘Empecemos de nuevo, porque todo ha fallado’. La civilización industrial no logró el bienestar de la humanidad. Creó un malestar profundo a la larga. La vida no es feliz para las grandes masas urbanas, todo lo contrario. La vida es un problema muy difícil de resolver. A eso los empujó este modelo de civilización industrial. Contra eso nos cuesta vivir», enfatiza.

«Vivimos en una sociedad muy desigual. Nuestras pensiones son miserables. Vivimos estresados, neurotizados, dominados por el tiempo útil. Esa no es la meta a la que nos invitaron. La civilización industrial se creó para el bienestar del hombre, y fíjese en lo que hemos terminado. Hemos terminado en un mundo donde nadie es feliz, donde todos están descontentos, donde un mínimo de nueve o diez millones de personas detentan toda la riqueza del mundo, contra miles de millones que apenas llegan a fin de mes, y cuantos mueren de inanición, sobre todo niños. Las cifras de la FAO son espantosas. Esta civilización industrial traicionó todas nuestras esperanzas, desde la Revolución Francesa para adelante. La Revolución Francesa se hizo en nombre del pueblo, y la sociedad industrial, que nació de la Revolución Francesa, explotó al pueblo de una manera más injusta todavía que en tiempos de la monarquía. Entonces, ¿adonde vamos a parar con esto?», se pregunta.

«Estamos al borde del colapso completo de todos los ecosistemas del mundo, y siguen contaminando», remata.

Proceso constituyente

En ese contexto, para el filósofo el resultado de la elección constituyente fue «un repudio al continuismo de estos regímenes autoritarios, donde se inventan planes de gobierno entre cuatro paredes sin informar ni consultar a nadie».

«Es un repudio a esa manera de gobernar, al statu quo en que una elite de poderosos emprendedores detenta prácticamente toda la riqueza nacional, hace lo que quiere con el territorio, destruye nuestro patrimonio urbano para dar libre cauce al negocio inmobiliario. En los municipios nunca se informa ni hay consulta ciudadana para cambiar la apariencia de las ciudades. Se destruye nuestro patrimonio. ¿Hasta cuando? Eso no puede seguir».

Añade que el resultado electoral, tan adverso al Gobierno actual, es muy elocuente, en el sentido de «no queremos esto, no queremos la continuidad de esto». Aunque admitió que «no sé en qué vamos a terminar».

El filósofo además ahonda en los cuatro temas que –en su opinión son claves en el proceso constituyente.

«El primero es el medio ambiente, altamente dañado por malas políticas. A nosotros, el artículo 19 aparentemente nos garantiza a los ciudadanos el cuidado de nuestro patrimonio natural, todo lo que respecta al medio ambiente. Pero no se cumple. ¿Cómo evitar que sigan desertificando, depredando, nuestro patrimonio natural? Que eso quede de una manera más firme en el articulado, porque se está transformando en el tema central de todos los países en estos momentos, porque vamos hacia un colapso apocalíptico», alerta.

El segundo tema es «el patrimonio».

«Siguen destruyendo sistemáticamente nuestro patrimonio urbano, con planos reguladores que están obsoletos hace muchas décadas, y no se hace nada por aprobar nuevos planos reguladores que nos aseguren una defensa. Los municipios les dan libre curso a las inmobiliarias para que hagan lo que quieran, en cualquier parte de la ciudad. También hay inconciencia en la ciudadanía, a la que no se informa, primero, debiendo por ley informar a los vecinos, y consultarlos, la consulta ciudadana. Eso no se cumple. Las inmobiliarias hacen lo que quieren, destruyen nuestros monumentos, cualquier barrio que podría ser declarado patrimonial. ¿Cómo detener esta depredación sistemática de nuestro patrimonio urbano?», se pregunta.

Su tercera preocupación es la educación.

Hoy «está concebida para que la juventud, tanto en la educación media como universitaria, se inserte en el mercado labora al servicio del crecimiento, la economía y el crecimiento de nuestras industrias, del desarrollo de nuestro país. Ahora, en eso hay un tremendo vacío en la parte formativa de la juventud».

«El alumno siente eso, y cada vez con mayor fuerza. He sido educador durante 50 años y conozco mucho a la juventud chilena, y siempre he oído el reclamo: ‘Me enseñan una profesión para entrar al mercado laboral, ¿pero quién me enseña a mí a ser persona, a conocerme a mí mismo? ¿Quién me orienta sobre cuáles son mis verdaderas aptitudes y sacar partido de ellas de la mejor manera posible? ¿Cómo alcanzar calidad ética en la relación con mi prójimo? ¿Cómo aprender a superarme sicológicamente? Nada de eso existe en la educación chilena».

También critica los intentos de degradar «las disciplinas humanísticas más reflexivas, como la historia y la filosofía».

«Un país que tiene dignidad no hace eso. Es una vergüenza que se haya intentado hacer algo así. Un país sin memoria histórica ha perdido su dignidad. La filosofía enseña a desarrollar la mente y la conciencia, y eso es lo que necesitamos. Todas las disciplinas que se enseñan en la educación media y universitaria forman lo que se llama la cultura de una nación. ¿Y la cultura qué debe formar? ¿En qué contribuye la cultura? Contribuye a formar personas con discernimiento. Para eso recomiendo cátedras universitarias y también asignaturas en la educación media en que se estudie nuestra tradición oral de sabiduría, especialmente nuestro refranero sapiencial, nuestra narrativa popular, los cuentos, a lo que debe sumarse el conocimiento que nos han dejado los pueblos originarios, especialmente los mapuche. Todo eso tiene un contenido formativo que contribuye a reforzar nuestra identidad como nación latinoamericana», recalca.

En cuanto a las pensiones, es enfático en su rechazo al lucro.

«Yo no quiero que nadie se instale un negocio para lucrar con mi fondo previsional, para sacarle más utilidad que mi miserable cuota mensual. Mis compañeros de trabajo en la UC se cambiaron todos al sistema de las AFP, porque les dijeron que estaban obligados a hacerlo. Yo no lo creí y me quedé en la Caja de Empleados Particulares, que hoy es el INP. Por eso mis compañeros obtienen la tercera parte de lo que yo recibo como afiliado al antiguo régimen. Conclusión: a juzgar por lo que se ve, el negocio de las AFP consiste en entregar a sus supuestos beneficiarios el mínimo, y llevarse la tajada mayor. Esa es la verdad que estamos viviendo», cuestiona.

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